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J. Castillo
Martes, 16 de abril 2024, 00:06
Puede que la tecnología avance a pasos agigantados, pero la experiencia de hacer la compra permanece inmutable en la mayoría de supermercados. Incluso en las grandes cadenas, cuya innovación más relevante (las cajas de autoservicio) acumula ya varias décadas a sus espaldas. Así, aunque los ... pagos en metálico comienzan a suponer toda una rara avis frente al 'contactless', aún estamos obligados a insertar una moneda en el carrito de turno.
La cacareada inteligencia artificial podría marcar un antes y un después a este respecto, opinan los expertos. Algo que ya se está viendo bajo el seno de los gigantes tecnológicos y que en un futuro terminará llegando a las cadenas de toda la vida. Dichos algoritmos de aprendizaje automático sustentarán, por ejemplo, una serie de robots encargados de reponer las estanterías de los hipermercados incluso durante el horario de apertura: en consonancia a un sistema de cámaras y sensores, detectarán qué baldas se encuentran más necesitadas y las colmarán justo en aquellos momentos en que el flujo de clientes lo permita sin entorpecer la experiencia de compra. Soluciones similares se aplican ya, de hecho, en la logística de numerosos almacenes industriales.
La IA también contribuirá a reducir los desperdicios inherentes a una mala planificación en los pedidos de cada superficie alimentaria: un error en la previsión de ventas puede hacer que el supermercado acumule demasiado inventario susceptible de caducar, lo que en último término deriva en el desecho de productos perfectamente válidos para el consumo. En este sentido, compañías como Freshflow han ideado un sistema de inteligencia artificial capaz de optimizar el inventario y determinar con precisión cuántas unidades han de solicitarse a cada proveedor sin incurrir en pérdidas: «Hacer el pedido perfecto significa alcanzar el delicado equilibrio entre desabastecimiento y desperdicio, todos los días. La IA de Freshflow hace precisamente eso. Tiene en cuenta los acontecimientos locales, el tiempo, la vida útil de los productos y docenas de factores más», explican sus responsables.
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De cara al cliente, resulta especialmente útil la propuesta de la compañía BlakBear: sus etiquetas inteligentes incorporan sensores capaces de detectar la temperatura y la presencia de dióxido de carbono en bandejas selladas de carnes o pescados. Dicha información se transfiere a la nube, desde donde cualquiera puede consultarla a través de su dispositivo móvil. De este modo, los encargados del supermercado tienen margen para ampliar la fecha de caducidad de ciertos productos y los compradores tienen la tranquilidad de estar llevándose a casa un artículo verdaderamente fresco. Incluso pueden comprobar si continua siendo apto para el consumo días después de meterlo en la nevera: una notificación les alertará cuando esté a punto de echarse a perder.
Seguramente ha oído hablar de la iniciativa por la que Amazon, el gigante del comercio electrónico, se propuso acabar con los cajeros en algunos de sus supermercados estadounidenses y británicos. En dichas tiendas los clientes podían entrar, embolsar los productos que necesitasen y salir sin necesidad de interactuar con un cajero, a través de un sistema automatizado de cobro. Un complejo entramado de sensores determinaba qué artículos retiraba cada usuario de la estantería y a cuánto ascendía el total de su cesta, procediendo a su cobro nada más poner éste un pie en la calle (a través de los datos de pago previamente almacenados en la cuenta de Amazon correspondiente).
Hace unos días supimos que la experiencia no ha resultado lo satisfactoria que debería: la multinacional se vio obligada a contratar a miles de supervisores en la India, encargados de revisar las cámaras de los establecimientos para comprobar que el sistema funcionaba correctamente; que los cargos eran correctos y que nadie terminaba llevándose comida por su cara bonita. Así las cosas, Amazon optará por suprimir el sistema de su cadena de supermercados y centrarse en una meta algo más realista: la de los carritos inteligentes.
La idea tiene muchos más visos de extenderse a corto plazo, aunque no sabemos si resultará práctica en nuestro país, donde algunos supermercados se han visto obligados a implementar sistemas antirrobo (bloquean las ruedas de los carritos si alguien intenta sacarlos fuera del comercio en cuestión). Y es que los carros de la compra empleados por Amazon incorporan lo último en tecnología: una pantalla táctil va listando todos los artículos que metemos dentro, una vez pasados por el escáner que implementan. De este modo podemos conocer el total en todo momento y, una vez dispuestos a pagarlo, tan solo debemos pulsar un botón (nuevamente, nuestra información de cobro se extrae de los servidores de la compañía).
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Más adelante, la idea es que las pantallas de estos carritos permitan una experiencia lo más personalizada posible, con tan solo identificarnos a través de nuestro teléfono móvil (escaneando un código QR, por mentar un ejemplo). Un asistente virtual podrá darnos así la bienvenida, recordarnos qué compramos en nuestra última visita y qué productos es más probable que necesitemos esta vez. Incluso recibiremos recomendaciones de nuevos artículos que podrían gustarnos en base al mentado historial, con descuentos instantáneos ofrecidos por aquellas marcas a las que somos más fieles. Las posibilidades son ilimitadas.
Cada vez resulta más habitual pagar con el móvil o el reloj inteligente en muchos supermercados, pero el futuro apunta a otras opciones. Como la biometría. Amazon lleva tiempo ofreciendo la posibilidad de que sus clientes paguen mostrando la palma de la mano en sus tiendas físicas de EEUU (incluidos más de 500 supermercados Whole Foods y algunos estadios, aeropuertos e incluso gimnasios).
Este sistema acaba de potenciarse mediante la aplicación 'Amazon One', que facilita darse de alta en el servicio con cualquier smartphone: el interesado solo debe fotografiarse ambas palmas y asociar un método de pago a su perfil; a partir de entonces bastará con que acuda a una tienda adherida, coja lo que necesite y acerce su mano al lector de marras para pagar.
Ahora bien, ¿resulta confiable ceder nuestra información biométrica a terceros por mucho que ganemos comodidad? Ahí tenemos el controvertido caso de la firma Worldcoin, que regalaba criptomonedas a cambio de escanear el iris de los transeuntes. En este caso, Amazon asegura que las imágenes de nuestras manos no pueden descargarse en modo alguno: «Nada más capturarse, se encriptan, envían y almacenan de forma segura en la nube de Amazon Web Services».
Sea como fuere, por mucho que la IA y las nuevas tecnologías cambien la experiencia de compra, lo único seguro es que la inflación seguirá abultando nuestros tickets en los años venideros.
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