Borrar
Las diez noticias imprescindibles de Burgos este lunes 20 de enero
Puertu Chicu. Pequeña cala enclavada dentro del casco urbano de Llanes. Rosa Palo
Llanes, las verdes praderas

Llanes, las verdes praderas

Un país en mascarilla ·

De casas indianas, cachopos salvajes y secretos capilares que me son revelados

Domingo, 9 de agosto 2020, 00:07

«¡Mercedes, te necesito!». Mi grito de desesperación se oye en todo Llanes: ha sido pisar tierra asturiana y ponérseme el pelo como una escarola por culpa del orbayu. Un drama peliagudo. Una tragedia pilífera. Menos mal que Mercedes Gallego, ya saben, la musa capilar ... y periodística de este periplo, estaba ahí, al quite. La muchacha lo mismo sirve para un roto que para un descosido: no solo cubre conflictos armados, escribe libros o manda el parte desde Nueva York, sino que también te soluciona un problema de greñas mejor que el mismísimo Rupert. A los cinco minutos, ya tenía un mensaje en el móvil en el que me revelaba cómo había podido mantener su melena impecable mientras avanzaba hacia Bagdad con las tropas norteamericanas.

«Te cuento -me cuenta- que el pelo solo me lo pude lavar una vez en toda la guerra. Dos marines y yo nos inventamos un lavabo con una caja de cartón y una bolsa de basura que llenamos de agua. El plan era lavarnos la cabeza unas a otras en el mismo agua, pero teníamos tanta tierra en el pelo que, después del primer lavado, aquello era puro barro, así que cambiamos el agua. Cuando el sargento se enteró de que habíamos 'desperdiciado el agua' para lavarnos el pelo, nos cayó un broncazo militar en toda regla».

Fácil, ¿verdad? Pues un momento, que voy a llamar al servicio de habitaciones para pedir una caja de cartón, una bolsa de basura y dos marines norteamericanas. Vale. Que ahora me lo suben todo, dice la chica de recepción. Qué amable.

Llanes está llena. Y el juego de palabras sirve tanto para referir la densidad de gente como de mascarillas

En fin, a lo que íbamos, que me lío con la sección de belleza: Llanes está llena. Perdonen el juego de palabras, pero parece que aquí gustan mucho: 'MascariLlanes' es la campaña para concienciar sobre el uso de la mascarilla en el municipio. Y está por todos lados. Como la gente. Al menos, esa es la sensación que tenemos al bajar del coche y dar una primera vuelta de reconocimiento por el centro: las calles, las terrazas, las sidrerías y las plazas están tomadas por parejas jóvenes, pandillas y familias de toda España. Después, con un café en la mano, leeré en 'El Comercio' que ha bajado la ocupación hotelera, pero lo cierto es que es la primera vez que hacemos cola en una oficina de Turismo y que nos cuesta encontrar mesa para comer. Y eso que ya llevamos a la espalda (y a la barriga, que me estoy poniendo hecha un tordo) La Manga, Benidorm, Ibiza, Caldes d'Estrac, Jaca y Zarautz. Medio mapa.

Mirador de San Pedro (arriba), calle de Llanes (centro), bonitos en el puerto de Llanes (abajo). Rosa Palo.
Imagen principal - Mirador de San Pedro (arriba), calle de Llanes (centro), bonitos en el puerto de Llanes (abajo).
Imagen secundaria 1 - Mirador de San Pedro (arriba), calle de Llanes (centro), bonitos en el puerto de Llanes (abajo).
Imagen secundaria 2 - Mirador de San Pedro (arriba), calle de Llanes (centro), bonitos en el puerto de Llanes (abajo).

«En verano se triplica la población. Y vienen muchos murcianos», me dicen. Lógico: para nosotros, beduinos que sufrimos un sol inclemente, no hay mayor placer que enviar mensajes a los amigos vacilándoles de veintipocos grados y de que vamos ataviados con jersey y chubasquero. Pero en Llanes, además de murcianos felices por ponerse una manga larga, también hay cántabros. O cántabras: al fin encontramos un sitio donde sentar nuestros reales y, en la mesa de al lado, tres señoras revolucionan el cotarro.

