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Casi todas las cosas que no entendemos y nos fascinan nos dan también un poco de miedo. Es lo que pasa con la inteligencia artificial (IA). Para muchos, nuestros primeros contactos con este término estaban ligados a la ciencia ficción: a pelis, relatos y cómics ... donde una 'máquina' dotada de esta 'virtud' acababa revelándose contra los humanos y causando estragos. Y aunque esa idea de la inteligencia artificial –muy infantil– ya se ha superado, algún rastro queda en el imaginario popular. «Todo el mundo ha oído hablar de ella, aunque no termina de entender bien en qué consiste. A veces se presenta como una solución mágica a multitud de problemas, mientras que en otras se dibuja como una amenaza apocalíptica», indica Javier G. Algarra, director académico del área de Ingeniería y Ciencias en el Centro Universitario U-tad. Este viernes, Día de la Inteligencia Artificial, este experto desmonta los seis mitos más extendidos sobre esta tecnología que ya está aquí.
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Es un mito extendido y un temor muy, muy real, ya que en multitud de áreas la IA está sustituyendo al trabajo humano. «La IA terminará con empleos, pero solo con los de baja creatividad», indica G. Algarra. La parte buena de todo esto es que, a cambio, hará que aparezcan otros en los que se necesite personal más capacitado. Es decir, más que destruir empleo, lo transformará.
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Tiene múltiples aplicaciones, sí, pero no es la panacea universal para todo. «Aún carece de creatividad», apunta el experto.Así, la IA puede generar imágenes sintéticas muy realistas, imitar la forma de pintar de los grandes maestros o incluso escribir artículos de prensa aparentemente perfectos (¿quizá este mismo?), pero para que la inteligencia artificial 'logre' hacer todas estas cosas necesita 'aprender' de los humanos, que son quienes cargan el sistema con material. ¿En qué áreas funciona mejor la IA? «Todos recordamos cuando en 1997 una máquina derrotó al campeón del mundo de ajedrez. También funciona extraordinariamente bien para reconocer imágenes: esa es la base de la visión artificial de un coche autónomo o de los sistemas de diagnóstico médico automatizados. Asimismo, resulta útil en el reconocimiento de sonidos y en los últimos años se ha avanzado muchísimo en la traducción automática del lenguaje», enumera G.Algarra.
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«No es así», dice tajante el especialista. Según explica, la manera de trabajar de un microprocesador es muy distinta a la de nuestro cerebro: la IA no es un calco de nuestra capacidad de raciocinio, creatividad o afectividad... «Y estamos aún muy lejos de poder emularlas, aunque algunas aplicaciones pueden mostrar comportamientos aparentemente humanos», avanza G.Algarra.
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Los detractores de la inteligencia artificial se agarran al argumento y a algunos sonados errores para decir que la IA puede ser racista, machista... y, en definitiva, resultar injusta o insensible si se aplica, por ejemplo, a la selección de personal para trabajos, al reconocimiento de sospechosos en investigaciones... Vamos, que no te puedes fiar de ellas como de un humano (como si los humanos no estuviésemos cargados de prejuicios). ¿Qué opina el experto? «Las aplicaciones de IA producen resultados indeseados si se han entrenado con datos sesgados», asegura. Es decir, si ha 'aprendido' mal.Y hay que entender lo de aprender como lo que es: que a esa aplicación la han dotado (los humanitis) de múltiples comparadores conectados en cadena. «Por ejemplo, si entrenamos una red para reconocer imágenes de perros y le presentamos después una foto de una magdalena, puede determinar que se trata de un chihuahua, como ya ocurrió con un ejemplo muy célebre –recuerda G. Algarra–. Esto puede ser una pesadilla si se usa para reconocer personas en busca y captura y en los ejemplos existe un porcentaje de imágenes de un tipo racial o fisionómico muy superior al de la población general. La IA carece de conciencia moral».
Ay, la gente se hace un lío. Lo de las neuronas artificiales de la IA es una metáfora para explicar a la gente cómo funciona el aprendizaje de esta tecnología, solo que quizá ha servido para liar más a la gente que otra cosa. Cuando se dice que la IA se basa en redes neuronales «estamos hablando de una combinación de funciones matemáticas simples vagamente inspiradas en el comportamiento eléctrico de una neurona», dice el experto. ¡Inspiradas, no de neuronas en sí!
En '2001' el ordenador HAL 9000 se rebelaba contra la tripulación. En 'Terminator' los robots se hacían con el control del planeta después de que el súper ordenador Skynet desencadenara una guerra nuclear... qué miedo, ¿no? ¿Podría llegar a pasar? ¿Esa emancipación de las 'máquinas' no es un riesgo real'. «Esta visión distópica tiene su origen en la ciencia ficción», explica el experto en Ingeniería y Ciencias de U-tad–. La inteligencia artificial no va a acabar con nosotros por voluntad propia, ya que no tiene. La realidad es que los seres humanos no necesitamos de la ayuda de máquinas para destruir nuestra casa común, como demostramos a diario».
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