Existe el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y también el Día Internacional contra la Explotación Sexual y la Trata de Personas. Este 25 de noviembre se reivindica la primera de las causas, pero está muy relacionada con la segunda. ... El 25 de noviembre es un día, como deberían ser todos, para denunciar todas las formas de violencia que sufran las mujeres por razón de su género, pero es que la trata de seres humanos, la dirigida a la explotación sexual, tiene a las mujeres como principales víctimas. También es así en la provincia de Burgos, como confirma Ana Melida, jefa de la Brigada de Extranjería y Fronteras de la Comisaría de Burgos, y su compañero, el inspector de la brigada.
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Aythami Pérez Miguel
La trata de seres humanos va dirigida, principalmente, a la explotación sexual y laboral. Hay una casuística menor, como es obligar a las víctimas a ejercer la mendicidad. En el caso de la trata de personas con la explotación sexual como fin se asocia a las mujeres como víctimas porque la realidad y las cifras así lo indican. «También hay hombres víctimas, pero los casos son menores», aseguran desde la brigada que se encarga de estos delitos.
En la explotación sexual las víctimas suelen ser mujeres, entre otras cosas, porque la demanda de la prostitución se da, mayoritariamente, por los hombres. «El problema existe porque hay consumo. Mientras haya puteros, habrá trata. Mientras haya gente que consume prostitución, habrá trata de seres humanos para este fin», asegura Melida. Lo que se ha apreciado recientemente es que aumentan los casos de hombres que demandan prostitución por parte de personas trans, «otro colectivo vulnerable en el que nos estamos centrando», señalan.
En Burgos, la explotación sexual tiene, principalmente, a mujeres extranjeras como víctimas. La trata de mujeres no tiene una nacionalidad específica, pero lo que buscan los tratantes es que la mujer sufra una situación de vulnerabilidad, «esto se encuentra mejor en países pobres, con gente con necesidad de emigrar, de buscar algo mejor», explica el inspector de la brigada. «Las mafias captan en origen a gente que está en una mala situación económica, con bajos recursos. Muchas veces son engañadas, les dicen que vienen a trabajar en casas, de dependientas. Pero, otras veces, ni siquiera eso. Se les dice que lo que están haciendo en sus países, donde muchas ejercen la prostitución libremente por necesidad económica, lo pueden hacer en España por más dinero. Con lo que se les engaña es con las condiciones en las que lo van a desempeñar aquí», puntualiza. La explotación sexual es la esclavitud moderna.
Puede que en sus países de origen realicen la prostitución libremente, empujadas por la necesidad económica, pero tengan libertad de movimiento, estén con su familia. «Cuando vienen a España, pensando que ganarán más dinero por eso mismo, se encuentran con que están 24 horas en una casa, trabajando muchas horas y pagando al traficante por todo lo que invertido en traerla. Esa deuda, que es de miles euros, cuando la han pagado, no desaparece. Luego se le tiene que pagar a porcentaje. Nunca consiguen salir. Siempre hay un argumento para que estén en deuda», señalan la jefa y el inspector de la brigada.
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La deshumanización que se hace a las víctimas, llega al punto de tratarlas como objetos por el beneficio económico de una red de explotación. Así lo hace ver el inspector: «Cuando esa mujer ya no produce dinero, porque está muy vista y los hombres que demandan la prostitución se cansan, los tratantes las intercambian. Las trasladan constantemente de un domicilio a otro», cuenta para ejemplificar cómo son tratadas como objetos.
Lo que ha apreciado la Brigada de Extranjería y Fronteras de Burgos es que la prostitución se ha trasladado, precisamente, de los puticlubs a los pisos en busca de esa libertad para mover a las mujeres. «Es un circuito, son pisos que habitualmente ocupa la red, porque es más fácil evitar a la policía. En un club hacemos inspecciones y controles. Un piso para más desapercibido. Últimamente, también han optado por usar viviendas adosadas o casas individuales donde el anonimato es mayor que en un bloque de viviendas», explica Melida.
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La Policía Nacional realiza inspecciones y controles continuos en los clubs. Acceden a los locales, se comprueba la documentación de las mujeres, si tienen reclamaciones, su situación y se entrevistan con ellas apartados del portero, del regente, «pero es muy difícil que te digan nada en ese momento», reconocen. «Cuesta mucho trabajo que se abran con nosotros. Primero el consumo hace que las traigan, cuando están aquí no son conscientes de que son víctimas de nada, cuando da la casualidad que tienen un contacto con la policía, en ese momento, no te cuentan nada», añaden.
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Pero, aunque a la Policía Nacional le cueste captar casos de explotación sexual, o prostitución coactiva, en las visitas a los clubs, esto es algo incómodo para las redes de explotación. Por ello, han trasladado la prostitución de los clubs a los pisos. En los pisos hay más anonimato también para los clientes y consiguen huir más fácilmente de las inspecciones de la policía. «Nosotros controlamos quién se hospeda, qué personas residen ahí, se habla con ellas, no solo nosotros, también las instituciones que las visitan, pero en los pisos es más difícil acceder», reconocen.
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El trasiego de gente, los timbrazos, alertan a los vecinos. Por ello, durante la pandemia llegaron más quejas, la gente al estar en casa fue más consciente de ello. También a muchas víctimas les pilló la cuarentena en esos pisos, les siguieron obligando a ejercer la prostitución, incluso en las condiciones sanitarias que había. «Los ruidos, el trasiego de gente, no es delito. Nosotros no podemos proceder para el cierre del piso, no tenemos competencia en eso. Es la comunidad de vecinos la que se tendría que personas como acusación particular dentro de la ley de propiedad horizontal para ir contra ese piso», explica.
Aún así, animan a los ciudadanos a informar de estos casos a la Policía Nacional. Estas denuncias les ayudan a ubicar los pisos y a comprobar si hay alguien ahí ejerciendo la prostitución de forma coactiva.
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Además del anonimato y eludir las inspecciones, trasladar la prostitución a los pisos ayuda a estos tratantes y explotadores a una mayor trazabilidad. «Hace unas semanas se hizo una inspección en un piso por la tarde. Al día siguiente, volvimos por la mañana y ya no estaban», cuenta el inspector de la brigada. «Por eso no se pueden dar cifras de pisos en los que se ejerce la prostitución en Burgos, por la cifra es variable y porque puede que las mujeres que ejercen la prostitución en uno u otro sean las mismas y las hayan trasladado», añade Melida. «Estamos convencidos de que no se han ido de Burgos, pero ahora hay que localizar ese otro piso. En menos de 13 horas ya no estaban», añade el inspector.
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