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¿Imagina que pudiera perder peso sin pasar hambre? ¿No tener tentaciones de acabar de una sentada con esa caja de bombones que nos han regalado o pasar olímpicamente de untar la salsa del bacalao al pil pil porque nuestro organismo recibe a tiempo la ... señal de que estamos saciados y dejamos de comer? Esto que parece imposible no lo es. La tecla a tocar para adelgazar podría estar en una parte de nuestro cerebro. Una nueva técnica denominada neuromodelación ha arrojado ya resultados positivos.
El ensayo se está llevando a cabo en el Cognitive NeuroLab de la Universitat Oberta de Catalunya y se ha publicado en revistas científicas. «Estudiamos el efecto de la estimulación cerebral en pacientes con diferentes patologías, entre ellas la obesidad», explica Elena Muñoz, responsable de la investigación y directora del laboratorio. La neuroestimulación, de hecho, se utiliza desde hace tiempo para el tratamiento de patologías como la epilepsia.
La técnica se denomina estimulación transcraneal por corriente directa o 'tDCS'. «A través de unos electrodos colocados en el cuero cabelludo se induce una corriente eléctrica a muy baja intensidad dirigida a un área del cerebro especialmente relacionada con la obesidad», describe. Al activar esa zona, facilita a las personas el control del impulso por comer y se sientes antes saciadas. «Nos permite actuar directamente sobre el cerebro para que cambie de hábitos», resume la investigadora.
Parece ciencia ficción, pero no lo es. Tiene una explicación biológica. El hipotálamo es el área cerebral clave en el control de funciones como la sed y el hambre. Estudios de neuroimagen muestran que «mientras en personas sin problemas de sobrepeso la activación del hipotálamo disminuye durante la ingesta de alimentos y genera sensación de saciedad, en las personas con obesidad la actividad se reduce más lentamente mientras están comiendo, por lo que tardan más en sentirse saciadas», detalla esta doctora en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid.
Algo parecido ocurre con el autocontrol. En pacientes con exceso de peso, «la actividad cerebral en las áreas responsables del autocontrol y la impulsividad es reducida ante estímulos de comida». De hecho, las personas con obesidad presentan algunas alteraciones cognitivas compartidas con otros trastornos de la alimentación y con adicciones a sustancias o al juego, indica Elena Muñoz. «Tienen una alta impulsividad y una menor capacidad para retrasar la gratificación o recompensa, lo que les lleva a comer en exceso y, por lo tanto, a aumentar de peso», añade la especialista en neuropsicología. La impulsividad está considerada uno de los predictores más fuertes del sobrepeso, puesto que el autocontrol es fundamental en el mantenimiento de una dieta adecuada y de un programa de actividad física constante.
La corriente eléctrica a baja intensidad que se aplica con los electrodos pone a 'trabajar' a mayor ritmo esas zonas del cerebro. De esa forma, «aumenta el autocontrol ante la comida y se reduce la ingesta impulsiva, la sensación de saciedad y el apetito», subraya la responsable del Cognitive NeuroLab catalán. A día de hoy, la investigación llevada a cabo con esta técnica muestra ya «resultados positivos». Eso sí, se obtienen mejores beneficios cuando se combina con la práctica habitual de la actividad física, puntualiza la especialista.
Cuando la persona llega a nuestro laboratorio para una sesión, le colocamos entre dos y ocho electrodos en el cuero cabelludo», explica la doctora en Psicología Elena Muñoz. «Durante 20 minutos, está sentada mientras, a través de los electrodos, se induce una corriente eléctrica de muy baja intensidad, dirigida a un área del cerebro especialmente relacionada con la obesidad. Tras esos 20 minutos, retiramos los electrodos», añade. Las sesiones se repiten a diario a lo largo de cinco o diez días. «No duele, no es invasiva, y no requiere anestesia ni cirugía», tranquiliza la experta. Es una técnica de uso reciente, por lo que únicamente está establecida como tratamiento en patologías como el dolor crónico. Y es un método pionero en trastornos de la alimentación, «puesto que la investigación en este campo es muy escasa a nivel mundial».
La neuroestimulación ya se utilizaba en el tratamiento de la obesidad, aunque no directamente en el cerebro. Una técnica creada por el cirujano español Jaime Ruiz-Toval emplea una aguja muy fina para aplicar una corriente eléctrica de mínimo voltaje en el dermatoma T6 –situado debajo del esternón, en la 'boca del estómago'–. «La descarga va a la médula espinal y provoca un reflejo artificial que estimula el estómago», explica. Ese reflejo –como el de la rodilla al recibir un golpe– hace que el estómago se vacíe más lentamente y, por tanto, se reduzca la necesidad de comer. «Además, la estimulación del estómago disminuye la liberación de la hormona grelina (la del apetito), que actúa a nivel del cerebro reduciendo la sensación de hambre», añade Ruiz-Tovar, que ha publicado su investigación en revistas científicas.
El cirujano madrileño creó esta técnica para pacientes obesos mórbidos con alto riesgo quirúrgico con el fin de que perdieran peso antes de la operación. «Sin embargo, se ha demostrado que puede ser muy útil para personas con sobrepeso u obesidad moderada», confirma el especialista. Resalta que desde hace diez años ha tratado a un millar de pacientes y ha obtenido con ellos «muy buenos resultados».
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