Secciones
Servicios
Destacamos
Ana (46 años), Inés (9 años), Peru (11 años), María (42 años), Daniel (6 años), Javier (73 años), José Ramón (61 años), Carlos (16 años), Sara (8 años)... y así podríamos seguir hasta superar los tres millones de personas. El asma afecta ya al 5% de la población adulta de nuestro país y al menos a uno de cada diez niños, el grupo de edad más castigado por una enfermedad respiratoria crónica que «no ha dejado de crecer en las últimas décadas», según confirman los datos que maneja la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC). Una curiosidad: Canarias es la comunidad autónoma con mayor porcentaje de asmáticos de todo el país. Pero, ¿por qué ahora hay más casos que hace unos años? ¿Cómo se aplican correctamente los inhaladores? ¿Por qué tiene una prevalencia tan alta en la edad infantil? Vayamos por partes.
En primer lugar, hay que aclarar qué es el asma. A grandes rasgos, se trata de una enfermedad crónica de las vías respiratorias, relacionada en ocho de cada diez casos diagnosticados con una causa alérgica. «Es una inflamación de los bronquios que en la gran mayoría de los casos se desencadena por una reacción a un alérgeno concreto (polen, ácaros del polvo, epitelios de animales, ciertos alimentos...) y tiene como consecuencia una crisis de broncoespasmo (tos, dificultad respiratoria, pitidos). Es decir, los bronquios se cierran y el aire tiene dificultades para entrar pero, sobre todo, para salir», explica la pediatra alergóloga del hospital San Joan de Deu de Barcelona, Montserrat Álvaro, por cuya consulta pasan cada años cientos de niños.
De hecho, el asma es la enfermedad crónica más común en la infancia y la primera causa de absentismo escolar. En este punto conviene hacer una aclaración. No todos los niños que han sufrido crisis de las vías aéreas en sus primeros años de vida son asmáticos. «Este es un error muy común. Solo se pueden diagnosticar como tal los niños que continúan con episodios de dificultad respiratoria a partir de los seis años y que además podemos documentar con una espirometría que mejoran cuando se les suministra un broncodilatador (inhalador). La mayoría de estos pacientes son alérgicos y tienen asociadas otras patologías como, por ejemplo, dermatitis atópica», aclara la doctora Álvaro, vicepresidenta de la Sociedad Española de Inmunología Clínica, Alergología y Asma Pediátrica (SEICAP).
Antes de esa edad, son diagnosticados como sibilantes precoces y no tienen por qué desarrollar necesariamente la enfermedad. «Ocurre que desde bien pequeñitos, incluso desde antes del primer mes de vida, los niños pueden padecer procesos de hiperreactividad broquial causados no solo por alérgenos sino también por un virus o incluso bacterias, las famosas bronquiolitis. En estos casos, es muy difícil saber a ciencia cierta si estos niños van a ser asmáticos en el futuro a no ser que sepamos que tienen antecedentes familiares de alergia. Por ejemplo, que su hermanito es alérgico al huevo o que su mamá tiene una rinitis crónica», señala la especialista del San Joan de Deu.
La detección del asma en la edad pediátrica es clave para la salud del niño. «En muchas ocasiones esta enfermedad puede causarles molestos síntomas diarios que interfieren con los juegos, la práctica de deportes, la escuela e incluso el sueño», añade la doctora Paloma Ibáñez, alergóloga infantil y miembro del Comité de Asma de la SEAIC.
Efectivamente cada vez hay más personas que sufren asma. No es nada raro que en una clase de veinte niños, tres o cuatro sean asmáticos o que dos o tres jugadores del equipo de fútbol de veteranos lleven un inhalador por si acaso. «Hay varios factores que inciden en este aumento del número de casos, desde la contaminación ambiental –nuestro estilo de vida es cada vez más urbanita– a la mayor exposición a sustancias y partículas inhaladas como pueden ser los ácaros del polvo o el polen. Pero también la mejora de los métodos diagnóstico. No solo hay más asmáticos que hace unas décadas sino que los que hay se diagnostican más y mejor», coinciden los expertos consultados.
Las alergias que desencadenan las crisis respiratorias varían en función del lugar de residencia del paciente. Es decir, si el niño o el adulto asmático residen en una zona de costa, lo más probable es que sean alérgicos a los ácaros (las condiciones ambientales de temperatura y humedad favorecen su crecimiento y reproducción), mientras que si esos mismos pacientes viven en una zona de interior casi seguro que su talón de Aquiles sea el polen. Aunque las crisis respiratorias pueden desencadenarse en cualquier época del año, los alérgicos a las gramíneas suelen padecer más episodios de broncoespasmos en primavera. En el caso de los pacientes con alergia a los ácaros del polvo la peor época es de septiembre a noviembre porque la proteína del alérgeno está más activa», precisa la doctora Álvaro.
