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Si quiere renovar la imagen de su casa, pero combinar colores nunca ha sido lo suyo, no se preocupe. Basta con seguir una sencilla técnica decorativa conocida como la regla del 60/30/10 para tener una vivienda de revista sin realizar grandes inversiones ni ... comerse demasiado la cabeza. Este sistema se resume básicamente en elegir un color predominante para el 60% de la habitación que se va a decorar; un 30% para el tono secundario y el 10% restante para los toques de color más atrevidos.
El color principal suele reservarse para la pintura de paredes y techos, el espacio con mayor superficie de la habitación y el que más presencia va a tener. Una de las opciones que mejor funcionan en estos casos –sobre todo cuando no se domina la paleta cromática– es usar tonos neutros porque son más sencillos de combinar, aportan luz a la estancia y cansan menos.
Para el color secundario, que ocupará más o menos un tercio de la habitación, se recomienda escoger tonalidades que empasten bien con la paleta dominante, pero que no sean demasiado fuertes, como los tonos madera, azules o verdes, por ejemplo. Ese 30% suele ser el color del suelo, el de los muebles o el de los sofás en el caso de una sala de estar. Los toques más atrevidos deben limitarse a los complementos como los textiles (cojines, manteles, mantas...), objetos decorativos, pantallas de las lámparas... Aquí no tenemos por qué tener miedo al utilizar colores fuertes porque la intención es precisamente que llamen la atención sin sobrecargar la habitación. Además, al usarse en pequeños detalles, se pueden cambiar cada cierto tiempo con una mínima inversión y la estancia parecerá otra.
Si todavía tiene dudas con las combinaciones, siga las recomendaciones de los expertos en decoración. «Mi consejo es que el color predominante tenga siempre un punto cálido para que la estancia resulte más acogedora. Los blancos, beige, visón o piedra son un acierto seguro. Cuando no se domina bien la paleta de colores, lo mejor es recurrir a tonos neutros porque no fallas. Los verdes, azules y grises también combinan muy bien, sobre todo en la gama de los pasteles. Y cuando digo pastel no me refiero a un color ñoño de bebé sino a un tono menos saturado», precisa la interiorista Natalia Zubizarreta.
Una «combinación ganadora» para la decoradora en un dormitorio sería un tono azul claro en las paredes (60%) –con un punto cálido–, beige o blanco para la ropa de cama (30%) y el toque de color con los cojines y los pies de las lámparas en amarillo mostaza. En el caso de la cocina, el color predominante pueden ser los muebles blancos (60%), la encimera y las sillas en madera (30%) y los textiles y detalles en azul o verde, por ejemplo. «En los salones, un tono de contraste que me parece que siempre queda muy bien es el caldera o color teja», aconseja.
En estapropuesta de salón planteada por Natalia Zubizarreta priman los tonos beige (paredes, sofas, muebles, alfombra), que se complementan con el verde de la chaise longe, los textiles y las plantas) y las notas de color las aporta el amarillo de los cojines y la tapicería de los pufs.
Este espacio es un buen ejemplo de cómo con solo cambiar el color de los detalles (textiles y flores) se le puede dar una nueva vida. Con una base tan neutra (blanco y madera), admite casi cualquier tonalidad de contraste.
En este caso, ese 10% del tono fuerte se lo lleva el negro, que tiene un poco más de presencia, pero empasta muy bien con los tonos madera de muebles y suelo y el blanco de las paredes y la zona del comedor.
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