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Quizás le haya pasado. Ir conduciendo por la autopista y sorprenderse al darse cuenta de que el camión que acaba de adelantar lo conduce una mujer. Sí, todavía choca, y es que en Europa solamente un 1% de las personas que circulan al volante de un camión son mujeres, según un estudio publicado por Volvo Trucks y la asociación estadounidense 'Women in Trucking'. Suecia, con un 3% de camioneras, encabeza el ranking europeo, mientras que a nivel mundial destaca el 5% de Estados Unidos.
En España, alrededor de 23.400 mujeres tienen la licencia de camión —ya sea el carné tipo C, para rígidos, o el de tipo E, para articulados—, lo que representa casi tres de cada diez licencias emitidas, según los datos de la Dirección General de Tráfico (DGT). El dato, en comparación con los números anteriores, parece abultado. Otra cosa es la cifra de estas mujeres que ejercen profesionalmente como camioneras. No se sabe.
Lo único que se encuentra detallado es la cantidad de licencias emitidas por comunidades autónomas. A la cabeza de este listado, Baleares y Canarias, con un 37% y un 31%, respectivamente, de carnés de camión en manos femeninas. Este porcentaje es mucho menor en la península y, especialmente, en el norte, con Cantabria cerrando la cola de licencias de camión sacadas por mujeres (6,41%), seguida de La Rioja (6,9%).
En este sector es llamativa la brecha de género, pero otros, como el de la industria manufacturera y la construcción, también tienen una aplastante mayoría de hombres. Mientras que en la educación, la sanidad y las actividades del hogar ocurre lo opuesto, hay un mayor número de mujeres trabajando.
Con el objetivo de fomentar el empleo en igualdad de oportunidades en las empresas de transporte de mercancías, en 2017 la Comisión Europea lanzó la plataforma 'Women in Transport'. Y cada vez hay más iniciativas que promueven la incorporación femenina al sector, como el proyecto 'WoMan', desarrollado por MAN Truck & Bus Iberia, cuya misión es impulsar la formación de la mujer como conductora profesional con becas que cubren hasta el 70% del coste del permiso de conducción para camiones, así como el Certificado de Aptitud Profesional (CAP) para el transporte.
Tres representantes de este reducido grupo de mujeres del gremio en España, con perfiles y edades muy distintas, nos relatan su experiencia al volante y animan a otras que estén indecisas a subirse a bordo.
Julia Gómez
Tengo cuatro hijos y una nieta y mi lema siempre ha sido «la familia es lo primero», por eso siempre he tenido trabajos eventuales. Hace 15 años empecé llevando una furgoneta pero, cinco años después, mi jefe me animó a sacarme el carné de camión. Él apostó por mí y le estoy muy agradecida por ello, porque cuando eres madre, no es que no sepas que tienes capacidades para hacer cosas, pero a veces las guardas en un cajón para priorizar a tus hijos.
Al principio pensé que me había equivocado completamente, fue duro y agobiante, pero ahora me gusta mucho. Yo lo que hago es JIT –la sigla de 'just in time' o 'justo a tiempo', que resume la técnica utilizada en las cadenas de suministro que busca evitar acumular mercancías innecesarias en los almacenes–, no viajo lejos de Navarra, que es donde resido, y mi jornada laboral es de ocho horas (de 6 a 14 horas), así que vivo mejor que otras camioneras, pero eso también se traduce en un sueldo inferior.
Lo peor del trabajo es que es un poco monótono, cargar, conducir, descargar y vuelta a empezar. Además, siempre vas con prisas, tensión y estrés, pero eso no me disgusta, y es muy enriquecedor, porque te permite conocer a gente de todas partes y estar constantemente aprendiendo. Lo que me hace gracia es que todavía la gente me mire dos veces cuando me ve porque no se cree que sea una mujer llevando un tráiler.
En general, malas experiencias no he tenido, pero sí curiosas. Por ejemplo, mi alianza de casada son dos anillos entrelazados y algunas personas, al verme con un camión y pensar que llevo dos alianzas, aunque solo es una, deducen que soy viuda.
Ganka Giorgieva
Hace 26 años que vivo en España, aunque soy búlgara, y desde entonces he tenido trabajos de todo tipo. En el campo, en fábricas, de limpiadora… la última vez que me quedé en paro decidí hacerme camionera, como mi marido, que lo es desde hace 15 años. Para mí lo más difícil fue aprobar el examen teórico, por el idioma; y al principio (empezó en marzo de este año) me daba un poco de miedo conducir de noche, pero ahora lo llevo sin ningún problema.
Nosotros somos autónomos y viajamos por toda España, además de a Francia y Portugal. Habitualmente, salimos los domingos y volvemos a casa los viernes. Hay días que hacemos jornadas de 20 horas y conducimos toda la noche, haciendo turnos de cuatro horas. Lo podemos conciliar con la vida familiar porque mis hijos son mayores de edad y se apañan solos.
Las personas con las que yo he tratado han sido siempre amables, aunque la gente se sorprende al verme conducir el camión. Por eso animo a las mujeres que quieran ser camioneras a que lo hagan sin miedo. Si lo puede hacer un hombre, puede hacerlo una mujer.
Oti Cabadas
Yo trabajaba en un restaurante cuando conocí a mi marido, que es camionero. Fue durante el primer viaje que hice con él en camión a Barcelona cuando supe que quería ser camionera. Entonces tenía 21 años, y hasta hoy, que llevo un tráiler de 40 toneladas y me cruzo España todas las semanas (una media de 3.000 - 4.000 kilómetros semanales).
Al principio es difícil, y también cuando estás en un sitio muy estrecho, pero con la práctica se convierte en lo mismo que conducir un coche. Simplemente hay que echarle valor, porque a veces eres la única mujer en salas llenas de hombres. Yo, por ejemplo, soy la única mujer camionera de mi empresa.
Si faltan conductores en España, y mujeres, es porque son muchas horas de conducción, las estaciones de servicio no están muy preparadas, parte del sueldo se te va en la carretera (comida, duchas…), es complicado mantener las relaciones sociales y sacarse el carnet es caro –entre 800 y 1.200 euros, aproximadamente–.
En cuanto a los estereotipos, es cierto que, de primeras, es común que se ponga un poco en duda la capacidad de las mujeres para desempeñar el trabajo. Hay personas que dan por hecho que si preguntas algo es porque eres nueva o porque no tienes ni idea, pero quizás porque todavía no está normalizado que haya camioneras. Aun así, creo que la profesión es indiferente para que alguien te trate de forma irrespetuosa. Si te toca algún maleducado por el camino da igual que seas camionera u otra cosa.
A mí me encanta mi trabajo y, aunque hay momentos duros, como ha ocurrido con la pandemia, por ejemplo, también tengo anécdotas divertidas. Por ejemplo, un día que me paró la Guardia Civil. Serían las seis de la mañana y, como había estado conduciendo toda la noche, temí que hubiera atropellado a algún ciclista sin enterarme. Otra cosa no podía ser, porque no había hecho nada. Estaba temblando, pensando que me iba a ir a la cárcel, así que cuando me pidieron el carné les pregunté que por qué me paraban. Resulta que, como llevo el pelo rapado y no abulto demasiado ¡me habían confundido con un niño!
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