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Eran nueve hermanos, así que en casa había tarea para todos. «Yo soy el segundo y me tocaba acompañar a mi madre a la compra y ayudarle a cargar las bolsas. Íbamos a La Boquería, el mercado barcelonés por excelencia. A las seis de la ... mañana ya estábamos allí para asegurarnos de ser los primeros clientes y escoger el mejor género. Me seducía el trasiego de los tenderos, el ruido, los colores... y los olores. Recuerdo el del café, café bueno, de ese que te lleva tras el rastro con los ojos cerrados. Y el olor del pescado fresco, el puesto donde comprábamos las frutas y las verduras, que una vez hasta salió en el periódico, ¡en primera página!...».
No lo hizo su madre con esa intención ni lo supo él, un chiquillo por entonces, pero aquellos madrugones han resultado una inversión de futuro –y una costumbre, que él se sigue levantando antes de que amanezca–. Rafael Antonín es uno de los 'youtubers' cocinillas más veteranos: 65 años, una extravagancia en el universo juvenil de Instagram y compañía.
Patatas doradas y crujientes: «Al echar las patatas a la sartén salen burbujitas. Es el agua que tiene el producto, que se va evaporando. El truco es dejar que esa agua vaya saliendo poco a poco, así que al principio hay que freir las patatas a poco fuego. Cuando ya no haya burbujitas y, por tanto, no tengan agua, le daremos más calor, y así se dorarán».
Aliñar una ensalada: «Los 'charcos' en el fondo del plato de ensalada son muy fáciles de quitar. Este truco me lo enseñaron los vascos y consiste en aliñar la ensalada dentro de una rejilla o colador grande. Echamos aceite, vinagre y sal y mezclamos con las manos. Dejamos escurrir el líquido sobrante y, cuando no gotee, volcamos la ensalada en el plato».
Tortilla con cebolla caramelizada: «Esta cebolla caramelizada no lleva azúcar. La clave es que se haga poco a poco, que es así como hacían la tortilla nuestras abuelas. Dejaban pochar la patata mucho tiempo y la cebolla se confitaba con su propio dulce en la sartén. Entonces toda la casa cogía un delicioso olor a tortilla».
Sus hijas le abrieron la cuenta en 2012: «La red social acababa de arrancar y aplicaba filtros para que las imágenes quedaran más bonitas. Colgaba mis fotos y los seguidores fueron subiendo». Son ya más de medio millón. «Me escriben chavales de 14 años y me mandan la foto de su primera tortilla. Eso me hace una ilusión... Alguno dice: 'Mira qué mierda me ha quedado'. Y yo les digo que no, que todas las tortillas saben buenas, otra cosa es que queden bonitas... Para eso hace falta hacer unas cuantas. La juventud de hoy es sana, tiene una vitalidad y unas ganas de aprender tremendas. Me siguen muchos adolescentes... y sus madres, porque cocino como ellas. Y alguno en Instagram ya se la ha 'lanzado' a su madre en público: 'Mamá, ¿quieres hacer el favor de hacer esta receta?'».
Más que por hambre de 'likes' –«a mí eso me trae sin cuidado»– Rafael se metió en el fregado de las redes a ver si por esas sus hijas atendían de una vez cuando las llamaba a la mesa: «Patu, Bochi... ¡a comer!». El nombre artístico para el negocio virtual ya lo tenía: «Soy comercial de crudo. Y, como vendía fuel para las industrias, pues eso, 'Rafuel'. Me pusieron ese mote y con él me he quedado».
– ¿Cómo se hace uno 'youtuber' a los 65? ¿Se ha tenido que poner mucho las pilas?
– No tanto, porque a mí la cosa tecnológica siempre me ha gustado. En el año 90 ya tenía telefóno móvil, uno buenísimo que hoy costaría unos 3.000 euros. Tuve que esperar un mes a que me pusieran una tarjeta integrada. Y enseguida iba ya en el coche hablando por el manos libres.
Ha crecido tanto la bola, que Rafuel acaba de publicar un libro de recetas (Planeta). Son los platos que lleva años cocinando sábados y domingos en casa –buñuelos de bacalao, pollo rustido al brandy, coca de San Juan...–. Sin moderneces ni florituras. «Todo lo que yo hago se puede hacer con lo que hay en cualquier nevera y con las herramientas del cajón de la cocina».
Y le funciona esta forma sencilla de cocinar... y de enseñar. La tropa que le sigue 'online' se ha rendido a sus bikinis, que tienen un nombre muy resultón pero son unos sencillos sándwiches. Jamón ibérico y queso emmental «para merendar los domingos por la tarde antes de la película. Un truco, no presionar el pan de molde en la plancha». El truco del chef Rafuel. Y tiene (trucos) para exportar: añadir una cucharadita de mostaza a la ensaladilla rusa, echar una ramita de romero en la cazuela donde cuecen patatas, no batir los huevos de la tortilla...
Sus hijas son sus mejores «y más duras» críticas gastronómicas, pero a ellas también las tiene ganadas por el estómago. «Les siguen encantando los 'Rafimacarrones'. Se los preparaba siempre los viernes por la noche, antes de que salieran de fiesta. Como la discoteca no abría hasta la una y media de la madrugada y yo no quería que estuvieran dos o tres horas antes por los bares, invitaba a todas sus amigas a casa a cenar y les ponía a todas macarrones con un salteado de butifarra y chorizo, un poco de tomate frito del bueno y ajo, mucho ajo. Les decía: 'Si vais a morrearos con los novios, al menos que se fastidien', ja, ja, ja. Luego les preparaba sangría, con mucha fanta y un poco de vino, disimulado. Tampoco puedes ir contra corriente con la juventud».
Como esos macarrones de los viernes por la noche, su libro está poblado de recetas tradicionales. «Cuando a mí me preguntan por algún plato que recuerdo con cariño, no se me ocurre el caldo especial de Navidad. Es más sencillo que todo eso, y se lo comentaba el otro día a uno de mis hermanos: '¿Te acuerdas de las patatas a cuadraditos con huevo frito que nos ponían en casa de pequeños?'». A Rafael no se le han olvidado.
Eso dice Rafael Antonín: «El 80% de las recetas comienzan picando una cebolla y dejándola pochar. Y, si no, es que estás haciendo repostería». Entre los imprescindibles de su cesta de la compra, además del ajo y la cebolla, están «unas setas, que me encantan, algún tipo de queso y huevos». De eso no falta nunca en su nevera. Tampoco jamón york: «Si voy tres veces a la semana a la compra, por ejemplo, casi seguro que dos cojo algo de jamón york. No lo pido en lonchas, me gusta más en virutas. En una tostada con mantequilla es un aperitivo estupendo».
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