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Ilustración: Felip Ariza
Relacionarse a la japonesa... ¿qué es?

Relacionarse a la japonesa... ¿qué es?

Fernando Simón puso a la cultura nipona de ejemplo para mantener a raya la pandemia de coronavirus: la ausencia de contacto físico es el sello de identidad de una comunidad que, además, es extremadamente pulcra

Sábado, 4 de abril 2020

Hace tres semanas la sociedad española hacía piña en torno al #yomequedoencasa para frenar la expansión del coronavirus. Hoy, sin saber con certeza cuándo abandonaremos la vida entre cuatro paredes, la población ya se prepara para asumir el siguiente lema: #yomantengoladistancia. No existe aún. Pero ... al tiempo. Fue Fernando Simón, coordinador del Centro de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio, el primero en abrirnos los ojos a la nueva realidad que se avecina. «Hay que aprender a relacionarse a la japonesa», dijo el viernes. Sin más explicación. Cualquiera puede intuir que se refiere a no ser tan 'táctiles' en nuestra forma de saludar: no dar dos besos en la mejilla a cualquier desconocido en el momento de las presentaciones ni abrazos de oso con palmada al colega que vemos todos los días. Pero la cultura del lejano oriente va más allá si de obtener una lección para mantener a raya el coronavirus se trata. Además de rechazar el contacto en público y ser tremendamente disciplinada, esta comunidad tiene muy arraigado en sus costumbres un valor por encima de otros: la pulcritud. Cualquiera que pase apenas un mes de convivencia (como la que firma) es capaz de apreciar cómo la higiene es prioridad. Quizá esto tenga algo que ver con que las cifras de víctimas de COVID-19 no sean excesivamente dramáticas a pesar de sufrir densidades de población asfixiantes en ciudades como Tokio, donde a diario sus habitantes obran el milagro de no rozarse. Una urbe inabarcable donde, por cierto, no encontrará un papel tirado en el suelo a pesar de no haber papeleras en la calle.

Un saludo con cabeza

No hace falta ni salir del aeropuerto para experimentar el primer choque cultural con el que se topa cualquier hijo del Mediterráneo: solo con extender la mano al guía que le espera en puerta de 'llegadas' ya se puede ver cómo recula con gesto de contrariedad. La ausencia de contacto público en Japón no es un mito. Se nota a muchos niveles. Será raro que vea a parejas besándose; ni siquiera cogidas de la mano. Y si uno se rompe en abrazos con su acompañante en un descuido notará en su nuca la mirada reconveniente de los viandantes. ¡Esto aquí no se hace! Y el distanciamiento social se practica en Japón desde lo más básico: el saludo. El 'aisatsu', nombre de la tradicional reverencia japonesa, es un símbolo mundial y se aprende en las escuelas desde los tres años. Se realiza a algo más de un metro de distancia. Con las manos extendidas a cada lado de las caderas, se inclina el torso hacia adelante con la mirada fija en el suelo. La verdad es que resulta demasiado solemne. Cualquier latino se ve reprimiendo el impulso de acercarse para agarrar al susodicho por los hombros y levantarlo con un '¡no hace falta hombre!'. Porque nos parece un gesto de sumisión, pero para ellos es educación. El gusto por lo ceremonioso está grabado a hierro en el Imperio del Sol Naciente y se integra perfectamente en el día a día. Cualquier dependiente le hará tres reverencias después de adquirir ¿una cámara de fotos? en un gran almacén. Eso sí, hay grados. El 'aisatsu' se puede practicar con una leve inclinación de cabeza (hay que saber hacerla para no parecer ratito) acompañado de un cordial 'konichiwa' (literalmente, '¿qué tal va el día?'). Pero no es lo normal entre desconocidos.

