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Desde hace unos años están de moda los 'baños de bosque'. 'Importados' de Japón -allí se llaman 'Shinrin Yoku', literalmente 'absorber la atmósfera del bosque'-, comenzaron a practicarse en el país nipón hace cuatro décadas para promover el contacto con la naturaleza de una población ... acuciada por el estrés y la ansiedad provocados por el frenético ritmo laboral. Se han dado casos de empleados que han hecho hasta 100 horas extra a la semana. Incluso tienen un término -'karoshi'- para referirse a la muerte por exceso de trabajo. La teoría es que adentrarse en el bosque proporciona numerosos beneficios tanto físicos como mentales. No hay que recorrer un número determinado de kilómetros ni superar un desnivel mínimo. Mucho menos hacerlo a toda velocidad. Tampoco tiene que ser necesariamente en un bosque. Basta con un espacio natural abierto y poco transitado. El principal objetivo es desconectar y alejarse de las rutinas del día a día.
Un estudio llevado a cabo por la Universidad de Utah ha confirmado que este tipo de incursiones en la naturaleza son muy beneficiosas para nuestro cerebro al margen de las ventajas que proporciona el ejercicio físico con la liberación de endorfinas, los neurotransmisores del bienestar. En concreto, ayuda a que nos concentremos mejor, según un estudio publicado en la revista 'Scientific Reports', del grupo editorial de la prestigiosa 'Nature'.
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Óscar Beltrán de Otálora
Los investigadores hicieron un experimento con 92 participantes, a los que colocaron una gorra con 32 electrodos para medir su actividad cerebral antes y después de realizar una caminata de 40 minutos, la mitad de los voluntarios por un bosque cercano al centro educativo y la otra mitad, en las inmediaciones del campus médico, un conglomerado de edificios y asfalto que representaba a la perfección lo que es una ciudad moderna. La distancia a cubrir era la misma -dos millas, es decir, poco más de tres kilómetros- y la tenían que realizar sin teléfonos móviles y sin hablar con nadie.
Antes de la caminata, los investigadores se propusieron agotar las reservas de atención de los participantes. Para ello, se les pidió que contaran hacia atrás desde 1.000 de siete en siete. Prueben: 993, 986, 979... «No importa lo bueno que seas en cálculos mentales, se vuelve bastante agotador después de 10 minutos», reconocen los propios científicos. Después de hacer esta tediosa tarea y del paseo, completaron un test estandarizado para medir su atención. La red de 32 electrodos registró en todo momento la capacidad de alerta, la orientación y lo que llaman control ejecutivo. Esto ocurre en la corteza prefrontal del cerebro -la que está justo detrás de la frente-, un área crítica para la memoria de trabajo, la toma de decisiones, la resolución de problemas y la coordinación de tareas diferentes. «El tipo de cosas que hacemos a diario tienden a utilizar en gran medida esas redes de atención ejecutiva. Es importante en la concentración y, especialmente, es un componente esencial del pensamiento de orden superior», destacan los expertos.
Si bien los resultados de ambos grupos no mostraron diferencias destacables en los dos primeros campos, sí lo hicieron en las actividades ejecutivas. «Los participantes que habían caminado en la naturaleza mostraron una mejora en su atención ejecutiva en esa tarea, mientras que los caminantes urbanos no, así que sabemos que es algo único en el entorno en el que estás caminando», aseguran los autores del experimento, que subrayan que sabiendo qué tipo de lugares ayudan a nuestro cerebro, se pueden rediseñar las ciudades en esa dirección.
La conclusión es clara y seguramente parecerá hasta obvia para los amantes de la naturaleza y la montaña: «Un entorno natural, dejar el teléfono móvil en el bolsillo y luego salir a caminar por los senderos... Se restauran las partes del cerebro que han sido utilizadas en exceso durante el viaje diario. Ves y piensas más claramente».
La idea de que tenemos un vínculo estrecho con la naturaleza y que esta es beneficiosa para nuestra salud fue promovida por el biólogo estadounidense Edward O. Wilson en un libro titulado 'Biofilia', publicado en 1984. Básicamente, viene a decir que los seres humanos tenemos en nuestro ADN la necesidad de estar en contacto con el medio natural y que alejarse de él no es bueno. El neurólogo Oliver S. Sacks -famoso por el libro 'El hombre que confundió a su mujer con un sombrero', en el que relataba casos que había visto en su consulta, y por haber inspirado la película 'Despertares' (1990)-, reconoció que en sus 40 años como médico solo había dado con dos terapias sin fármacos realmente efectivas: la música y los jardines.
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