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Óscar B. de Otálora
Domingo, 27 de agosto 2023, 11:04
Uno de los consejos que ofrecen los tuaregs para sobrevivir en el desierto es fijarse en qué lugar del horizonte se ven nubes al amanecer. Para encontrar agua hay que caminar en esa dirección, aunque las nubes desaparezcan. El atleta Mauro Prosperi salvó su vida ... en el Sáhara por este consejo y por ser capaz de sobreponerse incluso tras intentar acabar con su vida.
Prosperi se perdió durante la edición de 1994 de la Marathon des Sables, una carrera de 250 kilómetros en seis etapas por el Sáhara. Este corredor italiano de 39 años se salió de la ruta a causa de una tormenta de arena y cuando el cielo se despejó intuyó que estaba en peligro. Comenzó a orinar en una botella vacía con la sospecha de que se iba a quedar sin agua muy pronto. Desorientado, llegó a un edificio en ruinas. Se trataba de un morabito, una especie de ermita musulmana dedicada a un santo local. Se cobijó en el interior esperando el rescate.
Pero nadie acudió a buscarle. A Prosperi se le estaban acabando el agua y las provisiones cuando distinguió un avión sobre su cabeza. Lanzó una bengala pero el piloto no la vio. En otra ocasión, en la que un aeroplano pasó cerca, encendió un fuego en el que quemó su mochila y parte de su material. Pero una repentina tormenta de arena apagó la hoguera y le hizo invisible para el piloto.
Para entonces, Prosperi había agotado su comida deshidratada -la había cocinado con su reserva de orina- y también con su resistencia moral. Entonces, los murciélagos que vivían en el morabito se convirtieron en su principal alimento. Se dio atracones de estos bichos, a los que sorbía la sangre de manera compulsiva. Pero no le garantizaban su supervivencia. Desesperado, se cortó las venas con una cuchilla, pero la deshidratación había dejado su sangre tan espesa que no se desangró.
El hecho de no morir hizo que recobrara el ánimo y que comenzara a caminar por el infierno de arena. El consejo de seguir las nubes le permitió encontrar un charco y así consiguió su primer sorbo de agua en muchos días. Al día siguiente, se encontró con una niña. Era una tuareg que le condujo a su tribu. Allí le salvaron.
Prosperi pasó diez días perdido y recorrió 239 kilómetros. Lo más paradójico es que se convirtió en un adicto al desierto. Todavía hoy corre maratones sobre la arena.
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