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La ciudad de Burgos ha vuelto a rendir homenaje a su patrón, San Lesmes Abad, con una procesión, una misa solemne, música y bailes tradicionales. Además, una plaza de San Juan abarrotada acogía el reparto de panecillos y pinchos de chorizo y morcilla y vino ... de la tierra.
Antes de terminar la misa en honor al patrón, las colas en la plaza de San Juan para recoger los panecillos, normales y dulces, ya sumaban a centenares de personas. Poco a poco el espacio se iba llenando, la comitiva salía de misa y los más pequeños esperaban ansiosos para ver el baile de los Gigantillos.
En una mañana soleada y calurosa, algunos grupos folcóricos locales ya habían deleitado a los burgaleses con sus bailes. Más tarde sería el turno de los Danzantes y los Gigantillos, cuyos bailes han sido acompañados por aplausos de todos los asistentes. Después de esta actuación, más grupos locales han seguido exhibiendo sus danzas. Han participado: Diego Porcelos, Justo del Río, Tierras del Cid, Gavilla, María Ángeles Saiz, Nuestra Señora de las Nieves, Los Zagales, Estampas Burgalesas, Trébede y Arbayal y el grupo de danzas de la S.D.C.R San Pedro de la Fuente.
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Mientras los bailes y las canciones tradicionales se sucedían, el reparto de panecillos y de pinchos de morcilla y chorizo no cesaba. Incluso ha habido alguna riña en las colas, fruto del deseo de todos los burgaleses de probar estas delicias que se hornean por San Lesmes.
Además de estas delicias, la comidilla de los miles de burgaleses que se han acercado esta mañana a la plaza de San Juan era el buen tiempo. Con 14 grados, cielo despejado y sol, las conversaciones giraban en torno a las buenas temperaturas dadas las épocas y los abrigos sobraban en un día claro dedicado al patrón de Burgos, San Lesmes.
Natural de la ciudad francesa de Loudun, San Lesmes llegó a Burgos en el siglo XI como parte del séquito del rey Alfonso VI, donde se hizo cargo del Monasterio de San Juan Evangelista. Allí supo ganarse el cariño de los burgaleses de la época gracias a su labor social con aquellos que más lo necesitaban, así como con el papel que desempeñó en el saneamiento urbano gracias a sus conocimientos de ingeniería. Su muerte conmocionó al pueblo burgalés, que decidió nombrarlo patrono de la ciudad y declararlo Santo.
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