¿Qué tienen en común punks y pijazos?
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Ambos lucen piercings, la joya que famosos, firmas de lujo e Instagram han normalizadoLe preguntas a Andrés Samaruc, que tiene un estudio en la localidad valenciana de Catarroja si ahora mismo perforarse está más de moda que nunca y casi se le derriten los tatuajes y el metal de sus propios piercings. Se hace un silencio antes de su respuesta, que, cuando llega, duele como un pinchazo sin anestesia en lo más blandito del orgullo. «¿De moda? Eso podría decirlo mi suegra», aguijonea. Él, que lleva desde 2004 haciendo tatuajes y piercings y enseñando a aprendices estas artes, cree que considerarlos una moda es algo poco serio. Porque, para quienes se dedican profesionalmente a este tipo de modificaciones corporales, se trata de una cultura... Eso sí, también admiten que en los últimos tiempos se ha popularizado increíblemente. «Ya es algo totalmente normalizado. Y en esto ha influido mucho que famosos y famosas los lleven. Los jefes cada vez tienen menos problemas con que sus empleados lleven piercings. Además, se pueden quitar... Y las chavalas de colegios de monjas, si los llevan en sitios visibles, optan por los de silicona. Hay ya soluciones para todo», explica. Samaruc afirma que su sangre fría y sus muchos años de experiencia le han permitido hacer piercings en lugares tan complicados como la campanilla –«¿su finalidad? Ninguna»– o tan delicados como los genitales –«¿su finalidad? Placer sexual»–, pero no ha logrado vencer a su bestia negra: los bebés a los que pone pendientes. «Lo paso fatal», admite.
Exceptuando a estos clientes de pocos meses –que, en nuestra tradición, eran los únicos a los que se les agujereaba el cuerpo con fines estéticos–, lo cierto es que todos los profesionales del gremio coinciden en afirmar que la gente cada vez tiene más ganas de horadarse para ponerse joyas. Aunque los clientes más habituales están entre los 14 y los 30 años –los menores, siempre con permiso–, últimamente la edad va en aumento. Sobre todo, se ha constatado un incremento brutal entre las mujeres de más de 40 años. Es una edad en la que buscan algún signo de rebeldía, de juventud, de empoderamiento, un toque malote... Algo así como una 'aventura' (aunque sea estética).
Fernando Álvarez, del estudio Vanir Tattoo de Ordes –un municipio situado entre Santiago y A Coruña–, afirma que cada vez se hacen más. Primero, porque »la gente ya no tiene mucho miedo a las agujas, que ahora son muy buenas y traspasan la piel como si fuese mantequilla»; segundo, porque la pandemia ha hecho que la gente se vuelva más atrevida, quiera romper moldes y probar cosas nuevas. «Después de la primera oleada de la pandemia, la gente loqueó. Antes del verano, todo el mundo a ponerse piercings... Yo creo que lo vieron como una liberación. ¡El trabajo se nos multiplicó por tres! Por ejemplo, cuando acabó el cole, vinieron muchos adolescentes. Estuvimos encerrados y luego queríamos hacer de todo, cambiar de aspecto... . Con sus padres sentaditos en la sala de espera, ¿eh?», aclara Fernando.
Su particular 'teoría de la liberación' tuvo protagonistas de todas las edades. Fernando recuerda a una señora de 81 años que se hizo un piercing en la oreja y que también quería un par de tatuajes: «Era la típica que había sido muy formal siempre. Y decía que, antes de morir, quería hacer un montón de cosas. 'No fui loca antes, pues lo voy a ser ahora', me contó». Es una postura muy punk, la verdad, de romper tabúes y estereotipos. De lo hago porque me da la gana. Cada cual tiene sus motivos, pero siempre implican un deseo de cambio, de libertad. De hecho, ahora mismo, mucha gente aburrida y frustrada –con cerrojazos y limitaciones vitales por la Covid– ya está mirando por internet qué ponerse y dónde cuando todo esto termine, tal y como constatan desde la platafora de arte urbano Kaosystem, que aglutina a trabajadores del gremio.
No les falta información ni posibilidades. «Las tendencias son muy variadas y la gente se los hace donde más le gusta, sin ningún prejuicio», afirma Orlando Fernández, de Salamanca Classic Tatoo. Además, si el abanico de edad se ha abierto con la 'normalización' del piercing, no digamos ya el espectro social. Hace mucho que dejó de ser la marca de la casa del punk de los setenta o de la fiebre noventera del grunge con sus adornos poco glamurosos. Ahora mismo, hay piercings y accesorios para todos los estilos y uno puede gastarse lo que quiera. Con cristales de Swarovski, de oro blanco, con diamantes... La aparición de famosos y famosas con estos adornos (reales o 'fakes', porque muchos simulan ser un piercing pero no precisan agujero) ha impulsado la edad dorada de este complemento. Sobre todo, los colocados en la oreja, tanto en la parte superior del cartílago (llamado helix, porque cada piercing tiene su nombre, para quien no lo sepa) como en ese triangulito de carne que hay a la entrada de túnel del oído (tragus). Actrices como Gwyneth Paltrow, Emma Stone, Julianne Moore o Scarlett Johansson han completado sus mejores looks de gala con piercings, de pega o no. Y las modelos e instagrammers, lo mismo.
