La Fundación Caja de Burgos está afrontando un momento clave en su todavía corta historia. Y es que, en apenas unos meses han coincidido el fin del convenio con CaixaBank, el proyecto de fusión de ésta última con Bankia y el traslado a la nueva ... sede en el edificio Nexo. Y todo ello, combinado con una pandemia mundial, claro. Una pandemia que, a pesar de haber generado un tremendo impacto en la programación habitual y en los ingresos no ha impedido a la Fundación seguir trabajando en todos los frentes en los que lo viene haciendo desde hace ocho años.
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Así lo subraya quien ha sido su director general desde el principio, Rafael Barbero, quien repasa el momento actual y el futuro, no sólo de la propia Fundación Caja de Burgos, sino de la ciudad y la provincia.
Lo primero, la Fundación estrena sede propia. ¿Es un punto de inflexión?
Para nosotros es un cambio que nos da identidad. La transformación desde la antigua caja de ahorros a lo que es ahora la Fundación es un proceso que quizá no es fácil de asumir. A la gente aún le costaba identificar la Fundación, y más teniendo en cuenta que seguíamos en la Casa del Cordón junto a CaixaBank. Además, un edificio como este también te da una imagen propia, más moderna y novedosa.
Quizá era este el momento ideal para hacer este traslado.
La primera etapa de la Fundación fue de consolidación, de saber qué queríamos ser y hacer, con qué patrimonio contábamos y qué posibilidades teníamos. Y eso fue lo que hicimos, más o menos entre 2014 y 2017. A partir de ahí, iniciamos un proceso de crecimiento y empezamos a pensar en tener un edificio propio, que se comenzó a ejecutar en 2019 y ha acabado a finales de 2020.
Además, el lugar es idóneo, ¿no?
Encontrar un edificio único, en el centro de la ciudad y en un lugar con este tránsito no es fácil. Estuvimos mirando más opciones y en realidad había muy pocas. Además, sabíamos que tanto el Ayuntamiento como la Diputación habían preguntado en su día por este edificio, aunque finalmente no cuajó. En términos de oportunidad fue el momento adecuado.
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Aún así, mantienen la propiedad de varios espacios en la Casa del Cordón.
Sí. Mantenemos la sala de exposiciones y el salón de actos, lo que viene siendo el Cultural Cordón. Es donde hacemos nuestra actividad cultural más potente y visible. Además, mantenemos parte de la zona institucional de la Casa del Cordón, que utilizaremos para momentos relevantes y singulares a través de un alquiler a largo plazo con CaixaBank.
Hablando de CaixaBank. Tras la fusión con Bankia y el final del convenio de colaboración, ¿Qué relación se mantendrá con la entidad?
Hay dos aspectos. Nuestra relación con CaixaBank nace en 2012, que es cuando CaixaBank absorbe Banca Cívica. En ese momento iniciamos una etapa de relación, tanto con CaixaBank como con la Fundación la Caixa. Con ese acuerdo, nosotros nos obligábamos a mantener las acciones que recibimos del banco y a cambio recibíamos un puesto en el consejo del mismo y realizábamos una obra social en colaboración con su fundación. Aquel acuerdo tenía un plazo de cuatro años que se amplió otros cuatro y que finalizó en 2020. Una vez vencido, CaixaBank entendió que no debía renovarse y, a partir de ese momento, esas obligaciones vencían. A partir de ahí, nosotros seguiremos desarrollando actividad en colaboración con la fundación de La Caixa, pero no por obligación, si no porque nos entendemos muy bien con ellos en muchos ámbitos.
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Otra cosa es la participación accionarial en el banco. Tener más de la mitad del patrimonio en acciones de una única entidad no es un criterio financieramente razonable para una fundación como la nuestra. Ahora mismo tenemos muchos huevos en la misma cesta y debemos diversificar esa posición. Por eso, paulatinamente, y siempre de acuerdo con ellos, iremos vendiendo acciones de CaixaBank y las iremos sustituyendo por activos financieros de otro tipo.
Esa paulatina venta no empezará de manera inmediata, ¿no?
La venta de las acciones se basará en un criterio estrictamente económico. Cuanto más recibamos de su venta, mejor. Fruto de la pandemia, las acciones de CaixaBank cayeron mucho, y aunque a partir de Navidades recuperaron bastante valor, entendemos que todavía tienen un largo recorrido. La venta se hará siempre y cuando el precio de mercado de las acciones encajen con nuestras expectativas. Creemos que la fusión con Bankia va a generar un banco todavía más sólido, que se reflejará en el mercado con un mayor precio de las acciones. A medio plazo esperamos que las acciones suban y podamos acometer esa liquidación recibiendo más fondos.
