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¿Por qué nos fascina tanto la nieve?

¿Por qué nos fascina tanto la nieve?

A caballo entre el misterio y la belleza, es el fenómeno natural más inspirador

Viernes, 15 de enero 2021

No es un fenómeno natural más; es el más misterioso y, a la vez, el más bello. El único que, bajo su manto, hace brotar la alegría infantil en el adulto, la sorpresa en los aburridos, la ilusión en los descreídos, el recogimiento en los charlatanes, la inspiración en los artistas. Cuando cae la nieve, decae la prisa. Todo se para; hay que dar paso a la celebración por el regalo caído del cielo. Pero, ¿por qué la nieve tiene esa carga simbólica de positivismo? ¿Qué tiene para que cause en personas de toda condición y latitud tal fascinación?

El paso del temporal de frío por España en el arranque del año 2021 ha dejado en evidencia este poder de atracción que ejerce una nevada en los urbanitas. Las escenas apocalípticas en algunas ciudades españolas, absolutamente paralizadas por la gruesa capa de nieve, hicieron que algunos gobernantes pidiesen a la gente que se quedara en casa. ¿La respuesta? Salidas en tropel (si era necesario con esquíes) para celebrar a bolazos la alegría de que ¡había nevado!

Y no solo los niños aprovechaban la coyuntura para hacer muñecos de nieve o tirarse en trineo. La nieve se celebra a cualquier edad. De hecho es la excusa perfecta para regresar a esa infancia que nunca debería perderse del todo. En esa gratificación instantánea reside una de las principales -y poderosas- razones de su encanto. «Claro, sucede así porque es algo extraordinario», pensarán. Lo es, pero solo en parte. En ciudades del sur de la península, lo raro del fenómeno bien justifica la reacción en masa. Pero no solo se debe a eso. Hasta en los lugares donde su presencia es más o menos habitual en invierno, cuando llega, es muy celebrada. Y sobre todo se comparte… se comparte mucho. No hay perfil social que se precie que no haya publicado (hasta la saciedad) escenas de su experiencia personal con la nieve. Las redes, esta vez, no han ardido; se han fundido a blanco.

Ciencia y belleza

En la propia esencia de los copos se encuentra otra de las causas por las que este fenómeno meteorológico ha suscitado siempre tanto interés. Pocos espectáculos naturales hay tan bellos como el de la formación en perfecta simetría del agua cuando cristaliza y nace un copo. Esas secuencias geométricas, aun artísticas, responden a un por qué científico. Una molécula de agua está compuesta por dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno, formando un ángulo de 104,5 grados. Estas están ligadas con enlaces a sus vecinas, formando tetraedros. Cuando la temperatura baja, se acercan más entre sí y forman estructuras de seis lados. Matemática; pura y misteriosa matemática. Ahora bien: no hay dos copos iguales, dicen. En función del recorrido de estas partículas al atravesar las distintas capas atmosféricas, y debido a la variación de la temperatura y humedad del aire, los cristales de hielo pueden crecer de una forma u otra, dando lugar a infinidad de formas diferentes. Desde que hace más de 400 años Keppler escribiese un tratado sobre el particular, que dio comienzo a la ciencia que estudia la estructura de los cuerpos sólidos, muchos han sido los que han analizado este fenómeno. Entre ellos destacan los expertos de la Asociación Internacional de Ciencias Criosféricas. Entre otros logros, a ellos se le atribuye la creación de un sistema para la clasificación de copos de nieve que aún hoy sirve de referencia. Sostienen que, a pesar de antojarse obras exclusivas de la Naturaleza, se pueden clasificar en diez formas básicas: desde los cristales con formas de estrella con los que estamos familiarizados hasta otros menos comunes como dendritas o ramificaciones con forma de árbol.

Simbología y religión

Quizá este halo de capricho natural contribuya a que los copos de nieve hayan sido convertidos por la cultura popular en símbolos protagonistas de numerosos cuentos, leyendas e, incluso, filosofías. El blanco níveo que nombraba al histórico cuento de Wilhelm y Jacob Grimm, Blancanieves, es un reclamo eterno de pureza. El mismo que hace que las novias se vistan de blanco o, en algunas culturas orientales, sirva de luto oficial para dar muestra del poder 'purificador' de la muerte. También es símbolo de perfección. Por ejemplo, en la filosofía Zen. Hay un proverbio que dice: «Un copo de nieve nunca cae en el lugar equivocado», algo que quiere decir que nada sucede por casualidad. En esta forma de entender el mundo es uno de los principios fundamentales de la filosofía budista y taoísta: todo es perfecto, en la Naturaleza y en la vida no hay bien o mal, solo perfección. Y para ilustrar esa idea se elige un copo de nieve.