De hecho, J. Colby, uno de los expertos en piercing más solicitados de la Gran Manzana, ha asegurado que antes de la Semana de la Moda de Nueva York, un escaparate social de primer orden donde las espectadoras se ponen sus atuendos más cuidados, el número de clientas aumenta un 40%. Como los grandes peluqueros o esteticistas, tiene lista de espera.
Quienes acuden a él buscan emular a las modelos de grandes firmas como Givenchy, Dries Van Noten o Alexander McQueen, que lucen anillas y otros adornos en distintas partes del cuerpo. Y hasta el clásico imperdible en la cara. Ahora, algún lector estará pensando: 'Si Sid Vicious levantara la cabeza...'. Probablemente, él y los punks de la vieja guardia se caerían redondos al comprobar cómo esa quincalla que para ellos era un signo de rebeldía ha mutado en exquisitas joyas que se venden, por ejemplo, en los exclusivos almacenes Barneys de Nueva York a precios desorbitados. Aunque también los ofertan más 'asequibles' para las jovencitas estilosas (de unos 1.400 euros).
Un momento. Acabamos de hablar en femenino. ¿Por qué? Porque ahora mismo, aunque los diseños más lujosos buscan atraer a un público unisex, son ellas las que más se lanzan a agujerearse y colocarse adornos espectaculares. Así lo afirma Regina Alonso, dueña del Regina's Tattoo, de Terrassa. «Vienen más chicas que chicos a ponerse piercings. Ahora los más solicitados son los de las orejas y los de la punta de la lengua, que se ven mucho en Instagram y en Tik Tok. Yo misma llevo uno en la punta de la lengua. Se está pidiendo mucho más que el tradicional que se colocaba a mitad de la lengua, atravesando, porque se ve más al hablar, en las fotos... Y, cuando se acerca el verano, hacemos cantidad de ellos en el ombligo, que es muy femenino», repasa la anilladora, que ni tiene dudas de dónde se fijan las tendencias: «Las redes sociales marcan el camino, mucho más que el famoseo».
Coincide con sus compañeros en que ahora mismo el peso de las clientas femeninas es mayor, pero ellos también son coquetos y suelen animarse. Aunque, dicho sea de paso, son «bastante más quejicas» que ellas. «Muchos se hacen los valientes, sobre todo los que vienen con amigos, pero se les ve una cara...», dice. Y ya no digamos si se lo hacen en el pene. ¿Alguno se ha levantado de la camilla con el trabajo sin terminar? «Nooo –asegura–, siempre se me han ido con la joya puesta».
Pezones, lengua, genitales. Desde luego, colocarse un piercing en estas zonas no va a convertir a nadie en una bomba sexual por arte de magia, ya que las habilidades de cada cual son lo que define a los buenos amantes. Pero hay cierta unanimidad en que el roce del metal –liso, frío– y su vibración con el movimiento pueden activar las terminaciones nerviosas, tanto las de la persona que lleva la joya como las de su pareja. Y también puede hacer diabluras imprevistas. «Una clienta se puso uno en el clítoris y luego se fue a una discoteca y se puso junto a un bafle enorme. Y con los graves...», recuerda Fernando Álvarez. ¿Superplacer? «Nooooo, lo tenía sin cicatrizar, se tuvo que ir de allí antes de lo que hubiese querido. Y mira que la avisamos de que ese tipo de piercings necesita muchos cuidados hasta que cura. Lo que pasa es que la gente, una vez que sale de aquí, hace lo que quiere».
Todo profesional alerta siempre de que hacerse un piercing conlleva el compromiso de mimarlo hasta que sane. Sobre todo, en las mucosas. Por este motivo, en Gales propusieron que a los menores no se les permitiese hacerse piercings en estos lugares (en otras zonas del cuerpo, sí), al no considerarlos maduros para mantener una correcta higiene que evitase infecciones.
Vale, los piercings están en auge. Pero no todos ni en todos los sitios. Hay algunos que fueron muy populares y que ya se piden poco. «Antes lo de la ceja era un signo de rebeldía y ahora es considerado de 'canis'. Lo mismo que el de la parte inferior del labio, que es de 'chonis'», asegura la anilladora Regina Alonso. Darío Andrade, del estudio de tatuajes y piercing House of Machines de Madrid, tiene claro lo que más se lleva ahora: «El navel, el piercing del ombligo, está super de moda entre las adolescentes. A los chicos de esas edades les suele gustar más el helix (en lo alto de la oreja). Uno que está triunfando en los últimos años entre jóvenes de 25 a 35 años es el septum (anilla en la nariz), un piercing que antes era exclusivo de punkis y ahora lo lleva cualquier tipo de persona con naturalidad. Y, entre la gente joven, tanto chicos como chicas, se lleva mucho el nostril (lateral de la nariz). Las chicas suelen poner un brillantito o un aro fino, mientras que los chicos suelen usar la típica bolita de acero». Según cuenta, a la gente que supera la treintena, sobre todo las mujeres, les gustan los piercings «más elaborados y con mejores joyas, por lo tanto mas caros. Se hacen composiciones con diferentes perforaciones formando figuras con las joyas, normalmente ópalos o brillantes».
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