Las casetes siguen dando vueltas

Las cintas, ese formato que nos pone a muchos a rebobinar recuerdos, se resisten a morir: cientos de sellos y artistas continúan editándolas

CARLOS BENITO

Lunes, 22 de junio 2020

Pocos objetos pueden competir con la casete como detonantes de la nostalgia. Basta toparse con una, o simplemente contemplar su silueta dibujada, para que la memoria rebobine hasta aquella época en la que las cintas eran las reinas del consumo de música. Son recuerdos vinculados ... a momentos y comportamientos hoy perdidos, casi arqueológicos: los eternos viajes en coche, escuchando las casetes habitualmente escasas de los padres; la costumbre de pasar la cinta dándole vueltas con un bolígrafo, para no arruinarse en pilas; la caza y captura de música en la radio, con las irrupciones de los locutores, que a veces marcaban para siempre nuestra idea del final de las canciones; el tráfico de cintas en el instituto, fundamental en el nacimiento de tantas melomanías; los tenderetes de casetes piratas en las fiestas patronales, ilegales e indiscretos... Y, por supuesto, aquellas cintas que se grababan para la persona amada, tan calculadas para causar la mejor impresión y, muchas veces, tan inútiles.

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«Para mí, las cintas evocan mi primer contacto con la música, descubrir un montón de canciones que grababa de la radio con el dedo en el 'pause' para evitar que se oyera la voz del locutor. Grabar una cinta era todo un trabajo de artesanía, hasta que conseguías todas aquellas canciones que te gustaban de The Communards, Leño, Tino Casal, Barón Rojo, Talking Heads, Housemartins, Kiss, Miguel Ríos, Siniestro Total, AC/DC... ¡Hoy cuesta creer que todo eso sonara en Los 40 Principales! Por fin las tenías atrapadas en aquella cajita de plástico y solo faltaba hacerle una portada chula, muchas veces tirando de las fotos de los discos que aparecían en el boletín Discoplay, y ponerle un título del tipo 'Varios 1984'. Podías estar escuchándola años y años sin cansarte», evoca Jorge Díaz, el 50% de Yo Fui a EGB.

Ese potencial nostálgico solo funciona, evidentemente, con la gente que vivió aquella época dorada de las casetes (o los casetes, forma también admitida por la RAE), que empezaron a venderse en la segunda mitad de los 60, se generalizaron a lo largo de los 70, lograron rebasar las ventas del vinilo en los 80 y experimentaron la inevitable decadencia en los 90 con la irrupción del cedé, aunque a finales de aquella década aún retenían el 20% del mercado español. A los niños, por ejemplo, la casete –tan física, tan mecánica, tan compacta– les suele inspirar un hondo desconcierto, propio de un artilugio indescifrable de alguna cultura exótica. El vinilo siempre ha mantenido una imagen más aristocrática y propicia a la exhibición pública, pero sería difícil sobrevalorar la importancia de la humilde casete en la formación musical de varias generaciones. Sus cifras oficiales de ventas siempre estuvieron muy por debajo de la realidad, ya que no contemplaban todo aquello que escapaba al mercado formal, desde las ediciones chungas de los expositores de gasolinera hasta los millones de cintas vírgenes que se grababan en casa. El volumen del pirateo preocupó a la industria hasta el punto de impulsar el mítico eslogan 'hometaping is killing music' (la grabación doméstica de cintas está matando a la música), con su logo de la casete y las dos tibias cruzadas.

¡Parece que estamos hablando de otra era! Y, sin embargo, contra todo pronóstico, la casete se resiste a morir y, en los últimos años, está experimentando un improbable resurgimiento, poco relevante en cifras absolutas pero llamativo desde un punto de vista cultural. El propio Jorge Díaz, que no solo sabe de nostalgias, nos sirve para constatarlo. ¿Cuándo fue la última vez que escuchó una casete? «Curiosamente, la semana pasada. En un concierto de Confeti de Odio, vi que vendía su debut en casete, me hizo gracia y lo compré. Por suerte, tenemos uno de esos equipos de música antiguos que van por módulos, con una pletina doble que hace poco tuvimos que arreglar, porque los niños habían metido pinturitas». Confeti de Odio es uno de esos proyectos de ahora mismo que insuflan vida a la casete, una lista que abarca estrellas internacionales en edición limitada (como The Strokes o Billie Eilish), figuras de la música alternativa (por ejemplo, las Hinds) y cientos de sellos que lo utilizan como su formato físico preferido, más barato de fabricar que el vinilo y más interesante que el cedé. La plataforma Bandcamp mantiene un epígrafe específico para las cintas que está en constante renovación.

