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Algunas de las muestras de pezones censurados recopiladas por @nipplemagazine, con imágenes de @marfromthe1975, @s0ni4, @boobs4prevention, @stephwilsonshoots, @madamepavane y @tasteonit.

La liberación de los pezones

«¡Sácalos a pasear!», propone la activista Patricia Luján en un libro-manifiesto contra la censura de los pechos femeninos en las redes

CARLOS BENITO

Lunes, 16 de marzo 2020

Si unos alienígenas empleasen las redes sociales para investigar la anatomía del ser humano, podrían llegar a conclusiones disparatadas. Tendrían claro, y en eso acertarían, que los machos de la especie presentan un par de pezones colocados de manera más o menos simétrica a ambos ... lados del pecho. En cambio, se quedarían igualmente convencidos de que, en el caso de las hembras, existe un asombroso repertorio de soluciones para esa misma parte del cuerpo, como si la evolución se hubiese entregado ahí a un derroche de fantasía: hay mujeres que tienen esa región extrañamente pixelada, en otras aparece perpetuamente cubierta con un tachón o una sombra y las hay también que lucen una llamativa variedad de figuras, como emojis, flores, corazones, limones, ojos, estrellas, logos comerciales o huevos fritos. Lo que en ningún caso parecen tener las mujeres de las redes son pezones.

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«Los pezones femeninos son una realidad invisible en Instagram o Facebook. No existen. Están prohibidos. No son bienvenidos. Y dar con uno es más difícil que encontrar a Wally», resume Patricia Luján, una creativa publicitaria que lleva años implicada en la lucha contra la censura del pecho femenino. Desde 2016 es la editora de @nipplemagazine, que denuncia desde una perspectiva artística esa invisibilidad de los pezones en Instagram, y ahora acaba de editar '¡Pechos fuera!' (Zenith), un libro que aspira a convertirse en manifiesto y provocación. Según argumenta, estos gigantes de internet no hacen más que aplicar un punto de vista patriarcal que hipersexualiza los pechos y a la vez los convierte en algo molesto y vergonzoso, que debe ser reprimido para 'proteger' a otras personas. Es lo que la teórica del cine Laura Mulvey bautizó como 'male gaze', la mirada masculina que representa a las mujeres como meros objetos de deseo, y sus implicaciones nos alcanzan de alguna manera a todos: Luján se planteó usar como imagen de portada el pecho de una niña de 8 años, femenino aunque sin desarrollar, pero se autocensuró al darse cuenta de que algunos verían en esa foto «carne joven, deseo, abuso y pederastia». Al final, muestra dos pechos adultos.

Si uno sube a las redes una foto en la que se vean los pezones de una mujer (sea un recuerdo de las vacaciones o la portada original del tercer álbum de Jimi Hendrix), es probable que se la borren sin previo aviso o incluso le suspendan la cuenta. Por supuesto, si los pezones son de hombre, no habrá problemas. Pero incluso el perfil de @nipplemagazine, que solo recopila pechos censurados, ha acabado cerrado durante meses y 'shadowbanneado', es decir, penalizado en las búsquedas para que los usuarios no den con él. Hay un detalle muy curioso y significativo: los 'hashtags' o etiquetas son el sistema más socorrido para realizar una búsqueda temática en Instagram, pero algunos tan obvios como #nipples (pezones), #tits (tetas) o #pechos simplemente no existen, por mucho que alguien los emplee en sus 'posts'. «Más de un tercio de la población mundial vive en un mundo donde los pezones femeninos son píxeles, son emojis o directamente no existen –reprocha Luján, en referencia a los 2.200 millones de usuarios de las redes–. Y con ello se graba la idea de que los pezones, los pechos y por ende el cuerpo femenino es algo que debe ser ocultado».

Afrodita nunca lo dijo

En '¡Pechos fuera!' (una exclamación atribuida popularmente a Afrodita A, la compañera ginoide de Mazinger Z, pero que en realidad jamás pronunció), se recopilan jugosas iniciativas que evidencian el fondo absurdo de esta doble moral. En 2016, una organización argentina contra el cáncer de mama lanzó una campaña para explicar cómo hacerse una autoexploración, pero, para eludir la censura, se sirvió de unos grandes pechos masculinos que resultaban inobjetables desde la óptica de las redes. Un año antes, la activista trans Courtney Demone había retado al sistema con la etiqueta #DoIHaveBoobsNow (¿tengo tetas ahora?), que cuestionaba en qué momento de su terapia de reemplazo hormonal empezaría a ser censurada. La iniciativa Genderless Nipples (pezones sin género) trata de «aturdir» al algoritmo de Instagram con primerísimos planos de pezones, tan cercanos que resulta imposible clasificarlos como masculinos o femeninos. Y una más: el año pasado, el fotógrafo Spencer Tunick, especializado en muchedumbres desnudas, retrató a un centenar de personas que se cubrían el pubis y el pecho con troqueles de pezones masculinos. Lo hizo justo delante de la sede de Facebook.

Hace ya ocho años que despegó el movimiento internacional Free The Nipple, que defiende el derecho de las mujeres a mostrar sus pezones en público, pero no parece que se haya avanzado mucho. El año pasado, la cantante chilena Mon Laferte posó en la entrada de los Grammy con los pechos al descubierto, en un acto de denuncia de la violencia sexual en su país, pero, conocedora de la implacable tijera de las redes, subió a su cuenta de Instagram una versión en la que los pezones estaban cubiertos por dos florecillas y la acompañó con un comentario contrario a la censura. Ese mismo día, cuando el 'post' se viralizó, Instagram limitó las publicaciones con la etiqueta #monlaferte. La autocensura tiene dos manifestaciones extremas, a caballo entre lo escandaloso y lo grotesco: una consiste en borrar digitalmente el pezón, como si ni siquiera existiese, y la otra tapa cada pezón femenino con la imagen de un pezón masculino, tan similar pero, al parecer, tan distinto.

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¿Tiene sentido insistir en esta pelea cuando al feminismo le quedan tantos desafíos pendientes, que pueden parecer de mayor trascendencia? Patricia Luján no lo duda: «Se trata de igualdad. Se trata del derecho a decidir sobre tu propio cuerpo. Se trata de no discriminar a más de la mitad de la población mundial. Se trata de que dejen de convertir nuestros cuerpos en objeto. ¡Nuestros pezones no son un emoji!».

«¿Censurarán la portada de un libro?»

Patricia Luján aspira a convertir su libro en «una acción-provocación» a través de una campaña en las redes: se trata de que los lectores compartan una foto cubriéndose el propio torso con la portada y la contraportada, en las que aparece un par de pechos desnudos. «¿Censurarán la portada de un libro?», plantea. En principio, parece que no supone un obstáculo: algunas de las imágenes han durado diez minutos 'online', mientras que otras permanecen.

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