La conducta ejemplar de unos chicos de 12 años en Burgos inspira y tiene recompensa

Dylan, Ricardo y Fran vieron que, por las razones que fueran, el jardín próximo a la calle estaba lleno de papeles. Aparentaba ser publicidad de algún supermercado que, en un día ventoso, había perdido un repartidor. Tampoco tiene importancia quien perdió los papeles, sino quién los terminó encontrando y los recogió.

Los tres amigos, que habían quedado en la casa de uno ellos para pasar la tarde del sábado, vieron que aquello estaba muy sucio. Que el olvido de quien se dejó aquellos allí, o la dejación o el pasotismo, estaba mal. Fran Huertas, uno de ellos, recuerda: «Y dijimos, oye, ¿lo recogemos? pues sí, empezamos a recogerlo».

Así que se pusieron manos a la obra y empezaron a recoger. Y como en 'Lo que el ojo no ve' del fútbol, una cámara anónima, desde la calle Santiago, estaba viendo lo que ocurría. Las palabras de sorpresa del 'cameraman' son perceptibles. Que unos chicos de 12 años se pongan a recoger para evitar que se ensuciara más el parque tiene mérito.

No por el hecho en sí, sino porque la sociedad en la que vivimos ha convertido a la ciudadanía en pasotas sociales y lo que estos chicos hicieron el sábado demuestra con hechos lo que la prensa, la sociedad y la política dicen con palabras. Y enseñan el camino a seguir. El video es lo suficientemente explícito; tanto que dos mujeres que paseaban a su perro, ayudan a los muchachos a completar su acción.

Fran explica que habría «más de 500 folletos tirados». Relata que iban «a tirar los últimos que quedaban en ese parque, antes de recoger la calle entera. Y aparece un señor: '¿sois vosotros los que habéis tirado esto?' y le dijimos que no, que nosotros no, que lo estamos recogiendo. ¿Y por qué lo recogéis? Pues porque no nos gusta verlo en el suelo».

«La gente nos miraba. Una señora mayor dijo: «muy bien chicos». Otra señora nos ayudó a meterlos a la papelera, porque llevábamos muchísimos», explica. «Había gente que nos miraba mal, otra genial, otra nos decía que muy bien hecho…». No quedó ni uno.

La sorpresa no termina con los chicos recogiendo los papeles, poniéndolos en la papelera y tratando de dar normalidad al hecho. El vecino de la calle Santiago que los vio bajó a la calle; felicitó a la madre de uno de ellos, y acto seguido los invitó a merendar.

El acto generoso, anónimo y desprendido del vecino también es para resaltarlo. Los chicos pidieron lo que quisieron de merendar, se lo pagó y continuó con sus quehaceres; seguro que se fue feliz, como los chicos, porque actos como los de los chavales y lo del vecino anónimo no es normal que se dé en una sociedad individualista y materialista como la del siglo XXI.

El ejemplo de Ricardo, Dylan y Fran es sólo una muestra de que hay gente joven que tiene conciencia de ciudad y de ciudadanía.