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La escena no es inusual. Luisa Peña tiene 83 años y es viuda, vive sola en una urbanización a las afueras de Santander y a primera hora de la tarde ya ha acabado sus tareas caseras. «Alexa, cuéntame un chiste», le suelta al dispositivo asistente ... de voz que tiene en la mesilla. Después le pide que le lea un rato un libro. Incluso hay días en los que se arranca a cantar con ella algunos temas clásicos de karaoke o juntas recuerdan refranes. Las tecnologías del hogar se han humanizado en manos de las personas mayores: además de ayudarles, les hacen compañía y establecen con ellas una suerte de relación casi familiar. Los psicólogos dicen que es un comportamiento normal e incluso saludable.
Dispositivos de inteligencia artificial como Alexa, Google Assistant, Siri… dan mucho juego a los ancianos. «La gran ventaja es que les permite interactuar mediante la voz», defiende Mireia Fernández-Ardévol, profesora de Ciencias de la Información y la Comunicación de la Unibersitat Oberta de Catalunya, y experta en tecnología para las personas mayores. Sus respuestas son cada vez más precisas y su voz cada vez más realista. La de Alexa es prácticamente idéntica a la de una persona de carne y hueso.
Los hijos de Luisa decidieron ponerle este dispositivo en casa para comunicarse más fácilmente con ella. «Muchas veces tenía el móvil sin carga, no lo oía... estaba aislada horas. Y ahora solo tiene que decirle: 'llama a...' y nos contacta», cuanta José Fernández, uno de sus hijos, ingeniero informático. A esa asistente de voz le puede preguntar Luisa por el tiempo, por el tráfico o pedirle que sintonice una emisora de radio. Aunque ella ha aprendido usos mucho más prácticos. «Si me levanto de noche al baño, le pido que encienda la luz. Al acostarme le digo que ponga sonidos relajantes. Me recuerda recetas de cocina y me avisa para apagar el fuego cuando pongo la olla», relata.
No es un comportamiento extraño. «Es una reacción psicológicamente normal para comunicarse o para mitigar los sentimientos de soledad», explica José Antonio Portellano Pérez, doctor en Psicología y profesor de la Universidad Complutense de Madrid. «Son muchas las personas psicológicamente sanas que hablan en voz alta o 'dialogan' con electrodomésticos, especialmente la radio, la televisión o con dispositivos como Alexa».
Hagan una prueba: pregunten en su círculo cercano si han puesto nombre al robot aspiradora que pasea por la casa a sus anchas. Se sorprenderán. 'La doña' es el nombre que le ha puesto Luisa, pero también hemos encontrado otros, 'la señorita', 'Loli, o 'Elías' –«mi madre, de 81 años, le puso el nombre, para que trabaje un hombre en casa», explica divertido una compañera de trabajo–. «A veces me pega sustos porque se pone en marcha sola y me sorprende saliendo desde detrás del sofá, por el pasillo o entrando en la habitación de noche y le grito que se vuelva a su casa», cuenta entre risas Luisa. La razón de que 'cobre vida' es que su navegación es aleatoria, no suelen ajustarse al recorrido programado.
«Hablar con objetos inanimados puede ser un mecanismo saludable. Los soliloquios mitigan la incomunicación, pero también pueden ser un modo de diálogo con nosotros mismos, que incluso puede facilitar la mejoría de nuestro estado de bienestar emocional», añade José Antonio Portellano. La cibertecnología «está ayudando mucho a las personas que viven en soledad», resume el especialista. «Los robots con capacidad para establecer comunicación pueden tener un efecto muy beneficioso sobre el estado emocional de los usuarios».
La industria de la tecnología se ha dado cuenta de esa necesidad y ha creado robots de compañía. «Hay interés y proyectos de investigación. La mayoría van dirigidos a ayudarles en sus problemas de salud o de movilidad, pero sus necesidades son también de compañía y entretenimiento. Pero no olvidemos que las personas mayores buscan en la tecnología jugar y divertirse, lo mismo que los jóvenes y no debemos discriminarles», defiende Mireia Fernández-Ardévol. Recuerda un proyecto de investigación que hizo su equipo en la Universidad con un prototipo de robot de asistencia. «Los mayores interactuaron con él para jugar, provocaban que les respondiera tonterías. ¡Querían reirse, pasarlo bien!, no que les recordara la hora de tomar la medicina».
La profesora de la UOC destaca que en las últimas ferias internacionales han tenido una gran presencia las mascotas de inteligencia artificial que hacen compañía a los ancianos. «Son como 'alexas' en movimiento». Japón va muy por delante en este campo y uno de los últimos robots comercializados en el país asiático es'Nicobo', mezcla de Pokémon adorable y gato, pero dotado de voz. Es suave y responde al tacto y a la voz –se mueve–. Este robot diseñado por la Universidad de Tecnología de Toyohashi reconoce rostros, se despierta con la luz del día y tiene hasta malos ratos. Tanto, que de vez en cuando, en vez de agradecer las carantoñas, ¡se tira pedos! Muy real.
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