Un objeto simpático

«La casete nos permite afrontar la edición de un trabajo en formato físico, con un tratamiento muy cuidado de todo lo que lo rodea. Culturalmente, las casetes han formado parte de nuestras vidas desde que éramos jóvenes y desde el principio significaron una democratización clara, debido a que todos podíamos copiarlas y regrabarlas en nuestros hogares. Por otro lado, nunca nos convenció el formato cedé: preferimos sinceramente publicar una casete y regalar a cada comprador esa misma música en formato .wav para que pueda volcarla en un cedé virgen si quiere», expone Yeray Portillo, del sello bilbaíno de música electrónica Eclectic Reactions. Hay escenas concretas (como la música industrial, el metal más extremo o el hardcore punk) en las que la casete ostenta cierta condición de emblema, de símbolo de autogestión e independencia, heredada de aquellos tiempos en que las cintas viajaban por correo hasta tejer redes por todo el mundo. Pero... ¿quién las escucha ahora? «El mercado sigue a pleno rendimiento. Quienes conservamos walkmans, pletinas, radiocasetes y demás seguimos consumiéndolas y numerosísimos sellos seguimos publicándolas», asegura Yeray, que destaca el «valor artístico» de las ediciones de Eclectic Reactions.

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«La casete es un pequeño gran formato que se resiste a desaparecer. Una de sus ventajas es el tamaño: caben en un bolsillo, son ligeras y fáciles de transportar. Es un objeto simpático», elogia el músico madrileño Charlie Mysterio, otro de esos numantinos que se aferran a las cintas: así están editadas las entregas de 'Cicatrices de un cuento', trilogía de su proyecto Los Caramelos, con una cinta de color cian, otra fucsia y la tercera verde. Para Charlie, el vinilo sigue siendo «el rey incuestionable», pero la casete resulta muy defendible desde el punto de vista del sonido: «La cinta magnética posee buena calidad musical, incluso puede superar al cedé. Prueba a grabar un vinilo en óptimas condiciones en cinta virgen y, a continuación, escúchala con parsimonia: apreciarás un montón de frecuencias y matices que desaparecen en la experiencia digital». Y, por supuesto, ese objeto manejable y rotundo nos devuelve la «experiencia táctil» que se ha perdido con las 'playlists' digitales, así como la reproducción ordenada y completa de un disco.

En muchas casas llegó hace tiempo el momento de relegar las viejas casetes a un trastero o, ay, de depositarlas en un contenedor, y eso siempre produce cierto desgarro emocional, como si nos desprendiésemos de parte de nuestra juventud, como si rompiésemos viejísimos lazos de afecto. «Mis cintas fetiche –explica Charlie Mysterio– son las que grababa y regalaba alguien cercano. Estaban pensadas especialmente para ti y las escuchabas hasta la saciedad. En ocasiones, la persona también las decoraba y dibujaba a mano, lo que las convierte en objetos únicos, pequeñas obras de arte. Me viene a la memoria una cinta grabada por un amigo de Santander, Chus, alrededor de 1991. Estuvo dentro del radiocasete de mi coche durante lustros, hasta que se debió de romper por el uso. Era una cinta de 90 minutos, pero puso música a miles de kilómetros de carretera».

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  1. Cuatro novedades

Hinds

The Prettiest Curse

El cuarteto madrileño, uno de los nombres más internacionales del rock español, ha lanzado una edición limitada en casete (de color rojo)de su tercer álbum, editado este mes. Según la práctica habitual, incluye la descarga de la versión digital. Ya se ha agotado.

Garazi Gorostiaga

Irauten II

La referencia más reciente del sello Eclectic Reactions Records, especializado en electrónica aventurada, es esta casete de ambient oscuro y texturas industriales de Garazi Gorostiaga. Cuesta 8 euros, lleva un envoltorio especial e incluye la descarga digital.

Los Caramelos

Cicatrices de un cuento (III)

La trilogía 'Cicatrices de un cuento', del grupo madrileño Los Caramelos, constituye una colección de casetes en sí misma: cada entrega ha sido editada por Discos Walden en cinta de un color distinto (cian, fucsia y verde). El lote completo, descarga incluida, se vende por 18 euros.

The Strokes

The New Abnormal

También hay estrellas globales que mantienen vivo el formato. Es el caso del grupo neoyorquino The Strokes, que ha sacado al mercado una versión en cinta de su sexto álbum. En principio, estaba destinada al Record Store Day de este año.

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