«No entendemos la decisión, ningún rastreador ha tenido que llamar a los gimnasios en estos tres meses»

Luciano González es el presidente de la Asociación de Gimnasios de Burgos, la entidad en la que se agrupan muchas de estas instalaciones en la ciudad. Con los ánimos por los suelos y la sensación de «estar pagando justos por pecadores» el presidente de este colectivo asegura que «muchos se van a quedar por el camino».

«No entendemos la decisión», aseguran desde los gimnasios burgaleses, que repiten constantemente que los contagios en este tipo de instalaciones supone «un 0,5% de todos los notificados».

«Hemos pasado tres inspecciones de sanidad, con nuestros protocolos aprobados por ellos y no hemos tenido ninguna pega. No lo entendemos», expresa Luciano, que aunque cuenta su caso sabe que el resto de compañeros han pasado por las mismas medidas.

Desde que pudieron abrir, los centros deportivos aseguran que han cumplido con las medidas, el uso obligatorio de las mascarillas, el aforo reducido, el sistema de control de acceso, algunos de manera informatizada y otros a la vieja usanza de papel y boli, «pero perfectamente controlado», gel hidroalcohólico y pulverización de duchas tras cada uso. Un protocolo que les ha supuesto «la felicitación» por parte de las inspecciones «por implementar más medidas de las necesarias».

«Ningún rastreador ha tenido que llamar a ninguno de los gimnasios en estos tres meses. Ninguno», continúa Luciano, que asegura que se encuentran muy deprimidos. A pesar de todo, quieren dejar claro desde el sector que entienden que todos deben «cooperar» para vencer al virus, pero se quejan de la falta de ayudas que sí hay en otros países.

«Seguimos pagando las cuotas de la Seguridad Social aunque estemos cerrados, alquiler, gasto fijos... Nadie se hace cargo, no sé si aguantaremos», repite de nuevo. Además de eso, cada semana deben «empollarse» los boletines oficiales para poder saber qué medidas deben tomar.

«Tuvimos que adaptar hace diez días las instalaciones tres veces, es increíble. Sin ayudas, encima los pagos que nos aplazaron en marzo nos los han pasado con intereses», lamenta todavía entre el asombro.

Sin embargo, nada de esto ha servido para evitar un cierre que en algunos casos puede ser la sentencia definitiva. «Muchos de los nuestros van a caer ya», sentencia. «La gente está aguantando porque hemos tenido un verano mejor de lo esperado», explica, pero «con la inestabilidad que hay ahora llevamos ya tres semanas en caída libre».

Esta caída libre se traduce en que no existen altas de clientes nuevos en estos centros y sí muchas bajas o recibos devueltos. Hay gimnasios muy al límite, «están muriendo en vida». «Hay gente que tiene su vida personal embargada, que abrieron justo al inicio de la pandemia o que tienen todo su patrimonio como aval del negocio y se van a quedar como cuando tenían 14 años», lamenta González.

Los gimnasios han hecho un esfuerzo que se traduce en un inversión económica para adaptar sus instalaciones y ahora ven cómo deben echar el cierre. «Estoy muy 'depre', en marzo cuando cerramos no sabíamos a lo que nos enfrentábamos, pero ahora sí y cuando ya lo sabes todavía da más miedo», afirma.

«Siempre pagamos justos por pecadores», repite una y otra vez, al tiempo que lamenta de nuevo que van a tener que cerrar a pesar de no haber tenido contagios: «Nos hemos tenido que partir la cara con los clientes nosotros, hemos llamado a la Policía si alguno no se ha querido poner la mascarilla, por mí que entre la Policía a comprobar que se cumplen las normas», finaliza.