Guantes para el verano

De ganchillo, de tela, de malla o de vinilo. Traslúcidos, neutros o de vivos colores: a los japoneses les encantan los guantes. Y no solo en invierno. Las telas se adaptan para que vestir esta prenda resulte cómoda en cualquier época del año. Es más frecuente verlos en manos de los mayores, aunque también se adaptan a las modas de Akihabara (cuna de la posmodernidad tokiota). La protección del cuerpo frente a agente externos empieza por las manos. Y tampoco es raro ver a los dependientes de los colmados usarlos con frecuencia. Quizá el colectivo donde su uso resulta más llamativo es entre los taxistas. Todos visten un par blanco e impoluto a modo de uniforme (que incluye gorra de plato) con el que abren la puerta a sus clientes. Sin excepción.

Control de los efluvios corporales

A 38º C y con un 95% de humedad en el ambiente no verá a un japonés sudar la camiseta. Mientras un español se encuentra como recién salido de la ducha con ropa tan solo diez minutos después de lanzarse a pasear por la calle en verano, la compostura de las camisas de los tokiotas es inalterable. ¿Cómo es posible? La respuesta la puede encontrar en cualquier catálogo de publicidad de grandes almacenes. No es que estén acostumbrados; es cuestión de técnica. Este país ha desarrollado toda una industria de accesorios interiores para evitar que el sudor salga a flote. Almohadillas empapadoras para el pecho, las axilas o la cintura son el secreto mejor guardado de una sociedad donde los efluvios corporales están mal vistos. El papel secante de cara, por ejemplo, es el accesorio cosmético más habitual. Y si no está bien visto sudar libremente, ni digamos estornudar o toser, auténtico talón de aquiles de esta pandemia. Hacerlo ostentosamente en público va más allá de la mala educación. De ahí que hace décadas que el uso de mascarillas entre los japoneses esté extendido. Y no solo por las alergias. Tan solo con sentirse un poco enfermos la usan a iniciativa propia. Protegerse es una prioridad. Les sucede también con el sol también. Cremas protectoras, maquillaje, viseras interminables: todo es poco para evitar lo que ven como una expresión de fealdad: las pecas.

Los zapatos, en la puerta

Ahora el coronavirus nos ha llevado a muchos a dejar los zapatos en la puerta de casa para evitar contagiar nuestra intimidad con gérmenes del exterior, pero en Japón es práctica habitual. Incluso para los extranjeros. En los hoteles tradicionales, por ejemplo, los zapatos se dejan en la recepción, colocados en estanterías con el nombre del huésped para evitar 'violar' con la suciedad los preciosos tatamis. ¿Hay algo más japonés que unas zapatillas de andar por casa?

Espacios delimitados en las aceras

Otra de las peculiaridades de los nipones es el uso del espacio común. Están acostumbrados a que se les ponga límites. Es el caso de las aceras. Multitud de símbolos delimitan su uso adecuado, por ejemplo, para los fumadores. Puedes fumar en un punto, pero solo ahí, para no molestar a los demás. Al contrario que en Occidente, es en la calle donde está prohibido el tabaco. En los bares, en cambio, hay zonas cerradas para que los amantes del pitillo no se priven y se molesten solo entre ellos.

Cuna de los hikikomoris

Esta cultura que impone el distanciamiento social tiene también expresiones patológicas. Los famosos hikikomoris, jóvenes que han elegido no salir de sus casas de por vida en un autoaislamiento brutal, protagonizan un fenómeno sociológico nacido de Japón y aún vigente en esta sociedad individualista, tendente a la timidez y a la dificultad, incluso, para las relaciones de pareja.

Donde el baño es sello de identidad

Que el baño sea uno de lo símbolos de la cultura japonesa da buena muestra de qué lugar ocupa la higiene en las prioridades de esta comunidad excepcional. Denominado 'onsen', el baño japonés trasciende el mero trámite de la ducha diaria para convertirse, en algunas ocasiones, en un acto social. En ciudades tradicionales, sobre todo, los baños son espacios públicos donde hombres por un lado y mujeres por otro, disfrutan como sus madres los trajeron al mundo (y siempre a una distancia prudencial) del agua ardiendo. Entre vapores conversan sobre los avatares del día. En salas contiguas, interminables hileras de afeites y aparatos de cuidado personal invitan al mimo del cuerpo en un ritual que es sello de identidad.

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