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Australia se ha convertido con el paso de los meses en un ejemplo de cómo combatir la pandemia de la covid-19. Su rápida respuesta a la emergencia inicial, su férreo control fronterizo y el mantenimiento de algunas restricciones ha permitido que la incidencia de ... la enfermedad hasta ahora haya sido prácticamente insignificante en comparación a otros territorios como Europa o América. De hecho, el país lleva ya más de un mes sin reportar casos locales, lo que permite a los ciudadanos mantener una vida «casi normal».
De ello puede dar fe la burgalesa Carolina Portugal, residente desde hace casi cinco años en Sydney, principal ciudad del país -que no la capital-, quien asegura sentirse «privilegiada». Y es que, según relata, «la vida ha cambiado» desde que estalló la pandemia, pero «nada comparado a lo que se ve en Europa».
En este sentido, explica, tras la detección de los primeros casos en marzo del año pasado, el gobierno australiano implementó una serie de medidas que, en su mayoría se han ido relajando con el paso del tiempo. Así, el país no se libró del confinamiento, pero apenas tres meses después, la actividad regresó con cierta normalidad a todos los ámbitos de la vida cotidiana. «Todo está abierto», aunque se mantienen muchas medidas de prevención, como la reducción de aforos, la toma de temperatura o el lavado de manos.
También se ha promovido al máximo el teletrabajo en aquellos sectores en los que era posible, y en términos generales «la gente se ha adaptado muy bien», quizá porque «la cultura australiana» está preparada para ello.
Se trata, a grandes rasgos, de medidas similares a las implementadas en España. Sin embargo, sí hay varias medidas que no se han tomado aquí y que parecen haber «funcionado», tal y como explica Portugal, quien también subraya la importancia del aislamiento geográfico de la isla y la bajísima densidad de población. «Incluso en una grandísima ciudad como Sydney hay muchísimo espacio natural», explica. Y fuera de las tres o cuatro grandes ciudades, el país está prácticamente despoblado.
En este sentido, valora, uno de los factores clave para la lucha frente a la covid-19 ha sido el cierre prácticamente total de las fronteras desde el primer momento. Hoy es el día en el que entrar en el país es muy difícil incluso para los australianos y los ciudadanos con la residencia oficial, que en todo caso, deben pasar una cuarentena de dos semanas completamente aislados en un hotel que han de pagar de su propio bolsillo. «Australia, como Nueva Zelanda, siempre ha tenido un control muy estricto de las fronteras», señala.
En este sentido, Portugal, que a día de hoy continúa tramitando su residencia oficial, no puede salir del país. «Si salgo, no podría volver a entrar», zanja al tiempo que lamenta la imposibilidad de regresar a España para visitar a la familia y los amigos. Ese cierre de fronteras también afectó a su entorno más cercano en los primeros meses de la pandemia. «Me casé el fin de semana anterior a que empezara todo esto y mi suegra se tuvo que quedar aquí porque no podía volver». La boda, al menos, se celebró como estaba previsto.
También ha ayudado mucho a combatir la pandemia la implantación de una aplicación móvil a imagen y semejanza del 'radar covid' desarrollado en España. La diferencia es que su uso en Australia está generalizado, mientras que en España apenas se ha usado. «Cada vez que entramos en cualquier sitio tenemos que registrarnos» para garantizar la trazabilidad en caso de que aparezca algún foco, explica Portugal al tiempo que se sorprende de que en España no se haya conseguido implantar una aplicación de este tipo.
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Gracias a todas esas medidas, la situación parece estar «controlada». «Hace unos meses hubo un brote en Melbourne que obligó a cerrar la ciudad» y durante mucho tiempo ha estado prohibido moverse entre los diferentes estados que componen el país, pero los datos epidemiológicos no tienen absolutamente nada que ver con los de España. Con una población de unos 25 millones de personas, desde que estalló la pandemia se han detectado en Australia apenas 29.061 contagios y 909 fallecimientos, cifras que ha llegado a alcanzar España (47 millones de habitantes) en una sola jornada en algún momento del último año. Sólo en la provincia de Burgos, desde que estalló la pandemia se han detectado más de 30.000 positivos y han falecido 657 personas sólo en los hospitales.
Esa evolución ha permitido que el país no se vea obligado a acelerar al máximo el proceso de vacunación, que «comenzó hace apenas unas dos semanas». «Da la impresión de que el gobierno quería ver cómo funcionaba en otros lugares antes de comenzar a vacunar aquí», señala Portugal, quien confía en que poco a poco la situación vaya controlándose en el resto del mundo.
Sólo así se irán levantando las restricciones que aún se mantienen y que en algunos casos, van para largo. «Todavía no han hablado de fechas oficiales, pero parece que el país va a mantener las fronteras cerradas todo el año», a pesar del impacto de esa decisión sobre la economía. «Australia tiene una economía fuerte y diversificada, pero obviamente, se ha notado en sectores como el de la educación, que aquí es muy importante. Miles de alumnos extranjeros no están pudiendo venir a estudiar inglés», y de eso puede hablar Portugal en primera persona, ya que SuoEnglish, la empresa para la que trabaja, se dedica a la enseñanza.
«Ojalá se acabe esto y podamos todos volver a la normalidad. Ya tengo ganas de poder volver a España para visitar a la familia y los amigos, pero de momento, no sé cuándo podré hacerlo», concluye Portugal.
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