Secciones
Servicios
Destacamos
En términos de importancia, podríamos decir que leer es la tercera actividad más relevante que solemos hacer en la cama. Incluso, si las valoramos en función del tiempo que les dedicamos, para una parte de la población pasará a ser la segunda. Los libros siempre han sido un buen prolegómeno del descanso nocturno, una especie de puente que parte de nuestra vigilia cotidiana, con sus perfiles nítidos y sus problemas acuciantes, y se pierde entre las nieblas del sueño, la otra orilla, ese territorio imprevisible que escapa a nuestro control. La lectura puede conseguir que la transición entre nuestros dos mundos se vuelva suave, gradual y placentera, como una versión adulta de aquellos cuentos que nos contaban de críos al acostarnos.
Los expertos en sueño confirman ese efecto que muchas veces apreciamos de manera intuitiva: la noche que nos dormimos después de leer, el sueño nos resulta más reparador que si hemos estado hasta el último momento atendiendo whatsapps o jugando al 'Candy Crush'. Según un estudio de la Universidad de Sussex, no existe un recurso mejor para desactivar la tensión que hemos acumulado durante la jornada: los científicos provocaron en varias personas elevados niveles de estrés y después las pusieron a leer, a escuchar música, a pasear, a tomar té... El libro se impuso sobre los otros 'tratamientos', tanto en la proporción en la que reducía el estrés (un 68%) como en la velocidad a la que conseguía ese efecto (bastaban seis minutos de lectura para que el ritmo cardiaco, la tensión muscular y los demás indicadores recuperasen niveles normales).
dr. carlos egea
«La realidad es a veces el camino más corto a no dormir», resume el doctor Carlos Egea, jefe de la Unidad del Sueño de la Organización Sanitaria Integrada de Álava y miembro de la Sociedad Española de Sueño (SES). «En esta sociedad –añade– el estrés provoca el 10 o el 15% de todos los problemas, incluido el sueño: si te vas a la cama estresado, preocupado, incapaz de cambiar tu pensamiento, no te vas a dormir. Forma parte de un proceso que arranca con la cena, la charla con tu pareja, lavarte los dientes... una serie de rutinas en la que el acto de leer resulta positivo, saludable. Leer y hacer de esa lectura tu propia película genera un ejercicio mental que te desconecta de tu mundo, de tu día a día, y te introduce en otro diferente. Para dormirte es muy importante apartar los problemas y dejarte seducir por la oscuridad y la ausencia de ruido. La lectura y el estado emocional están muy relacionados, y el estado emocional constituye un factor importantísimo de cara al sueño, así que leer y dormir forman muy buena pareja». También la televisión nos puede distanciar de nuestras preocupaciones, pero no resulta equiparable: «Empeora el sueño en un 30 o 40% de las personas, por la luz, la tensión... Son efectos contrarios. La radio sí puede favorecer en algunos casos el sueño, con ese ronroneo de palabras que puede recordar a los cuentos», puntualiza el doctor Egea.
¿Influye el argumento del libro? «Sabemos poco sobre eso. Parece mejor optar por lecturas relajantes o, al menos, en las que la tensión o la intriga no te impidan dejar el libro hasta acabarlo. Hay que encontrar un equilibrio. Puede servir perfectamente el periódico, aunque quizá en estos momentos no sea lo más recomendable, porque nos devuelve a los problemas del mundo». ¿Papel o pantalla? «Hay que leer en libro de papel o en ebooks de buena calidad, sin luz azul, que simulan muy bien la hoja. El móvil es un problema de cara al sueño: a los que trabajamos en esto nos gustaría que todo el mundo pusiera el teléfono en modo avión para dormir y que ellos mismos se pusieran en modo avión, porque el salto del WhatsApp y del correo es un problema». ¿Y debemos leer metidos ya en la cama? «Mejor en el salón o en alguna antesala: la cama es para dormir y mantener relaciones sexuales, no para hablar, para comer ni para otras actividades. Vamos quitando al sueño su tiempo y también su espacio», lamenta el especialista de la SES.
Esa puntualización da pie al enfoque inverso de este asunto, que también tiene su miga: de acuerdo, se duerme bien después de leer, pero ¿ya se lee bien antes de dormir? En esto no hay manera de alcanzar conclusiones, porque la costumbre de llevarse un libro a la cama divide al universo bibliófilo en dos bandos. Para unos, la cama es el entorno perfecto para la lectura, una burbuja que parece concebida para explorar otros mundos. Para los otros, en cambio, plantea dos problemas básicos: la postura puede resultar incómoda y engorrosa (hay un montón de patentes de artilugios sujetalibros, hasta Unamuno se diseñó un atril especial) y el sueño acaba ganando el pulso y hace que perdamos el hilo de lo que estamos leyendo.
