Se ha levantado entre padres e hijos adolescentes una barrera casi infranqueable... de 15 centímetros, el tamaño del móvil. La ropa, las notas, la hora de llegada a casa... No han faltado nunca asuntos de desencuentro intergeneracional, pero la avasalladora irrupción de las pantallas, y ... especialmente del omnipresente móvil (el 84% de los chavales de 13 años tiene teléfono), ha ahondado la brecha. El informe 'El impacto de las pantallas en la vida familiar', que publica hoy la plataforma digital Empantallados –concebida para orientar a las familias en el uso de las tecnologías–, dibuja en cifras y frases los contornos del abismo entre padres e hijos. «Antes te castigaban sin ir al parque. Hoy el castigo es ir al parque sin móvil», reflexiona uno de los adultos encuestados. Y también se da voz a los chavales: «A través de la pantalla te atreves, eres más simpática, pero si te lo dan muy pronto haces mucho el tonto».
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El debate de la edad
Un 22% de los niños de 10 años ya tienen móvil. A los 12, este porcentaje se eleva al 63%, a los 13 se dispara al 84% y con 15 años ya llega al 93,8%, según los datos del Instituto Nacional de Estadística correspondientes a 2019. Según las familias encuestadas para el informe, hasta los 13 no deberían tener móvil. «Debe ser una decisión meditada, hay que valorar si el chaval tiene cierta madurez para ello, porque va a tener el mundo en sus manos. Es recomendable que no llegue como un regalo imprevisto de un familiar o como premio por unas buenas notas, por portarse bien, etc.», advierte María José Abad, coordinadora de contenidos de Empantallados.
Instagram vs Facebook
Les parece a los adolescentes Facebook una cosa antigua, «de abuelas». Y la mayoría la descartan porque «es la que usan los padres». Twitter tiene algo más de aceptación, «especialmente entre los chicos», pero el punto de reunión virtual de la chavalería es Instagram. Tal es así que hay padres «preocupados» porque sus hijos «no pueden vivir sin Instagram». ¿Cómo puede ser? «Subes una foto y tienes una respuesta de la gente. Estamos buscando constantemente la aprobación», explica una de las participantes en el estudio, lo que implica «una competitividad impresionante» que, pasado el 'subidón' del 'me gusta', les genera «dependencia e inseguridades», lamentan sus padres. Pese al «postureo», los adolescentes han sucumbido a Instagram, donde muchos han hecho amistades «solo virtuales»: «He tenido relaciones increíbles con tres o cuatro personas y nunca nos hemos visto en persona, aunque hemos hecho videollamadas, hemos jugado en línea…». Desde Empantallados alertan de que el 35% de los perfiles de menores de 14 años en redes sociales son públicos, «normalmente por falta de habilidades para configurar la privacidad».
3: móviles hay en los hogares con algún hijo adolescente.
10: años. Un 22% de los niños de esta edad ya tiene teléfono móvil, según los datos del Instituto de Estadística.
45%: de los adolescentes ha comentado alguna vez (al menos se lo han oído sus padres) que les gustaría ser youtubers y un 27% quieren ser influencers.
150 veces al día consultamos el móvil y abrimos WhatsApp cada hora aproximadamente.
54%: de los padres con hijos adolescentes no permite que los chavales tengan el móvil en la mesa o en su habitación.
17: de los padres temen que sus hijos puedan ser causantes de ciberacoso a compañeros.
136: días al año es el tiempo que pasan los jóvenes 'online'. Los menores de 6 años miran pantallas dos horas diarias.
17,5% de los padres creen que, si les quitan las pantallas un día a sus hijos, sufrirían ansiedad.
Control parental
Uno de cada tres padres y madres conoce las contraseñas de sus hijos en redes sociales y un 72% les pone límites horarios. Pero el control parental presenta extremos muy delicados, desde ese 15% que no pone ninguna regla sobre el uso de pantallas –«estoy separado y, para un día que mis hijos están conmigo, no voy a estar todo el rato regañando»– a esa otra madre que cuando su hijo duerme le coge el móvil «para leer todo», o ese padre que se ha hecho «un perfil falso» para seguirle en redes.
Un día sin pantallas
El informe de Empantallados plantea a las familias un escenario que a los chavales se les antoja poco menos que apocalíptico: ¿qué reacción tendría su hijo si le priva de pantallas durante un día o durante todo el fin de semana? Las respuestas son desoladoras. En el mejor de los casos, solo se aburriría (un 31,8% de los encuestados), pero uno de cada cuatro se mostraría «irritado», un 17,5% sufriría «ansiedad», a uno de cada diez les despertaría conductas «agresivas», casi un 5% experimentaría «soledad» y un 3,5% de los padres cree que su hijo podría sentir «odio».
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No todo es malo, ya que, llegado ese escenario sin pantallas, tres de cada cuatro padres confían en que los adolescentes encontrarían «otra actividad alternativa» frente al 25% de familias que, menos optimistas, creen que el chaval «se encerraría en su habitación» hasta que le devolviesen el teléfono.
