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¿Se imagina salir a cenar, tomarse unas copas de vino y un par de combinados y levantarse a la mañana siguiente como si nada? Pues es posible, siempre y cuando se elija la versión 'sin' de la carta de bebidas, «un sacrilegio para muchos ... y una absoluta bendición para otros», abre el debate Mario Sánchez, tecnólogo alimentario y divulgador científico. Consideraciones personales al margen, lo cierto es que cada vez son más los clientes que demandan este tipo de bebidas desalcoholizadas para disfrutar de un trago sin añadir demasiadas calorías al menú ni dañar el organismo más de la cuenta.
Se empezó con las cervezas sin alcohol y las llamadas '0,0', pero la oferta en tiendas especializadas y grandes superficies ya incluye referencias de 'vino', 'ginebra', 'vermú', 'ron', 'whisky' e incluso 'tequila' o 'absenta' sin una gota de alcohol o con tan poca cantidad (siempre en un grado alcohólico inferior al 0,5%) que no se puede considerar una bebida alcohólica, según la normativa española. «Pura fantasía tecnológica», coinciden los expertos. De hecho, lo escribimos con comitas porque legalmente no se puede llamar vino, ginebra, bourbon o vodka a una bebida que no lleva alcohol. «Más allá de la definición y el etiquetado de este tipo de productos, actualmente se está trabajando a nivel europeo para velar por la garantía de los consumidores y pronto habrá novedades al respecto», desliza el presidente de la Federación Española de Espirituosos, Bosco Toremocha, ante el auge en la demanda de desalcoholizados.
«Este tipo de productos son una muy buena opción para todas aquellas personas que no quieren o no pueden tomar alcohol por temas de salud, religión, mujeres embarazadas o gente con problemas con la bebida», señala Miguel Ángel Quesada, propietario de una de las primeras tiendas españolas (La Taberna Sin) dedicada exclusivamente a la venta de bebidas sin alcohol desde hace casi una década. «De un tiempo a esta parte, las empresas del sector se han puesto las pilas y no solo han ampliado el catálogo de bebidas, sino que también se esfuerzan para elaborar productos de mayor calidad y más logrados», precisa Quesada, con tienda física en la localidad sevillana de Casariche.
Pero, ¿qué es exactamente una bebida desalcoholizada? «Pueden ser varias cosas», aclara Mario Sánchez. De hecho, existen diferentes procesos tecnológicos para conseguir extraer el alcohol sin que el sabor final se aleje demasiado del de la bebida original. En las cervezas, por ejemplo, se aplica calor hasta lograr que se evapore el alcohol que contiene, mientras que en el caso de los vinos y destilados se juega con la presión y el vacío para eliminar el contenido alcohólico con una pérdida mínima del aroma.
«Son los mismos maestros los que trabajan las bebidas con y sin», precisa Miguel Ángel Quesada. Ahora bien, «es importante que revisemos el etiquetado, ya que algunos productos podrían contener un pequeño porcentaje de alcohol», aconseja Mario Sánchez, que está detrás de la página Sefifood.
Muchas de estas bebidas también se presentan en su versión menos calórica. Y en este punto también debemos estar alerta. 'Light' no es sinónimo de sin alcohol. Para etiquetar un producto como bajo en calorías, simplemente tiene que tener un 30% menos de contenido calórico que el original, recuerda Bosco Torremocha. Es decir, «basta con rebajar la graduación alcohólica lo justo y necesario para conseguir esa reducción de calorías del 30%. ¿Resultado? Es 'light', pero no 'sin'», alertan los expertos. «Las bebidas desalcoholizadas engordan mucho menos porque no llevan alcohol, que es lo que aporta las calorías al trago. Concretamente, 7 kilocalorías por gramo», añade el empresario sevillano, cuya tienda está especializada en 'vinos' desalcoholizados.
Según el chef valenciano Jorge Bretón, coordinador del área de Vanguardia del Basque Culinary Center (BCC), otro trago interesante para las personas que huyen de los refrescos azucarados y sin alcohol es la kombucha, una bebida analcohólica –no supera el grado de alcohol– con un punto de amargor y acidez elaborada a base de té fermentado. «Se puede tomar sola –las hay de rosas, de fresa, de frambuesa, de limón y jengibre, de naranja y zanahoria...– o combinada con zumos. Otra opción es el té con soda, sobre todo si eres amante de las infusiones», propone.
«El mundo de la alimentación y de las bebidas está inmerso en una constante evolución. Lo vemos en la alimentación con productos que hace apenas unos años no se nos pasaban por la imaginación, como las hamburguesas o filetes sin carne y ahora también lo observamos en el sector de bebidas, con los destilados 'sin'. Como siempre, los consumidores mandarán y también la calidad de los productos que se pongan en el mercado», razona Bosco Torremocha.
Si la conservación de los sabores y los aromas en espumosos y licores es muy importante, en el caso del vino es un «tema fundamental», advierte Miguel Ángel Quesada, propietario de una tienda especializada en 'vinos sin alcohol', la mayoría procedentes de Castilla-La Mancha. A grandes rasgos, «lo que se hace es como una deconstrucción del 'vino'. Se elimina el alcohol y después se vuelve a construir sin el alcohol. ¿El problema? Los aromas son tan volátiles como el alcohol, de ahí que en algunos casos se deje una pequeña cantidad (siempre inferior al 0,5%) para no perder todas las propiedades organolépticas del producto final». ¿Hay mucha diferencia de sabor respecto a los vinos originales? Los expertos cifran en un 20% la pérdida aromática respecto a los originales.
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