-«Venimos de Cantabria», dice una a voz en grito.

-«Anda, que Revilla os ha dejado salir», responde el camarero mientras les escancia la segunda botella de sidra.

-«Revilla te lo quedas tú, majo».

-«¡Pero si es el mejor presidente que podéis tener, que cada vez que va a Pablo Motos y os hace promoción, Cantabria gana metros!», les contesta. El camarero, alto, grande, de mofletes colorados, noblote, tiene ganas de charla. Ellas, cincuentonas alegres de vestidos floreados y pelo alborotado, que el orbayu nos afecta por igual a cántabras y a cartageneras, le dan carrete. «Es que hemos dejado a nuestros maridos y a nuestros hijos, y ya no hay quien nos pare». Cae la tercera botella de sidra. «Venga, vamos a pedir alguna más, si son dos culines de nada». Cae la cuarta. Me dan ganas de sumarme a la juerga. Mejor no, que luego hay que escribir. Y yo no soy Bukowski.

Bonitos o atunes

Después de comer, de camino hacia los Cubos de la Memoria de Ibarrola, un barco atraca en el muelle. Los pescadores sacan siete u ocho piezas y las exhiben, orgullosos, ante los ojos de los mirones. Discutimos si son bonitos o atunes pequeños subiendo por el paseo de San Pedro. Al llegar al mirador, el paisaje nos sobrecoge: a un lado, el casco antiguo de Llanes; al otro, los acantilados. Y los verdes, todos los verdes del pantone, del verde esmeralda al verde malaquita, del verde lima al verde aguacate, abrillantados por una lluvia dulce y fina. Y las playas, todas las playas posibles, pequeñas, grandes, urbanas, salvajes, de piedra, de arena, abiertas a todos, escondidas a los ojos del mundo.

El esplendor del concejo de Llanes, de su centro histórico y de sus paisajes no cabe en una foto. Por eso, es mejor utilizar una cámara de cine para capturarlo: Gonzalo Suárez, asturiano de Oviedo, ha rodado aquí ocho películas; José Luis Garci, asturiano de Madrid, tres. Vamos hasta el Palacio de Partarríu, donde se ambientó 'El orfanato', y recorremos las calles de Llanes dándonos un atracón monumental de palacetes y mansiones, metiendo la cabeza entre los barrotes de las verjas para contemplar las casonas indianas con magnolios y palmeras en el jardín, símbolos botánicos del triunfo de los que emigraron a América y volvieron para demostrarlo. Más tarde, en la habitación, soñaré con miradores para leer y para contemplar, a cubierto, cómo cae el orbayu.

Una carta inacabable

Asombrados, paseamos por Llanes con la boca abierta. Menos mal que la llevamos tapada con la mascarilla que, si no, nos entran moscas. O un cachopo. Porque esa es otra. Qué barbaridad. Qué disparate. Qué tamaño. Qué cantidad de comida. Pensando en comer algo ligero, pedimos una parrillada de pescado: nos pusieron todos los peces del Cantábrico. O en Asturias tienen su propio sistema de pesos y medidas, o yo no me lo explico. Más que por mi pelo, empiezo a preocuparme seriamente por mi peso. Y tengo motivos para ello, que me aprietan hasta los pantalones con cinturilla de goma. Cuando vuelva a casa, ingreso en la Buchinger.

Haciendo un esfuerzo sobrehumano, decido no cenar (ni un trocito de cachopo, ni un queso del país, ni una cucharada de arroz con leche, ni un trago de sidra) y volver al hotel para escribir el artículo. Y, en ello estaba, cuando han llamado a la puerta. Ante mí se presentan la sargento Tania Cortez y la teniente Jordan O'Neil, del Cuerpo de Marines de Estados Unidos. Traen una caja de cartón y una bolsa de basura. No sé si vienen para llevarme a Guantánamo o para solucionarme lo del pelo. Mira, qué suerte, es por lo segundo. Menos mal. Sin más demora, procedemos a la operación 'Nuevo Amanecer Capilar'. Ya les contaré cómo se me ha quedado la melena.

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

burgosconecta Llanes, las verdes praderas