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Todo comenzó en 1075, cuando el obispado de Burgos, continuación canónica del de Oca, fijó su sede en Burgos. Fue entonces cuando se empezó a reunir y conservar en la iglesia catedralicia los documentos referentes a la vida diocesana y capitular. Pero lo que encontramos ahí es mucho más.
El Archivo de la Catedral de Burgos es un «ente vivo», como lo describe el canónigo archivero, Fernando Arce. Es un lugar en el que se conservan cientos de miles de documentos. El más antiguo data del 804, el original más antiguo del 972, y los más actuales están fechados casi en el día de hoy. Es decir, cada año se incorporan todos los archivos relativos a la actividad de la Catedral. Y la filosofía del equipo que aquí trabaja es que de nada sirve tener en ese lugar privilegiado de la Catedral tanta información y documentos si no se conoce lo que contienen.
Por ello, desde hace unos 25 años se está realizando una labor crucial para conocer el pasado de la ciudad de Burgos. Se encuentran catalogando todo el Archivo de la Catedral. «Don Demetrio Mansilla, archivero, realizó una catalogación de unos 2.000 documentos, lo más importantes», recuerda Matías Vicario, el predecesor de Fernando Arce como archivero. Y de esos 2.000 el trabajo ha sido arduo, incansable y tenaz hasta llegar a los 250.000 documentos catalogados que hay en la actualidad y que se encuentran colgados en internet.
El trabajo que se está realizando es la catalogación de los documentos, no la digitalización. Es decir, se hace una ficha del documento con un resumen del contenido y esto es lo que se cuelga en Internet, no se digitalizan todos los documentos. «Eso sería un trabajo posterior. De qué serviría almacenar miles y miles de documentos digitales si no sabemos el contenido de estos, es mejor conocerlo primero y, después, digitalizarlos», explica Matías Vicario.
El trabajo es arduo, se trabaja hoja por hoja en documentos gruesos, con mucha información, leyendo caligrafías antiguas, lenguaje de hace cientos o miles de años, interpretando abreviaturas, palabras. Con todo ello, se genera una ficha con el resumen del documento y esto es lo que se publica en la página web. El Cabildo y la Fundación CajaCírculo son los que aportan el montante para este proyecto.
Este catálogo online del archivo está abierto al público en un acceso libre, gratuito y con un buscador eficaz. Con esta difusión online se ha facilitado el trabajo de investigadores o historiadores, «mucha gente accede a la información desde casa y no tienen necesidad de acudir al Archivo. En caso de que se necesite un documento íntegro, nos piden una copia, se hace fotocopia y se envía», confirma Matías Vicario.
Por ello, se ha reducido el número de investigadores que acuden a las dependencias físicas. Así que, Fernando Arce un llamamiento a estos. Es verdad que se necesita especialización, hay muchos documentos que para su interpretación se precisan conocimientos de paleografía o de latín.
Pero Arce hace hincapié en que «es importante que acudan historiadores e investigadores al Archivo. Que gente que conoce la materia indague en estos documentos, los ponga en contexto, los interprete es importante porque le da un valor añadido al Archivo. A la vez que das a conocer la historia del pasado estás haciendo la historia del futuro», señala. «Una cosa es catalogar y otra sacar contenido de esa catalogación, el investigador ayuda a interpretar, no es lo mismo transcribir que sacar contenido y cruzar información, por eso animamos a los investigadores a que consulten este Archivo», agrega el actual archivero.
Uno de los objetivos de Fernando Arce es continuar con esta catalogación, pero también con los proyectos a nivel de digitalización y difusión por internet, «para llegar mucho más lejos, promover que haya mecenas e investigadores. El Archivo de la Catedral es algo vivo, tiene mucho futuro y mucho trabajo», remarca. También es posible la visita para pequeños grupos con intereses en la historia, en Burgos o en determinados temas susceptibles de encontrarse aquí.
La catalogación del Archivo de la Catedral cobra importancia para la elaboración del plan director de reforma integral de la Catedral. Si no se conoce la historia de un edificio, la historia de un retablo, de las capillas, las intervenciones que se han sucedido a lo largo de la historia es difícil acometer una restauración del edificio acorde a cómo fue concebido. «Es fundamental conocer la historia de la Catedral para poder restaurarla», asegura el archivero, Fernando Arce.
Y es que en el Archivo se conservan todos los documentos de las obras que se han hecho en el templo.
«Conocer la historia del templo y que nos sirva de base para las futuras restauraciones es fundamental», señala Fernando Arce.
A lo largo de estos 25 años de trabajo de catalogación del Archivo, cuando se ha hecho alguna intervención o restauración, primero se ha elaborado un proyecto de ese retablo o capilla a restaurar. Dentro de ese proyecto se incluye una memoria histórica y para hacerla se acude al Archivo. «Teniendo en cuenta la historia, los arquitectos parten de ella para elaborar el proyecto de restauración», señala Matías Vicario, anterior archivero de la Catedral de Burgos.
Esther Pardiñas, María Jesús González y Tamara Pérez son las tres mujeres que junto con Fernando Arce forman el equipo del Archivo de la Catedral. Llevan trabajando allí desde 1994 y todos coinciden en señalar el «privilegio» que supone.
Una temperatura ambiente constante, cámaras de aire para conservar las condiciones de humedad, entre 18 y 19 grados. El archivo tiene todos los sistemas actuales de seguridad, antirrobo, antincendios y de control de la humedad.
Los documentos están organizados por temas y fechas. Hay un libro donde se encuentra apuntado donde está ubicado cada documento y su ficha. Así, Matías Vicario reconoce que aquí se encuentra todo rápidamente, «está todo archivado y localizado».
La Catedral es un ente vivo, el Cabildo es el encargado de la conservación de la Catedral y recibe continuamente material y documentos y también la produce hacia el exterior. Además, Fernando Arce es ahora el encargado de conservar esa documentación y añadir anualmente todo lo generado.
Desde el año 1994 Pardiñas, González y Pérez se encargan de abordar cada documento, leerlo, interpretarlo y generar la ficha. Se trata de volúmenes grandes, con caligrafía difícil de descifrar en algunos casos, «cada documento es distinto, todos los días el trabajo es distinto y puedes estar en un siglo diferente». Se encargan de indagar en bulas, cédulas, cesiones capitulares, recetas…
«Todos los días aprendemos algo y somos un poco viajeras en el tiempo», reconocen. Cada documento lo tienen que poner en su contexto. Deben conocer abreviaturas de las que se conoce el significado por la experiencia y la comparativa. Leer en latín, pasar de una caligrafía a otra, de documentos contables a juristas.
Reconocen, eso sí, que al principio a todas les daba algo de «respeto o miedo» manejar estos archivos, volúmenes y documentos con cientos o miles de años. Pero su trabajo es muy necesario para conocer la vida de la ciudad de Burgos desde el siglo IX con documentación, además, de primera mano, narrado por quien la vivía.
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Cristina Cándido y Leticia Aróstegui
Natalia Sáez Ursúa | Burgos
Fernando Morales y Sara I. Belled
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