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Habla de diversificación, pero ¿en qué ámbitos? ¿Seguirán apostando por el mercado financiero?
Es algo que estamos valorando justamente ahora. Debemos concretar si queremos seguir estando relacionados a una entidad bancaria o pasar a inversiones que no tengan nada que ver. A lo largo de este año tomaremos la decisión.
En todo caso, la participación en CaixaBank sigue siendo hoy una de las principales fuentes de ingresos de la fundación. ¿Cuál ha sido el impacto de la pandemia?
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El impacto ha sido muy grande. Finalmente, en 2020 ha habido reparto de dividendos, pero muy inferior al que teníamos previsto y al habitual en otros ejercicios. Eso sí, veníamos de unos años en los que habíamos sido muy ahorradores y habíamos generado cierto colchón del que ahora podemos tirar para pasar estos dos años que a nivel económico van a ser muy malos.
¿A cuánto asciende ese desfase económico?
Probablemente, el desajuste que tengamos entre 2020 y 2021 será de unos seis millones de euros, que es justo lo que habíamos ido ahorrando en los últimos ejercicios.
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¿Y hasta qué punto ha impactado la pandemia en los ingresos propios?
Ha repercutido mucho, pero también lo ha hecho en el capítulo de gastos, al haber hecho menos actividad en el ámbito cultural o el social. En esa parte, las cuentas se han compensado bastante. Lo negativo, obviamente, es que se ha dejado de hacer una actividad que queremos recuperar.
¿Qué presupuesto manejan para este año?
No queremos reducir la actividad que realizamos, más allá de lo que nos veamos obligados por la pandemia. Así, nuestra idea es mantener nuestro presupuesto habitual de gastos, que se mueve entre los 12 o 13 millones de euros a pesar de que nuestros ingresos hayan caído.
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¿Cómo se ha adaptado la Fundación a la necesaria reprogramación?
Ha sido complicado. Nuestra premisa desde el primer momento ha sido mantener toda la actividad posible, aunque estuviera sujeta a las restricciones normativas de cada momento. Es verdad que como hemos tenido que gestionar semana a semana o incluso día a día, ha habido mucha actividad que hemos tenido que reagendar o en algunos casos cancelar. Sin embargo, esa idea de seguir haciendo cosas, ha permitido que la plantilla siguiera muy activa.
¿Qué plantilla tiene ahora mismo la fundación?
Ahora mismo, plantilla directa serán unas 180 personas, teniendo en cuenta que alrededor de un tercio son trabajadores de la residencia para personas mayores y que aproximadamente otro tercio son trabajadores de los dos colegios y la escuela infantil que tenemos. El resto se reparte en otros centros, como el CAB o los interclubes, así como en los diferentes programas y en los servicios centrales, donde seremos unos 15.
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¿Están preparando ya el nuevo Plan Estratégico?
No hemos empezado el proceso de redacción en sí, aunque estamos dando los pasos previos. Ahora mismo, queremos identificar las tendencias nacionales e internacionales en los ámbitos en los que trabajamos para ver por dónde va el mundo. Así, cuando comencemos el proceso de reflexión, tendremos las ideas claras, y en base a las circunstancias concretas de nuestro entorno, nos podremos adaptar mejor. La idea es que a partir de abril empecemos con el proceso de redacción del plan y, si todo va bien, antes del verano podamos finalizar el proceso.
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Una de las partes que se prevén clave dentro de ese plan será el apoyo a emprendedores, al menos a la vista de la apuesta por la Aceleradora.
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Sí. En todas nuestras líneas de actuación tenemos centros de referencia que permiten que la sociedad nos identifique. Ahí están el Foro Solidario, las Aulas de Medio Ambiente o los centros culturales. Sin embargo, hasta ahora no teníamos un centro de referencia para la última línea de trabajo que incorporamos, vinculada al apoyo a emprendedores. Tras darle muchas vueltas, planteamos el proyecto de la Locomotora, una propuesta que considerábamos muy potente y que se iba a desarrollar en una de las naves de la antigua estación de tren. Aquello se lió en el Ayuntamiento y al ver que no avanzaba, decidimos repensar el proyecto y plantearlo en el edificio Nexo. Aquí hemos adaptado tanto las oficinas centrales como un centro de apoyo al emprendimiento que creo que va a tener un fuerte impacto. Hemos hecho de un problema una oportunidad.
¿Cómo va a funcionar?
Lo que pretendemos es abarcar todas las facetas del nacimiento de las empresas, en muchas de las cuales ya venimos trabajando desde hace años. La primera de esas fases es la sensibilización, y para ello tenemos iniciativas como el Planea Emprendedores, que busca que los escolares conozcan de una forma práctica lo que supone poner en marcha un proyecto empresarial. También trabajamos con pymes que buscan mejorar su digitalización y competitividad. Parte de esa actividad la podremos desarrollar en el espacio adaptado en la planta cero de este edificio, que hemos llamado Ágora.