Elvira Lindo
En 'Una historia de la lectura', el escritor argentino Alberto Manguel evoca referentes como Leonor de Aquitania, que está esculpida en su sepulcro con un libro abierto; la escritora francesa Colette, acostumbrada a leer en la cama desde niña, o Josef Skvorecky, que transgredía las normas de la Checoslovaquia comunista con una linterna bajo las mantas, pero también recoge alguna voz discordante, como la del pedagogo y santo francés Juan Bautista de La Salle, que se mostraba muy radical en cuanto a los usos apropiados para el lecho: «No imitéis a ciertas personas que se dedican a la lectura y a otros asuntos: no os quedéis en la cama si no es para dormir», aconsejaba a comienzos del siglo XVIII. El propio Manguel, en su juventud, fue un ávido lector acostado de historias detectivescas, fiel al principio del poeta W.H. Auden de que un libro debe estar «reñido con su entorno» para multiplicar su eficacia: «No había nada como las novelas policiacas y los cuentos fantásticos para dormir tranquilamente», asegura Manguel, además de apuntar que la frase 'llevarse un libro a la cama' le sigue sonando «cargada de promesas sensuales».
Lorenzo Silva
Hagamos una pequeña encuesta en nuestro entorno:«Para mí depende de dos factores: de que haya dormido lo suficiente la noche anterior y del propio libro. Si lo primero no se da o el libro no me apasiona y arrastra –no digamos si coinciden ambas circunstancias–, soy un pésimo lector nocturno, me duermo y prefiero hacerlo por la mañana temprano. Si ando bien de sueño y con un libro de los que tiran de mí, ideal», expone el escritor Lorenzo Silva. Por su parte, Elvira Lindo suele leer «con frecuencia» en la cama: «Me ayuda a conciliar el sueño. Cuando comienzo a colar mi propia vida dentro de la trama del libro, me doy cuenta de que hay que apagar la luz. Un consejo para los que se quejan de que es incómodo: me construyo mi propio atril tomando un cojín y apoyando el libro encima, así alivio el peso y solo tengo que pensar en el equilibrio», recomienda.
Claro que la escritora plantea una posibilidad todavía mejor: «Hay veces en que me gusta volver a la infancia y escuchar una historia en vez de leerla y embauco a mi marido para que me cuente algo. A él le encanta contar, y a mí escuchar en la oscuridad me devuelve a ese momento mágico de la vida en el que me contaban cuentos».
En este mundo hay listas sobre cualquier cosa y, por supuesto, no faltan las que recopilan 'los mejores libros para leer antes de dormir', que suelen combinar obras esenciales de la historia de la literatura y volúmenes con cierta intención poética, como para anticipar las conexiones libres que el cerebro va a establecer durante el sueño. Un requisito habitual suele ser que el libro no sea un tocho inmanejable de varios kilos, aunque, con los ebooks, ya nada nos impide llevarnos a la cama la enciclopedia Larousse si se nos antoja. A la hora de la verdad, los aficionados a la lectura saben que no existen normas válidas sobre los títulos que elegimos como compañeros de cama.
¿Qué están leyendo ahora nuestros interlocutores antes de abandonarse en los brazos de Morfeo? «Tengo varios libros en la mesilla. Demasiados, diría yo. Ando un poco dispersa. Algunos tienen que ver con trabajo. Estoy leyendo 'Antisocial: la extrema derecha y la libertad de expresión en internet', para tratar de entender el mundo en el que estamos. También he vuelto a Carmen Laforet para un trabajo que estoy haciendo. Y estoy leyendo con verdadero deleite el Belmonte de Chaves Nogales en la edición de sus obras completas», pasa revista Elvira Lindo. Lorenzo Silva se organiza en dos fases: «Siempre leo un buen rato con mi hija pequeña antes de que duerma ella (ahora estamos con 'La isla misteriosa', de Verne, una maravilla), pero leer yo a solas depende de si tengo entre manos el libro adecuado. Ahora coincide que sí: 'Madrid', de Andrés Trapiello. Lo voy leyendo despacio, para paladearlo».
El doctor Carlos Egea, en cambio, afronta la última lectura del día con otra perspectiva: «Me gusta leer sobre cosas que me hayan llamado la atención durante la jornada: he visto algo sobre Alfonso XII o sobre la pirámide de Keops, por ejemplo, y dedico ese último rato del día a indagar en eso. También es verdad que no tengo ningún problema en atrapar el sueño: mi mujer me dice que soy el jefe del sueño, que parece que tengo poder sobre él... De joven sí leía novelas en la cama, pero lo dejé a raíz de '1984', de George Orwell, porque empecé a leerlo y no lo pude dejar hasta que lo acabé a las 7 de la mañana. Me di cuenta de que no podía seguir así».
Publicidad
Javier Martínez y Leticia Aróstegui
Rocío Mendoza, Rocío Mendoza | Madrid, Álex Sánchez y Virginia Carrasco
Sara I. Belled y Clara Alba
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.