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El asunto se puede enfocar de dos maneras. Quizá la falta de un testículo, en gente de determinadas convicciones, desencadene un complejo que se compensa con un ansia desmedida de poder. O también puede ser que las malas lenguas se ceben con dictadores y tiranos ... y les apliquen la calumnia, tan rancia y absurda, de la virilidad demediada. El caso es que, si hacemos caso a los rumores, en este exiguo grupo de población se da con una frecuencia exagerada la monorquidia, es decir, la falta de una de las gónadas masculinas. El caso más emblemático es el de Hitler, sobre cuya entrepierna se debate desde hace décadas: corren mil versiones, pero la más habitual es que el líder nazi perdió el testículo izquierdo a causa de una herida en la ingle sufrida en 1916 en la batalla del Somme, aunque muchos historiadores sostienen que la bolsa escrotal del 'führer' era completamente normal. La autopsia soviética hizo constar la monorquidia, pero bien pudo tratarse de una malicia propagandística, sobre todo teniendo en cuenta el estado catastrófico de los restos. Hay investigadores que defienden que, simplemente, ese testículo estaba menos desarrollado, mientras que los más escépticos suelen atribuir la leyenda urbana a una canción británica, 'Hitler Has Only Got One Ball', que en una de sus versiones venía a decir así: «Hitler solo tiene un huevo, / Göring tiene dos, pero muy pequeños, / Himmler es bastante similar, / pero el pobre Goebbels no tiene ninguno». Como es bien sabido, el ministro de Propaganda procreó cinco hijas y un hijo, así que la coplilla no aspiraba precisamente a la verosimilitud.
Sobre los genitales de Franco hemos empezado a hablar más recientemente: fue en 2009, a raíz del libro 'Franco, el republicano', donde el periodista José María Zavala analizaba la biografía de Ramón, el hermano de Francisco. Las pesquisas de Zavala le llevaron a descubrir, de manera accidental, un detalle del dictador que hasta entonces no se conocía. La andróloga Ana Puigvert, nieta del urólogo Antonio Puigvert, le contó algo que su abuelo sabía por observación directa: Franco solo tenía un testículo, ya que había perdido el otro en su juventud, a raíz de las heridas sufridas en 1916 durante la Guerra del Rif. Es decir, si la 'tesis bélica' sobre Hitler es acertada, se daría la curiosa coincidencia de que los dos dictadores perdieron un testículo el mismo año.
En la otra punta del espectro político tampoco falta el anecdotario genital. Entre las muchas sorpresas que se llevó el doctor Li Zhisui la primera vez que examinó a Mao Zedong (como, por ejemplo, la película verdosa que cubría su dentadura), una de las más comentadas se refiere, cómo no, al bajo vientre: «Su testículo izquierdo era más pequeño de lo normal y el derecho no estaba en el escroto ni en la ingle», escribió el médico del líder comunista chino en el libro 'La vida privada del presidente Mao'. Obviamente, eso no supuso un obstáculo para que se casase cuatro veces, tuviese al menos diez hijos, acumulase numerosas amantes y sufriese una buena colección de enfermedades venéreas.
Se podría decir que el modelo original para todas estas murmuraciones fue Napoleón, de quien (¡sorpresa!) también se ha dicho que presentaba monorquidia. No parece muy creíble, dado que uno de los ocho médicos que participaron en su multitudinaria autopsia describió sus testículos como «sumamente pequeños», en plural. Se trataba, además, de un médico inglés, así que no cabe achacarle discreción patriótica. En realidad, lo más entretenido en el caso de Bonaparte quizá sea el pene, uno de los muchos pedazos de su cuerpo que circularon a modo de reliquia. En 1916, cuando se subastó en Londres, un periodista lo describió como «un trozo maltratado de cordón de zapato o una anguila reseca».
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