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Y ya en la planta 1 tenemos la Aceleradora, que es un vivero de empresas para aquellos emprendedores que una vez que finalicen el plan de negocio puedan montar su empresa e instalarse durante un periodo de unos doce meses. Así los podremos acompañar y, además, se podrán generar sinergias entre proyectos, tal y como hemos comprobado que pasa en otras instalaciones similares.
¿Hay algún interesado ya en ocupar la Aceleradora?
Tenemos varios. Estamos esperando a tener todas las licencias para comenzar a alojarlos. Tenemos espacio para hasta ocho startups y ya tenemos algunas que, además, vienen de nuestros programas. Creemos que va a ser una zona dinámica.
Hablando de emprendimiento, ¿qué sensaciones mantienen en ese ámbito?
En líneas generales hay buenas sensaciones. La experiencia que tenemos de estos seis años trabajando en este ámbito nos dice que hay una cierta estabilidad. De momento, parece que los proyectos emprendedores no se han visto muy afectados por la pandemia. Normalmente, este tipo de crisis generan que el emprendimiento por necesidad desplace al emprendimiento vocacional. Pero incluso ese tipo de emprendimiento por necesidad no es malo. Tenemos ejemplos de personas con mucha experiencia y que fruto de una crisis salen de sus empresas y deciden montar su propio negocio y les va bien. Siempre se generan oportunidades y nosotros debemos estar ahí para ayudar a esa gente a dar sus primeros pasos. Evidentemente, Burgos tiene el volumen y la población que tiene, pero todos los años trabajamos de manera estable en aproximadamente 30 proyectos y entre 15 y 20 acaban formalizándose en empresas. Para nosotros es una satisfacción.
¿Cómo va el proyecto del Polo Positivo?
Ese proyecto nació en el 2019 y empezó a generar interés de emprendedores de fuera de Burgos. Sin embargo, a raíz de marzo de 2020, la pandemia obligó a las plantas de nuestros socios a limitar los accesos del personal externo. Esa circunstancia ha paralizado temporalmente el proyecto. Aún así, creemos que se trata de un proyecto con un enorme potencial, y no por nuestra presencia, sino por los socios que conseguimos meter en el proyecto. Son empresas muy potentes. En cuanto seamos capaces de poder volver a incorporar a a esos emprendedores en las plantas de estas empresas va a haber mucho movimiento. Hay que tener en cuenta que para un emprendedor que quiera desarrollar un proyecto industrial, poder hacerlo en una planta de una de estas grandes empresas es como ir a una de las mejores universidades. No en vano, tienes a mano a los mejores técnicos posibles.
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Se ha vuelto a demostrar que la industria es el sector que más aguanta los vaivenes económicos, ¿no?
Está claro que la industria genera mucho valor añadido, tiene mucha repercusión sobre el resto de sectores y tiene una capacidad de vadear las crisis mucho mejor que otros sectores. Nosotros tenemos la suerte de contar con una buena industria en esta ciudad. Lo que tenemos que conseguir es que se mantenga, que crezca y que se adapte a las nuevas tendencias y tecnologías.
¿Considera que Burgos ha perdido o está perdiendo peso económico frente a otros territorios?
Lo que tiene que hacer esta ciudad y esta provincia es utilizar sus armas para conseguir un crecimiento de la economía y del empleo para que luego se pueda atraer población. Y Burgos tiene muchas armas para seguir creciendo. Pero tenemos que tener claro que nuestros competidores no están ni en Valladolid ni en Palencia, sino en Vitoria, Madrid o Málaga. Burgos, de hecho, tiene algunos entes desconocidos pero con una relevancia espectacular a nivel económico, como el ITCL y el Dihbu, que no tienen competencia.
Aún así, ¿lamenta el retraso de algunos proyectos e infraestructuras clave como el Tren Directo o el Parque Tecnológico?
Está claro que si hubiésemos tenido un parque tecnológico ya nos hubiésemos forzado entre todos a tener más empresas de carácter tecnológico. El ejemplo es Málaga, que partía prácticamente de cero y ahora tiene un parque tecnológico espectacular. En cuanto al Tren Directo, si contamos con él podremos apostar también por la logística, que hoy en día tiene muchísimo potencial en Burgos. Es verdad que el desarrollo de las infraestructuras impulsa la economía y tenemos que seguir peleando por conseguirlas, pero insisto, no contra Valladolid, sino con el resto de España
La Fundación tiene un enorme activo inmobiliario y parece que se quieren desprender de una parte de él.
