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El quiosco donde trabaja P.C.L. tiene 70 años y por allí han pasado tres generaciones de quiosqueros. Dedica una media de doce horas al día a su quiosco desde hace 35 años, aunque las ventas han caído a raíz de la popularización de ... Internet, sobre todo, las de la prensa.
El establecimiento de este burgalés es uno de los seis quioscos activos en Burgos, respecto al total de los 17 disponibles, según Sonia Rodríguez, concejala de Patrimonio. Estas cifras responden al cierre de los quioscos, relacionado con el modelo del negocio. La principal causa es que sus trabajadores se jubilan, asegura el quiosquero.
Además, no hay solicitudes para trabajar en quioscos por falta de incentivos, como la cantidad de horas de trabajo que conlleva. También señala la ausencia de ayudas directas y el cobro de impuestos. Las condiciones laborales de los quiosqueros mejorarían si se redujesen los impuestos o recibieran subvenciones, considera este trabajador.
Un aspecto que mejoraría sus circunstancias es reformar los quioscos. Está prohibido modificar su estructura ni ampliarla. Sin embargo, P.C.L. cree conveniente reformarlos para que sean más accesibles y así aumentar las ventas. Descarta la idea de que modificar el quiosco afecte al patrimonio.
«Igual que en las ciudades hay monumentos, hay cosas típicas, a toda ciudad si no tiene un quiosco le falta algo», manifiesta. La ventaja del quiosco frente a otros establecimientos es su ubicación, a pie de calle. Al final, funciona mejor los establecimientos en la calle que en el interior porque «es un producto de paso», valora. Al pasar cerca llama más la atención de los clientes.
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Además, los quioscos desempeñan otras funciones diferentes a la venta. Los turistas se dirigen al quisco para preguntar dudas. «Somos parte de la información de la ciudad y somos parte del espejismo que damos hacia el exterior. Entras a una ciudad, ves el quiosco que hay y te puedo asegurar que das una idea muy amplia de lo que es esa ciudad. De eso no hay ninguna administración que se haya dado cuenta».
Algunos de estos negocios también se encargan del reparto de la prensa. Es el caso del quiosco de la avenida del Cid, donde el 60% de los beneficios que obtienen al vender prensa es gracias a su reparto. Es lo que les «salva». El otro 40% es lo que venden en el propio quiosco. Este trabajador se ríe al preguntarle cuándo tiene vacaciones. «Yo no tengo vacaciones», asegura tras declarar que el trabajo que conlleva un quiosco no se corresponde con lo que ganan.
Respecto al público al que se dirigen los quioscos, este trabajador asegura que ha cambiado. Principalmente, quienes se acercan son niños y mujeres de edad avanzada. Los menores de entre cuatro y doce años acuden con sus padres para comprar cómics, cromos y revistas.
Es verdad que ha disminuido la venta de libros, pero esto no se traduce en la desaparición de la lectura. El consumo de la lectura también ha cambiado en los últimos años. En el caso de los niños, optan por leer revistas con pasatiempos y cómics. En definitiva, aumenta la predilección por productos visuales y centrados en el entretenimiento.
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