Arte y literatura

En el terreno del artístico, la cantidad de obras que haya podido inspirar la nieve se antoja vastísima. La escritora Menchu Gutiérrez realiza un profundo repaso a la relación entre este fenómeno atmosférico y la creación artística, especialmente literaria, en su libro 'Decir la nieve' (Ed. Siruela, 2011). «La nieve es una gran creadora de silencio, un requisito fundamental para la creación. Crea distancia entre nosotros y las cosas, nos invita al recogimiento y a la reflexión, agudiza nuestros sentidos», valora la escritora que, en una entrevista con este diario, reconoce que sus obras favoritas vinculadas a la nieve son aquellas en la que ésta no es mero decorado, sino que tiene «vida propia». En su libro aparecen cuentos de hadas –La Reina de las Nieves, de Andersen, por ejemplo–, obras de novelistas rusos como Tolstoi o Dostoievkski, la poesía de Santôka, de Char, de Rilke o de Marina Tsvietaieva, también la sensibilidad japonesa de autores como Tanizaki o Kawabata. «Son autores que parecen apantallar el silencio de la nieve o elevarla al rango de protagonista», apunta. Para esta autora que ha reflexionado en su ensayo sobre el poder de atracción que ejerce la nieve, esta «tiene un alfabeto particular, una gramática, y habla un lenguaje exclusivo, distinto a de las palabras. Yo he intentado que la nieve se escriba a sí misma para abordar los temas universales de la belleza, la ideal del tiempo fugitivo o la relación entre la creación y la magia. Creo que fundamentalmente la nieve sirve de espejo a quien la contempla», explica.

Un paisaje sin igual

Da igual que sea en la ciudad, como excepción, o en el campo, donde se percibe como un augurio de «bienes», atendiendo al dicho. «Yo creo en la fuerte impresión que tenemos de que la nieve lleva a cabo una tarea de purificación de la tierra y que esta operación produce un efecto parecido en nosotros. Es como si nos lavara los ojos y nos permitiese ver de una forma nueva», prosigue la escritora madrileña afincada en Cantabria. Está de acuerdo en la fascinación que produce, tanto en la ciudad como en el campo. «Borra una realidad e instaura otra. El mundo conocido queda sepultado y bajo su manto blanco, pero la realidad está ahí».

Quienes conocen muy bien esta atracción son los alpinistas. Óscar Gogorza es uno de ellos que, a pesar de haber nacido en la costa, se «pasa la vida» yendo a la nieve. Al menos, durante los tres esperados meses que puede practicar sus deportes favoritos, esquí de montaña y escalada en hielo. En su caso, se «enganchó», en primer lugar por «el sonido de sus pasos, en pleno invierno, solo, concentrado en la pisada... Ese silencio absoluto solo la trae la nieve», cree. La fascinación, en su caso, le llega por los sentidos. «El manto blanco, además de hacer la montaña más bonita, da una sensación de serenidad fabulosa que no se experimenta en otras estaciones». A estas alturas de la ola de frío, de seguro que este estado de fastidio se ha instalado en el ánimo de muchos para desplazar la ilusión inicial.

INSPIRACIÓN BAJO CERO

Todas las disciplinas artísticas se han rendido al poder cautivadora de la nieve como elemento inspirador. Aquí, una selección.

Motivos editoriales

Esta editorial tiene a la nieve y el frío como 'leitmotive'. «Pronto llegará la nieve. Se siente en el aire», es su lema. En su catálogo destacan obras para empaparse de este paisaje hasta la saciedad tales como 'Hôzuki, la librería de Mitsuko', de Aki Shimazak; 'La llamada de lo salvaje' de London o el clásico de la literatura nórdica 'Arde el musgo gris', de Thor Vilhjálmsson.

Literatura rusa imprescindible

La literatura y la poesía rusas, como no podría ser de otra forma suele convertir a la nieve en algo más que un paisaje de fondo. Para empaparse de ella, las lecturas de León Tolstói (autor de Anna Karenina, Guerra y Paz) o Fiódor Dostoyevski (Crimen y Castigo, Los hermanos Karamazov) resultan imprescindibles. El cine también hizo adaptaciones de las obras más célebres.

Pintores en blanco

La historiadora del arte Laura Franch realiza un repaso a los pintores que mejor han reflejado el paisaje nevado. Aunque advierte, «hay muchísimo donde elegir», cita a T Allen Lawson y sus «preciosos paisajes y graneros nevados de Wyoming y Maine» o las ilustraciones del japonés Basui Hasui. Pero si tiene que elegir se queda con el «inconfundible» Eyvind Earle, en la imagen.

Para crímenes perfectos

El atractivo que tiene el paisaje invernal no pasa desapercibido para los guionistas de series. No es casual que proliferen las tramas policiacas en tierras del norte, haciendo honor a la aplaudida generación de autores nórdicos de novela negra. Con permiso de la serie dedicada al agente sueco Wallander, toca citar los thrillers islandeses 'Fortitude' o 'Atrapados', donde la nieve asfixia.

Una reina centenaria

'La reina de las nieves', escrita por Andersen en 1844, es uno de los cuentos que ha logrado fascinar a lo largo de decenas de generaciones. Las últimas, gracias a la adaptación de Disney, en su ya clásico, Frozen, la película que estuvo en el 'top' de las más taquilleras durante seis años, desde que se estrenó en 2013. Su segunda parte, estrenada hace dos años, no le desmereció.

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