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La playa es uno de esos sitios en los que no quitarse los zapatos es casi una rareza. Sin embargo, caminar descalzo, pese a lo agradable que resulta, puede tener contraindicaciones. Ahora que asoma el verano muchos ansían volver a dar largos paseos por la arena y, aunque quizá este año tengamos que hacerlo por turnos obligados por las medidas de seguridad derivadas de la pandemia, es un plan fijo de la campaña estival. Pedimos a los especialistas unos consejos para evitar futuros problemas en los pies como callos, grietas, hongos o verrugas, patologías que deteriorarán la calidad de vida.
«Está comprobado que andar descalzo es muy beneficioso porque el pie se encuentra en su máximo confort, pero hay que tener cuidado con las superficies sobre las que se camina y los obstáculos, especialmente las personas con alguna patología, como los diabéticos, que tienen menor sensibilidad y pueden dañarse la piel sin notarlo», advierte Manel Pérez Quirós, miembro de la Junta de Gobierno del Consejo General de Podólogos de España.
En la playa existen cuatro tipos de superficies: la arena dentro del mar, la de la orilla, aquella en la que plantamos la sombrilla y que está alejada del agua, y el paseo. No en todas el pie está igual de confortable.
La arena que está sumergida en los primeros metros de mar presenta ondulaciones, hoyos y altibajos que obligan a los músculos de nuestros pies a hacer un gran esfuerzo para mantener la estabilidad. No es, por tanto, el sitio idóneo para pasear, sobre todo si se trata de personas de avanzada edad, porque pueden perder el equilibrio y caerse, explican los expertos.
Si nos adentramos en el mar hasta la cadera, el agua nos sostendrá y el caminar será más seguro. No solo eso, fortalecerá nuestros glúteos y piernas. Si se tienen heridas, sin embargo, habrá que tener cuidado. A pesar de que el agua salada contiene minerales que ayudan a acelerar la cicatrización y alivian las alteraciones dérmicas (psoriasis, acné, dermatitis atópica), también «puede contener microorganismos patógenos (bacterias, protozoos, virus)» capaces de infectar una herida abierta, como señala la Organización Mundial de la Salud (OMS). En los pies, las grietas de los talones o las ampollas son un ejemplo. Por eso, es mejor esperar hasta que la herida se cierre por completo o protegerla antes de sumergirla en el agua.
rafael Navarro Félez
La orilla es la zona más aconsejable si queremos dar un paseo, pues la arena presenta una mayor consistencia y el pie no se hunde al caminar. Así se evitan los problemas anteriores, es decir, el aumento de la tensión muscular y la inestabilidad. Aunque surge otro: la inclinación del terreno. «La orilla de la playa no es plana. Al pasear por ella obligamos a nuestros pies a caminar en una angulación a la que no estamos acostumbrados y aguantamos más peso con una de nuestras piernas», destaca el Instituto Valenciano del Pie en su web. Esto puede provocar dolor en las articulaciones (tobillos, rodillas, cadera) y en la espalda.
No debemos abusar de dar largas caminatas en este ángulo, aunque un paseo corto tendrá algunos beneficios como: la exfoliación natural provocada por la arena sobre nuestros pies, la mejora de la circulación sanguínea, la tonificación de los músculos de las piernas y los tobillos o la hidratación por el contacto con distintos minerales.
A pesar de todo, algunos grupos de población deben andar con ojo. «El 70% de las mujeres de más de 60 años tiene los pies deformados y una mala pisada a causa de los juanetes (provocados por los tacones). Además, a lo largo de la vida, los pies se les aplanan (pronación) debido a su constitución laxa y flexible», destaca Rafael Navarro Félez, secretario general del Consejo General de Colegios Oficiales de Podólogos. «La superficie inclinada de la orilla empeora la pronación. Si caminan 500 metros descalzas no pasa nada, pero si van a recorrer cinco kilómetros mejor que lo hagan por el paseo y con el calzado adecuado. Así evitaremos patologías propias del final del verano, como la fascitis plantar (dolor de la planta del pie)». Lo mismo es aplicable a las personas con sobrepeso, que también sufren un aplanamiento del arco interno del pie por la presión extra que ejerce el cuerpo sobre las plantas.
Si se camina por la zona alejada de la orilla, donde la arena es más blanda, los inconvenientes serán similares a los de pasear por los primeros metros de mar. «La arena es tan inconsistente que forma una superficie irregular e inestable y, al caminar sobre ella, el talón se hunde y nuestros músculos hacen un gran esfuerzo por mantener la estabilidad», detalla el Instituto Valenciano del Pie. Además, su temperatura es mayor y puede provocar quemaduras en los pies si no se utiliza protección solar.
Manel Pérez Quirós
Sí es recomendable, sin embargo, que los niños caminen descalzos por la arena. «Les ayudará a desarrollar la musculatura propia del pie y a formar el arco plantar», expresa Navarro Félez, además de mejorar su postura y repercutir favorablemente en la maduración de su sistema nervioso. Pero cuidado, debemos evitar las horas centrales del día, cuando la temperatura de la arena es mayor, y utilizar crema.
Para caminar por el paseo, lo mejor es calzarse, principalmente por los objetos que nos podamos clavar. Lo más aconsejable es optar por un zapato cerrado. «Las chanclas están pensadas para trayectos cortos, como ir y volver de la piscina, pero nunca para largas caminatas. La suela es tan mínima que no amortigua ni evita el contacto con el suelo. Si se utilizan, mejor que estén atadas al talón», advierte el podólogo Pérez Quirós.
Sí serán imprescindibles en la zona de las duchas. Así evitaremos entrar en contacto con hongos o virus como los que provocan los papilomas y las verrugas, que sobreviven mejor en ambientes húmedos.
Los que deseen correr por la arena, también deben atender a los beneficios y riesgos de hacerlo descalzo. Sascha Wingenfeld, entrenador de corredores y triatleta activo, detalla algunos en el blog Runtastic, de la empresa deportiva Adidas. «La playa es un lugar ideal para correr descalzo. Cuando usas zapatillas, aterrizas sobre el talón y puedes provocar lesiones en la cadera o las rodillas pero, al correr sin ellas, eres más cuidadoso y colocas primero el antepié y el mediopié. Aunque hay que prestar atención a los objetos del camino (piedras, conchas, cristales) para no lastimarnos, esta práctica mejora el equilibrio y la postura y estimula la circulación». Pero el experto recomienda prudencia. Para evitar lesiones por la falta de costumbre sugiere comenzar a correr descalzo en casa o el gimnasio antes de pasar a la orilla. Una vez en la playa, aconseja esperar a que baje la marea para sortear la inclinación de la orilla y tener más superficie plana y firme sobre la que moverse. «Tenga cuidado también con el sol, lleve gorra y use protección solar, beba mucha agua y priorice el alba y el atardecer».
El verano trae consigo los zapatos abiertos, que se caracterizan, en general, por tener suelas planas y con poca sujección en el talón, sobre todo en el caso del calzado de mujer. Las chanclas y los zuecos, al no ir atados en la parte de atrás, favorecen la inestabilidad y los dedos en garra, el calzado tipo manoletina no amortigua el impacto con el asfalto, los zapatos con plataforma son rígidos y modifican la postura al caminar y los tacones obligan a apoyar el pie sobre una zona no preparada para ello. Además, si los materiales son de mala calidad (plástico), se favorecerá la sudoración y la proliferación de hongos. Todo ello puede comprometer la salud de nuestros pies.
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Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
Clara Alba, Cristina Cándido y Leticia Aróstegui
Javier Martínez y Leticia Aróstegui
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