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Las mujeres sufren muchos tipos de violencia a lo largo de su vida. Una de ellas es la violencia sexual, la explotación sexual. La provincia de Burgos no se libra de estos casos porque, como confirma el inspector de la Brigada de Extranjería y Fronteras ... de la Comisaría de la Policía Nacional de Burgos, «esto se da en todos los sitios».
«En marzo hicimos una operación contra la explotación sexual, pero si nos vamos a la hemeroteca y consultamos, se da en todas las provincias de todos los países. Lo triste es que es silencioso y no crea mucha alarma. El consumo de prostitución creo que se tolera más que el de drogas. Hasta hace nada, las conversaciones entre hombres en las que se hablaba de irse de putas eran normales. La punibilidad en el código penal es mayor si traficas con personas que con drogas o las explotas con fines sexuales, pero socialmente no alarma tanto», evalúa este inspector.
Ana Melida, jefa de la brigada, tiene claro que, más allá de las estadísticas está el sentir social. «No sé exactamente cómo está España con respecto a otros países en estos aspectos, pero el problema de la explotación sexual existe porque hay consumo y mientras haya puteros, habrá trata de mujeres. Mientras haya gente que consume, habrá trata de seres humanos para este fin».
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Por ello, tanto el inspector como la jefa de esta brigada coinciden al señalar que es fundamental la concienciación a los clientes. «Lo que ocurre es que los intereses económicos en torno a la prostitución, al igual que alrededor de la droga, son enormes. Pero la prostitución es ya la esclavitud de nuestros días», asegura el inspector.
En Burgos, la explotación sexual tiene principalmente a mujeres extranjeras como víctimas. «En los últimos tres o cuatro años es el patrón que se repite», confirman desde la brigada. La clave es la situación económica insostenible que tienen en sus países de origen, no tanto el conflicto bélico. Por ejemplo, hay más víctimas en Burgos de Venezuela o Colombia que de Ucrania. En España habrá casos de ucranianas explotadas sexualmente, pero, al tener una protección legal temporal, pueden desarrollar su vida y su trabajo. Sin embargo, las llegadas de Venezuela o Colombia lo hacen en situación irregular, vienen mediante mafias que las amenazan con su integridad y con la de su familia que queda allí y les ponen en contra de la policía que, además, en sus países puede que tampoco sea de fiar», explica el inspector de la brigada.
Muchas de las mujeres que llegan a Burgos para ejercer la prostitución saben que vienen a ello, confirman desde la Brigada de Extranjería y Fronteras. «En sus países puede que ya se dediquen a ello, pero de otra forma, libremente, por necesidad económica. Les dicen que aquí van a ganar más, pero les engañan con las condiciones. Las engatusan con que se podrán ir cuando quieran y se lo creen porque es fácil generarles esa esperanza en esa situación de necesidad», explica Melida.
Puede que incluso sus familiares sepan a lo que venían, pero desconocen las condiciones. «Muchas te reconocen que sus madres sabían a lo que venían. Otras, como una mujer que liberamos en la última operación, tenía 19 años y un hijo en su país y su madre pensaba que venía a España a cuidar a una persona mayor», ejemplifica la jefa de la brigada.
Y la familia de estas mujeres que permanece en el país de origen, cerca de las personas de las mafias o redes que las han captado para venir a España, se convierte en una especie de rehenes. «El tratante va apretando a medida que la víctima va pidiendo recuperar su libertad. Si expresan que se quieren marchar, les amenazan con que puede que a su familia le pase algo en su país. Luego está la situación de vulnerabilidad, no tienen red de apoyo aquí, no tienen conocidos y los policías para ellas somos enemigos. Han tenido malas experiencias con la policía en su país y aquí se les pone en nuestra contra», explica el inspector.
Lo que han apreciado también en estas mujeres, víctimas de explotación sexual, es algo que a nivel humano sorprende y es que ellas no son conscientes de que sean víctimas de nada. «Lo tienen asumido con una normalidad pasmosa porque es algo normal en su país, por ejemplo. Primero, tienen que asumir que son víctimas de trata y cuando son conscientes de que lo son, tienen que hacer el trabajo de analizar lo que les han ido haciendo. Por eso, nosotros, desde la brigada, derivamos muchas veces a instituciones especializadas que las ayudan y las acompañan», explica Melida.
Puede resultar chocante desde nuestra perspectiva, pero hasta hace nada y, tristemente, quedan todavía demasiados casos, de víctimas de violencia de género en España que piensan que lo merecen o que han hecho algo mal y esos golpes los merecen. «Lo primero es hacerles ser conscientes de que son víctimas y después ir guiándolas», añade el inspector.
También sorprende, cuando cae una red, que estas mujeres no aprecian esa liberación. «El hecho de que se tengan que ir con una institución que las va a proteger, les va a enseñar una profesión, les ayuda psicológicamente. Notas que sienten que siguen siendo obligadas, pero, la mayoría, cuando las ves al mes, tienen otro aspecto, otra forma de ver la vida y de vernos a nosotros. Ahí es cuando realmente han visto que son liberadas. Con el tiempo lo asimilan y lo valoran y ahí es cuando es gratificante», reconocen desde la brigada.
Trabajar en estos casos es duro, emocional y laboralmente. «En una de las últimas reuniones que tuvimos el fiscal dio un dato que sorprende, los delitos de trata son fructíferos, es decir, se obtiene condena, en menos de un 3%», señala el inspector.
Por ejemplo, en el último juicio por explotación sexual que se ha celebrado en la Audiencia Provincial de Burgos, muchas de las víctimas no han prestado testimonio porque no se las ha encontrado. Los hechos se remontan a más de cuatro años en el tiempo y no se había avanzado tanto como ahora en estas investigaciones. Por ello, desde la brigada evidencia que la prueba preconstituida es muy importante. Al poco de descubrir los hechos de explotación sexual, se hace con las víctimas lo mismo que ser haría en el juicio: una declaración en sede judicial con sus defensas, su fiscal ejerciendo la acusación y siendo garante del proceso un juez.
De esta forma, se asegura que el testimonio de esa víctima existe con garantías y tampoco se la obliga a revivirlo en un juicio al cabo de años ni de enfrentarse a sus opresores. «Se ha avanzado para que no tengan que revivirlo. Muchas han conseguido alejarse de eso, rehacer su vida, tienen pareja, regresan a su país. Es difícil encontrarlas, a veces ni quieren, así que con la prueba preconstituida conseguimos mucho», explica Melida.
«Trabajar en el tema de trata de mujeres es muy costoso», remarcan. No solo emocionalmente. «Se tienen que dar todas las circunstancias, demostrar la captación, la violencia, la coacción, que se destine a la explotación, que demuestres todo eso supone analizar mucha documentación de envíos de dinero, en qué viaje, con quien. Es un trabajo laborioso que hay que demostrar en el juicio. Afortunadamente, se ha avanzado en la prueba preconstituida con la víctima. Es algo que nos da tranquilidad», explican desde la brigada.
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