«Cura sana, culito de rana; si no se cura hoy, se curará mañana». Pocos hogares españoles hay en los que no se haya aplicado alguna vez este «tratamiento». Es el remedio casero más recurrente contra las heridas de los niños y, de algún modo, ... la musicalidad de la rima y el cariño con que se canta genera cierto alivio en los más pequeños. El resto del trabajo es cosa del propio cuerpo pues, más allá de desinfectar el corte y colocar una tirita –popular invento atribuido al norteamericano Earle Dickson– solo se puede esperar.
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Con una superficie de entre 1,5 y 2 metros, la piel es el órgano más grande del cuerpo humano. Está formada por tres capas. La epidermis es la más superficial. La dermis, situada a nivel intermedio, es la más gruesa y contiene fibras y células que aportan elasticidad a la piel (colágeno, elastina...). La más profunda es la capa hipodérmica y principalmente almacena grasa.
Cuando sufrimos un corte o una quemadura, estos estratos se lesionan y el organismo, viendo que su principal barrera defensiva se ha roto, da la voz de alarma. En ese momento un gran ejército de salvamento se dirige a través de las arterias hacia la lesión, dando comienzo el proceso inflamatorio.
«Es algo similar a lo que sucede tras una catástrofe humanitaria. Cuando acontece, acuden al lugar todos los equipos de rescate para reparar el daño. Unos limpian la zona, que en este caso son las células especializadas (glóbulos blancos y plaquetas) y las superespecializadas (macrógafos); mientras que otros piden refuerzo o indican el lugar del accidente, lo que hacen las proteínas de la inflamación, que también impiden la pérdida de sangre, entre otras acciones», explica el cirujano y catedrático de fisiopatología Antonio M. Duce. «Una vez el terreno queda limpio de restos, se inicia la reconstrucción. Cuando es posible, las propias células cutáneas regeneran otras iguales que cierran la herida sin dejar marca y nunca se reconocerá que allí hubo un accidente. Si esto no es viable, entonces los fibroblastos rellenarán los huecos con colágeno y se formará una cicatriz que recordará el suceso».
Si bien en ciertas épocas las cicatrices fueron consideradas signos de coraje, actualmente se las juzga como un defecto estético. De ahí que algunas personas desarrollen conflictos psicológicos, como pérdida de autoestima, especialmente si estas marcas se encuentran en la cara.
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«Las cicatrices aparecen cuando se daña la segunda capa de la piel (epidermis), pues la brecha destruye tejido altamente especializado que el organismo no es capaz de sustituir», explica el doctor Duce. En condiciones ideales, solo dejan huella en forma de una fina línea de un color similar a la piel o algo más rojiza, pero el resultado de la curación de una herida no es siempre satisfactorio y puede dar lugar a cuatro tipos de cicatrices: las contracturas, producidas por quemaduras o escaldaduras, se curan con la contracción del tejido; las atróficas presentan pequeñas depresiones y son características del acné; las hipertróficas, son elevadas por la hiperproducción de colágeno al cerrarse la herida; y los queloides, que también están elevadas pero son más protuberantes.
Actualmente, no es posible eliminar las cicatrices por completo, pero existen métodos para disimularlas o «embellecerlas». «Sobra decir que la mejor forma de evitar las cicatrices es no hacerse heridas, o al menos intentar prevenirlas (protegerse con casco y rodilleras al montar en bicicleta, mantener los utensilios afilados fuera del alcance de los niños, tener cuidado con el aceite al cocinar...)», sugiere Duce.
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Cuando sea inevitable, lo más aconsejable es lavar la herida con agua y jabón o suero fisiológico para arrastrar la suciedad (previo lavado de manos) y taparla con una gasa estéril sujeta con esparadrapo. «No debemos utilizar algodón ni alcohol para limpiar la herida, ni aplicar pomadas antibióticas. Y si la herida es muy profunda, presenta 'mal aspecto', se produce en la zona facial o es una amputación, habrá que acudir a urgencias», advierte el doctor.
En cuanto a disimular estas marcas, existen cremas reepitelizantes de cicatrices, cirugía menor, inyecciones de corticoides o colágeno, laserterapia, maquillaje o tatuajes. «Cuando la cicatriz afecta a la autoestima, lo recomendable es buscar ayuda psicológica profesional», concluye Duce.
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Sangre Aparece inmediatamente después de un corte porque se rompen los vasos sanguíneos. Arrastra los cuerpos extraños y previene la infección.
Plaquetas Juegan un papel importante en la coagulación de la sangre. Sin ellas, la hemorragia no cesaría y nos desangraríamos al hacernos una herida.
Fibrina Contribuye a reducir la hemorragia. Además, al desecarse, forma una costra que sirve de aislamiento de los gérmenes del exterior, evitando la infección.
Leucocitos Son los responsables del proceso inflamatorio. Su función es defensiva. Inactivan los gérmenes que han invadidoo de la herida.
Macrófagos Se forman a partir de los glóbulos blancos. Engullen células, restos celulares dañados o gérmenes y estimulan a las células encargadas de cerrar la herida.
Fibroblastos Comienzan la regeneración del tejido. Se acumulan en los bordes de la herida y segregan proteínas de colágeno, esenciales para la cicatrización.
Colágeno Rellenan la brecha con una estructura similar a una red. Preceden a los queratinocitos, las células que culminan la cicatrización.
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