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Incendio forestal en las Fragas do Eume (A Coruña). Efe
Madera muerta para luchar contra los incendios forestales

Madera muerta para luchar contra los incendios forestales

ODS 15 | ·

Dejar que los árboles se pudran de forma natural contra el suelo choca como idea, pero los expertos recuerdan que es parte de los procesos de la naturaleza y que tiene grandes beneficios para las estructuras forestales

Raquel C. Pico

Martes, 18 de julio 2023, 07:42

Solo en los tres primeros meses de 2023, España supuso la mitad de todas las hectáreas quemadas en los incendios forestales que se habían producido entonces en la Unión Europea. Los datos los arroja una estadística del Sistema de Información de Incendios Forestales de la ... Comisión Europea, que ponía el foco en un inicio de año especialmente problemático. Un invierno inusualmente cálido había adelantado uno de los problemas del verano, el de los incendios forestales.

El fuego y los bosques no se llevan bien: es lo que nos dicen las estadísticas de las últimas décadas. Los incendios forestales consumen naturaleza, causan pérdidas económicas y —en las ocasiones más trágicas— humanas y amenazan a las poblaciones de la España rural e incluso, en los años en los que la situación se ha desbocado más, hasta la urbana. En la oleada de incendios de 2017, por ejemplo, el fuego llegó hasta la propia ciudad de Vigo.

A eso se suman otros efectos. Justamente, el humo de esos incendios de 2017 —en los que ardieron los montes gallegos, asturianos y portugueses— llegó hasta diferentes países de Europa, dejando fotografías de Londres sumido en una luz anaranjada. Ahora, acaba de pasar lo mismo, pero con otras geografías. Los mismos incendios en Canadá que sumieron a varias zonas de Estados Unidos bajo una polvareda anaranjada fueron tan masivos que su penacho de humo llegó a Europa. En la costa gallega, por ejemplo, el cielo llegó a quedar oculto tras una neblina.

El Servicio de Vigilancia Atmosférica de Copernicus (CAMS) confirmaba la entrada en Europa entre el 26 y el 29 de junio del penacho de humo que se había generado hasta el 22 del mismo mes. No era un desplazamiento inusual, explicaba entonces Mark Parrington, científico senior del CAMS, pero sí permitía visualizar la intensidad del fuego en el continente americano.

Por tanto, no sorprende que los incendios preocupen y también que, año tras año, se busquen soluciones para hacer a los bosques más resilientes ante estas amenazas. Una de las claves para preparar mejor a los montes ante estos impactos —aunque ese no es el único beneficio de este proceso— podría estar en la madera muerta. Esto es lo que acaba de concluir un informe del proyecto europeo BioAgora, en el que participan investigadores del CREAF.

La madera muerta de los bosques es fundamental para generar biodiversidad, porque es un elemento que alienta la vida y que sirve para que otras especies puedan prosperar. Pero, además, también es fundamental para hacer que ese entorno sea más resistente al fuego: los troncos de los árboles, por así decirlo, arden mal, a diferencia de lo que ocurre con otros elementos como ramas y follaje. Esto es: son más resilientes al fuego al tiempo que han creado un entorno vital mucho más complejo.

«Hay muchas especies que dependen de esa madera muerta», apunta al otro lado del teléfono Lluís Brotons, investigador del CSIC en el CREAF y uno de los autores del informe. En 'Asilvestrados', Isabella Tree cuenta como dejar los árboles muertos en los bosques y jardines era lo habitual hasta el siglo XVIII, porque su presencia se veía como la muestra de que aquel era un lugar historiado. Fue en el siglo XIX cuando se empezaron a eliminar porque parecían desordenados y eso, escribe, configuró nuestra percepción mental de cómo es un bosque correcto.

CREAF CCBY

¿Es algo cultural entonces que hayamos eliminado la madera muerta? «Sí, va en esa dirección», indica Brotons. Aunque algunos árboles se han quedado como elemento de valor, «es verdad que son de alguna manera la excepción en un medio muy ordenado, muy utilizado». Que la madera se pudriera en el suelo, concede, nos haría sentir que «estamos desaprovechando a los recursos».

Pero esa «no es la única manera y no es la base del funcionamiento de los ecosistemas», apunta el experto. La madera muerta no solo incentiva la biodiversidad, sino que además aporta humedad al suelo, algo que en algunas áreas, como los bosques mediterráneos, es todavía de mayor importancia.

Fuego contra fuego

En cierto modo, a los montes de hoy les perjudica, justamente, su presente. A veces, se menciona que antes no ardían, pero en esa ecuación se olvida que los bosques de hace 100 años no eran como los de ahora. Si pudiésemos viajar en el tiempo nos sorprendería ver que entonces había muchos menos árboles. «España era una zona ganadera muy bestia», sintetiza coloquialmente Brotons, con grandes zonas abiertas en sus masas forestales. Ha cambiado el paisaje y eso también modifica las condiciones para el fuego. El riesgo ha subido, porque los bosques están más tupidos y no tienen esas zonas ganaderas que los atravesaban.

¿Hay una receta mágica para acabar con los incendios forestales que tanto temor generan año tras año? «Yo no la tengo», concede Brotons, aunque, como indica el informe en el que ha participado, se pueden aplicar medidas que ayudan a verlos de una manera diferente. Cómo se distribuye la biomasa es importante. El llamado «combustible grueso», que es «la acumulación de biomasa en troncos», es más resistente (y de ahí la importancia de esos árboles muertos en el suelo del bosque). «Se consumen las ramas y las hojas, no da tiempo al combustible grueso», apunta. Esto último es lo que se tiende a eliminar cuando se limpia el bosque, aunque Brotons apunta que «los sistemas naturales tienen otros procesos para limpiarlo», como, por ejemplo, el trabajo de los animales herbívoros.

CREAF CCBY

Y, curiosamente, al fuego podría enfrentarse con fuego. Al fin y al cabo, esta era una de las prácticas tradicionales de gestión y recuperación de las zonas agrícolas, también una que formaba parte de los ritmos de la naturaleza. ¿Entonces el fuego estaba presente en el pasado? «Sí, por supuesto, en prácticas de gestión y naturales en muchos sitios», apunta el experto.

Aun así, eso no implica lanzarse sin mucho criterio a quemar los montes o minimizar los riesgos que los incendios forestales suponen. El informe habla de incendios de baja intensidad, que reducen la carga de combustible y, sobre todo, logran que el bosque no sea eterno. La naturaleza no debería ser lineal, apuntan, y deberían existir zonas que rompan y ofrezcan variedad en la estructura forestal.

El gran problema es que los incendios ocurran en verano y se conviertan en una emergencia, como indica Brotons. En una zona que se está recolonizando por la naturaleza, si el fuego no hubiese llegado en el peor momento y de una manera descontrolada, «hubiésemos tenido los efectos positivos», apunta el especialista. Porque el fuego puede incluso revitalizar los paisajes, asegura. En algunos lugares de España —Brotons menciona al Valle de Arán— ya se están utilizando las quemas prescritas para fortalecer los bosques, eliminando antes de los momentos críticos ese combustible que es un peligro en verano. Por supuesto, eso sí, esta solución no vale en todas partes —si tu monte está salpicado de casas, no parece muy factible aplicar las quemas como elemento de gestión forestal— ni tampoco en cualquier momento del año.

«¿Cuánto se podrá reducir el riesgo? Esa es la pregunta del millón», concede. Brotons también apunta que las soluciones ante los incendios forestales deben ser realistas. Esto es, asumir que el fuego va a desaparecer del todo de los bosques, señala, es «engañoso».

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