Un error muy frecuente entre los pacientes asmáticos y sobre el que alertan continuamente los especialistas de esta enfermedad es el «abandono y la incorrecta administración» de los tratamientos prescritos. Aplicar correctamente los inhaladores –ya sea el de corticoides como tratamiento antiinflamatorio preventivo como el 'chute' de salbutamol en plena crisis– es mucho más importante de lo que pudiera parecer. Para empezar, cualquier dispositivo MDI –tipo 'Flixotide' o 'Ventolín'– debe aplicarse «siempre» con una cámara de expansión (tubo), nunca directamente en la boca. Y tiene un motivo, también para los adultos. «Cuando las partículas salen del dispositivo, no siempre tienen la capacidad de llegar por sí solas a los bronquios y la mayoría de las veces se quedan atrapadas en la boca, mientras que si usamos una cámara de expansión les damos tiempo a volverse más pequeñas durante el recorrido (se micronizan), de manera que cuando llegan a la boca –y con la ayuda de la aspiración– tienen la capacidad de seguir avanzando hasta llegar a los bronquios. Si queremos conseguir un efecto de la medicación del 100%, siempre hay que usar los inhaladores con cámara. En el caso de los menores de cinco años, el tubo debe llevar incorporada una mascarilla que incluya nariz y boca», precisa la vicepresidenta de la SEICAP. Los especialistas también recomiendan lavarse los dientes al finalizar cada tratamiento, porque «el depósito de corticoide inhalado en la mucosa oral podría favorecer la aparición de una colonia de hongos en la boca».
300 millones de personas de todo el mundo sufren asma. En España, se calcula que son el 5% de la población adulta y el 10% de la infantil. El porcentaje se sitúa en el 10,7% en los niños y niñas de 6 años; en el 8,7%, en los 7; en el 9,3%, en los de 13 y en el 9,2%, en los de 14, según datos publicados hace unos días en el informe 'Asma 360', elaborado por 18 profesionales médicos de toda España y avalado por una docena de sociedades científicas.
1.118 personas fallecieron en España en el año 2017 como consecuencia de esta enfermedad crónica.
1.500 millones de euros anuales es el impacto económico de la atención al asma en el Sistema Nacional de Salud (SNS), el 2% del total de los recursos destinados a la sanidad pública.
72% del presupuesto destinado a esta enfermedad crónica «se asocia al mal control de la patología». De hecho, «siete de cada diez pacientes no llevan un control óptimo de la enfermedad», alerta el informe.
Hasta la fecha no hay ningún estudio científico que desaconseje el uso de las mascarillas en personas asmáticas. Más bien, todo lo contrario. «Van a estar más protegidos que nunca, no solo del Covid-19 sino de otros tipos de virus e incluso de algunos de los alérgenos ambientales que desencadenan muchas de las crisis respiratorias», confirman en el Comité de Asma de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC). En este sentido, la alergóloga pediátrica Montserrat Álvaro considera primordial que los niños vayan protegidos al colegio y confirma que «no van a notar dificultad respiratoria alguna ni un empeoramiento de la enfermedad por llevar mascarillas. Todavía es pronto para hablar de cifras, pero no descarto que este año bajen los casos de crisis asmáticas en niños», admite la especialista del hospital Sant Joan de Deu.
En cualquier caso, los alergólogos insisten que los pacientes asmáticos «no tienen un mayor riesgo de contagio de coronavirus que el resto de la población». Lo que ocurre es que este tipo de pacientes tienen unas vías respiratorias mucho más susceptibles a cualquier tipo de infección debido a su patología. «Si un persona tiene una infección vírica y es asmático, va a tener una mayor inflamación que un paciente que no lo es. Esto va a favorecer una hipersensibilidad de los bronquios y la posibilidad de que se desencadene una crisis de asma», explicó en su día el doctor Ángel Moral, presidente del Comité de Aerobiología de la SEAIC.
Además, el «asma mal controlada de base podría aumentar la susceptibilidad a una infección respiratoria vírica y también una peor evolución de dicha infección respiratoria». Por este motivo, los especialistas recomiendan a los pacientes asmáticos que sigan y realicen sus tratamientos de forma adecuada para «evitar ser aún más susceptibles a infecciones y, por lo tanto, a tener complicaciones por el Covid-19».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
Clara Alba, Cristina Cándido y Leticia Aróstegui
Javier Martínez y Leticia Aróstegui
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.