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Los cernícalos son pequeñas aves rapaces fáciles de visualizar en el medio rural, especialmente en Castilla, donde las estepas de cereales les ayudan a poder cazar pequeños roedores para alimentarse ellos y sus crías.
Pero cada vez más es más frecente que aniden en la ciudad, en las ventanas, cerca de los humanos de los que huyen cuando les ven. Uno de estos humanos que tiene la suerte de disfrutar de la vida en directo, como si un Gran Hermano se tratara, es Juan José Rodríguez, que desde hace unos meses tiene a una pareja de cernícalos viviendo en su ventana.
Rodrigo y Jimena, en homenaje al Cid y su mujer, son los nombres con los que ha bautizado a la pareja. Ahora sopesa poner nombre a los cuatro pollos que habitan en su jardinera desde hace apenas un par de días.
Una familia muy numerosa que inicialmente lo era más. Jimena puso cinco huevos de los que cuatro eclosionaron el sábado día 15. Del último huevo nació un pollito el domingo 16, pero durante la noche de ese domingo uno de los pollos desapareció.
Es probable que alguna urraca merodease por el nido y en un momento de distracción de los padres lo haya robado para que sirva de alimento a sus propias crías o a ella misma. Así que con la baja de uno de los pequeños voladores la vida continúa en la ventana, recordándonos que la naturaleza no cambia solo porque los humanos queramos.
Ahora serán cuatro los pollos de cernícalo que Jimena y Rodrigo tendrán que alimentar y cuidar durante, aproximadamente, un mes, que es el tiempo que permanecerán en el nido. En esos 30 días, estas pequeñas rapaces cambiarán el plumón blanco por las plumas de color tierra, explorarán los límites del alféizar y ejercitarán su alas, cada vez más grandes y fuertes.
Por la jardinera el menú es de lo más completo: roedores, insectos y algún reptil. Juan José Rodríguez no se pierde uno solo de los movimientos de estas aves, pero siempre sin molestar para que los cernícalos adultos no huyan dejando a los pollitos a su suerte.
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Para ello se ha convertido en el ojo que todo lo ve de una manera muy sencilla. «Con un móvil viejo» adosado a la ventana, en la que ha colocado papel y un vinilo para que los cernícalos no le vean a él, graba la vida en la jardinera. «Puedo observar cuánto tardan en comerse un topillo y cómo los alimentan», explica. También observa los despegues y aterrizajes de los padres, con el poderío de sus alas.
Esta experiencia, en la que es primerizo pues «es la primera vez que los cernícalos anidan» allí, la comparte en su cuenta de X, donde las andanzas de Jimena, Rodrigo y el resto de la familia alada es seguida por numerosos burgaleses y amantes de las aves.
Y es que, como decía Miguel Delibes en 'La Mortaja': «El niño jugaba en el camino, junto a la casa blanca, bajo el sol, y sobre los trigales, a su derecha, el cernícalo aleteaba sin avanzar, como si flotase en el aire, cazando insectos», el peculiar vuelo de los cernícalos puede ser apasionante para los humanos.
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