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Que una mujer denuncie ser víctima de violencia de género no es precisamente sencillo. La mayoría tardan años, incluso décadas, en dar el paso, sometidas como están al poder físico y psicológico de sus parejas. Si a esta situación extrema se le suman otros condicionantes ... exterrnos, como la cultura, la religión o, incluso, la residencia en comunidades cerradas, la denuncia se hace prácticamente imposible.
Y a Guardia Civil sabe mucho de estas realidades. «Nosotros trabajamos en un ámbito rural que tiene el estigma de los pueblos», explica el sargento 1º Gonzalo Soto. «Por una parte, las víctimas no siempre entienden que son víctimas», apunta, y es difícil presentar una denuncia en un lugar en el que todo el mundo se conoce. «El qué dirán afecta mucho», y el que luego te puedan juzgar.
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Aythami Pérez Miguel
Patricia Carro Ruth Rodero
Además, «muchas veces la separación de la pareja hace que vivan en el mismo pueblo, que son pueblos pequeños y es difícil que se pueda cumplir la orden de alejamiento. A veces habría que ponerles muchos más metros pero es que te sales del pueblo y no tienen dónde vivir ni uno ni otro y los jueces tienen que hacer malabares», reconoce el sargento Soto.
El hecho de no reconocerse como víctimas no solo ocurre en el medio rural. Es un problema generalizado. «Hay mujeres que no entienden que el que todos los días te digan que eres una inútil es violencia de género». No es necesario una agresión física para que exista una relación de maltrato. Hay víctimas que han sufrido toda su vida una agresión psicológica, una anulación como pareja, y eso es mucho más difícil de reconocer.
A estos condicionantes se les unen otros vinculados con el origen cultural o social de las víctimas. En Policía Nacional han visto casos de mujeres víctimas de una violencia de género, incluso de índole sexual, que no se reconocen como agredidas porque tienen «normalizados» este tipo de comportamientos. O que no se atreven a denunciar porque en sus culturas no se denuncia al marido.
Raquel Carballo, policía nacional de la Unidad de Atención a la Familia y Mujer, tiene numerosas experiencias en este sentido durante los diez años que lleva trabajando en la unidad. Hay víctimas extranjeras a las que les cuesta hablar de agresiones sexuales, en especial con agentes varones. Otras mujeres saben que no pueden tolerar la violencia de género, pero no se atreven a denunciar por la presión de su comunidad.
Por otra parte, en Policía Nacional han detectado que cada vez acuden víctimas más jóvenes. Por ese motivo, en el Sistema VioGén de protección se ha incluido un nuevo 'item', el de agresor menor de 24 años. También hay una influencia mayor de las redes sociales. «Antes el maltrato era un insulto, un bofetón», apunta Carballo, pero ahora se hace mucho daño con publicaciones, redes sociales, exposición en teléfonos...
«La impunidad que te da las redes.... lo que antes cara a cara no se atrevían a decir, pero ahora amenazan, extorsión... », comenta Martín Velasco, el jefe de la UFAM, quien también está detectando más casos de agresiones sexuales. En el especial, en los ámbitos cercanos a la víctima, como han demostrado los últimos informes anuales de criminalidad en Burgos, aunque es pronto para valorar las implicaciones que tienen los datos.
Pese a la educación en igualdad, en nuestra sociedad los más jóvenes siguen normalizando comportamientos, actitudes y acciones que deberían considerar violencia de género, pero que no las identifican como tal. Tanto Policía Nacional como Guardia Civil apuestan por la educación, y por la formación interna, en la que se ha avanzado mucho. Ya no queda nada de aquellos «bueno, vete a casa a ver si lo solucionas». Todo el mundo sabe ya que la violencia de género es un delito.
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