¿Y a los padres?
En esto, como en casi todo, la mejor lección es el ejemplo. «Tradicionalmente las adicciones, obsesiones y problemáticas de la adolescencia ya las habían superado los padres a la edad adulta, de manera que podían orientar a sus hijos. Pero, en lo referente al abuso del móvil, los adultos se comportan igual que esos hijos a los que quieren sacar de la adicción. ¿Cómo vas ayudar a un adolescente si tú mismo estás luchando por dejar de mirar el teléfono?», abre el debate Narciso Michavila, doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid y presidente de GAD3, consultora de investigación social y de comunicación que firma el estudio para Empantallados.
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El especialista recuerda que, cuando la televisión llegó a los hogares, también se consideró una seria amenaza para la comunicación familiar, pero al final no tuvo tanto impacto. «Muchos matrimonios acordaron no dejar que la pantalla entrara en su dormitorio. Y ahora ambos se acuestan con el móvil, lo que es una auténtica desviación». Llevado al terreno que nos ocupa, «¿cómo exigir a su hijo que deje el teléfono en la cocina si ellos lo meten en el cuarto?».
CRISTÓBAL TORRES |Catedrático de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid y experto en Sociología de la Tecnología
-¿Los padres se están obsesionando con alejar a sus hijos de las pantallas o toda 'obsesión' es poca?
-«Que los padres se preocupen por los hijos es normal. También lo hacían los nuestros: ¿a qué hora vas a llegar por la noche?, ¿con quién has quedado? Especialmente, con las chicas, por esa moralina tan anticuada que había. Hoy, en lugar de por eso, los padres se preocupan por qué fotos suben sus hijos a las redes sociales.
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-¿Tenemos 'miedo' a las pantallas porque no crecimos con ellas?
-Sí, los adultos de hoy no hemos tenido las pantallas como experiencia socializadora en la niñez. Pero de ahí a convertirlo en una obsesión... Es como cuando tus padres te prohibían ir a la discoteca o tener relaciones prematrimoniales. No puedes poner puertas al campo. Y con las nuevas tecnologías tampoco.
-¿Los niños de hoy se preocuparán dentro de treinta años en alejar a su hijos de las pantallas?
-«Probablemente, porque el patrón del tutelaje que implican las relaciones paternofiliales se repite. La pauta de proyectar sobre nuestros hijos las preocupaciones es universal. También los nuestros querían apartarnos de la televisión, se temía que rompiera la armonía familiar, ¡pero si era una ventana para ver el mundo!».
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-Un padre 'espía' en redes a su hijo, otro le mira el móvil. ¿Qué dice de la sociedad esta vigilancia?
-«En mi época algunas amigas me contaban que sus padres llegaban a salir detrás de ellas a ver a dónde iban, con quién habían quedado... Llegaban a convertirse casi en detectives privados. Y todo en su justa medida. Si vigilas el móvil de tu hijo porque crees que hay un riesgo, que le pueden estar pidiendo fotos o chantajeando, obviamente está bien. Si no, no es una conducta apropiada. Eso es como cuando en casa te daban una bofetada porque esa noche no habías llegado a las doce en punto, como te habían exigido. Algo así no es de recibo. En el caso del móvil y las redes, si tu hijo se entera de que le espías, será contraproducente.
Lagrimeo, enrojecimiento de ojos, sequedad, visión borrosa o doble, fatiga visual e incluso dolor de cabeza y de cuello. Son algunas consecuencias del abuso de las pantallas. Molestias visuales que ya afectan «a uno de cada tres niños», alerta Nagore Urrestarazu, del Instituto Clínico Quirúrgico de Oftalmología. Entre estos síntomas, los más habituales son la sequedad y el cansando ocular: «Estamos enfocando continuamente, con lo que los ojos tienen que hacer un esfuerzo constante. Además los mantenemos muy abiertos, lo que provoca que instintivamente reduzcamos los parpadeos y, en consecuencia, la lágrima». Si esto sucede es «porque abusamos», advierte la especialista, y fija en «treinta minutos diarios el tiempo máximo de exposición a las pantallas recomendado en un niño menor de 12 años y una hora los mayores». Además, aconseja una distancia mínima de 30 centímetros con la pantalla, «descansar un minuto por cada quince» y parpadear «de forma consciente» cada hora. En todo caso, explica la doctora, no está en el ánimo de los oftalmólogos demonizar los videojuegos, una de las pantallas preferidas de los chavales, ya que tienen también beneficios: «Pueden ser útiles para el desarrollo de la visión de los más pequeños, porque permiten mejorar la sensibilidad al contraste, así como desarrollar una memoria visual espacial más completa e incluso percibir con más rapidez los estímulos visuales». La clave, insiste la especialista, es controlar la 'dosis' diaria de pantalla. Y reducir la actual, ya que de seguir así «un 30% de los niños y niñas desarrollará en 10 años miopía debido al uso excesivo de las tecnologías», alerta.
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