Si empiezas a sumar, es cierto que tenemos un activo inmobiliario muy importante, pero no lo vemos como ladrillos o como un activo con el que especular, sino que son centros donde se realizan actividades. Así, si vemos que tenemos algún centro donde no hagamos actividad, lo venderemos. En nuestro caso, aquellos inmuebles de los que queremos desprendernos se centran en la provincia, donde en su día Caja de Burgos desarrolló centros culturales en localidades donde no lo había. Cuando los ayuntamientos se han hecho cargo de esa actividad, nosotros nos hemos desprendido de esos centros. Aparte, tenemos el ejemplo del torreón de Olmosalbos, que ahora mismo no nos aporta nada y que entendemos que podría interesar a alguien.
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Pero, de momento, el torreón sigue en el mercado.
Sí. En su día hicimos una tasación y lo sacamos a subasta y no hubo ninguna oferta, así que es posible que hagamos una retasación a la baja.
Quizá no es el momento ideal para esa operación, ¿no?
La verdad es que no lo sé. El público que puede estar interesado es muy especial. Adquirir un torreón de ese tipo y restaurarlo implica una inversión muy importante. No sé si será el mejor momento, pero es posible que este año lo volvamos a sacar a subasta.
La Fundación también mantiene un papel clave en los consorcios de la Variante Ferroviaria y Villalonquéjar. A pesar de la pandemia, las previsiones son positivas, ¿no?
Sí. El momento duro para los consorcios lo vivimos con la anterior crisis, que nos obligó a refinanciar la deuda y asumir que parte de esa deuda no iba a poder ser cubierta. En esta ocasión, de momento, la crisis parece que no está afectando tanto al ámbito inmobiliario y a la industria. De hecho, llama la atención que 2019 no fue un buen año de venta de parcelas y el 2020 sí lo ha sido. Eso significa que hay empresas que están aprovechando el momento para construir su futuro. Además, ahora estamos vendiendo parcelas mucho más grandes.
Aún así, ha habido proyectos que se han atascado o directamente se han caído.
Sí. El más importante es el de Bogaris, que era un proyecto comercial y en este caso, sí se ha visto afectado por esta crisis. Por el contrario, han aparecido proyectos logísticos que no estaban ni en el mejor de nuestros sueños y que han generado compras de parcelas de 40.000 ó 50.000 metros cuadrados, cuando antes la media estaba entre 5.000 y 7.000 metros cuadrados. En ese sentido, se han compensado.
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Las previsiones de cara a 2021 y 2022 también son buenas. Obviamente, lo ideal para la Fundación es que se vendan cuanto antes todas las parcelas, ¿no?
La presencia de la Fundación en los consorcios viene de Caja de Burgos. Cuando nos transformamos en fundación hicimos un análisis interno de si debíamos seguir en los consorcios y entendimos que podíamos aportar un carácter técnico en la gestión totalmente necesario en una entidad de este tipo. Hay que tener en cuenta que los consorcios son entes que dependen del Ayuntamiento, pero que necesitan de una gestión ágil y coherente.
En todo caso, el futuro de ambos consorcios es muy diferente. El de la variante Ferroviaria se disolverá el día que se vendan los activos y se cancele la deuda sostenible, porque entonces habrá cumplido su objetivo. En el caso del consorcio de Villalonquéjar creemos el trabajo no debería acabar cuando se vendan todas las parcelas del polígono. De hecho, ya hemos trasladado al Ayuntamiento que debemos empezar a pensar en la siguiente ubicación para el desarrollo industrial de Burgos.
Entonces, incluso a pesar de los momentos críticos que se han vivido, ¿la Fundación sigue dispuesta a mantener la figura de los consorcios?
Totalmente. Entendemos que ganamos todos. A la Fundación nos permite ofrecer un 'pack' a las pymes, en el que además de nuestros programas propios se incluye también el suelo de manera ágil y a precios competitivos. Y para el Ayuntamiento también es positivo, ya que aportamos esa agilidad y experiencia. Desde un ayuntamiento sería muy difícil realizar esa gestión, ya que la venta sería mediante subasta y los trámites se prolongarían. Por eso, siempre y cuando el Ayuntamiento quiera, estaremos ahí. En todo caso, creo que siempre es bueno que haya algo de debate.
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En el ámbito inmobiliario también parece que la Fundación está apostando por ofrecer alternativas de alquiler.
Sí, este mes comenzarán las obras de 120 viviendas en régimen de alquiler a un precio de unos 300 euros al mes para dos dormitorios en la zona de la carretera de Poza. Hay mucha gente joven con ganas de emanciparse con alquileres asequibles, que no gratuitos, pero no hay una oferta suficiente en la ciudad. Ahí hay que hacer mucho trabajo. Nosotros vamos a poner un granito de arena, pero el trabajo también lo tienen que hacer las administraciones.
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