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No hay mal que por bien no venga, ni refrán del que no se aprenda. Aun así, ¿cuántos dichos es capaz de recordar en cinco minutos? Haga la prueba. ¿Diez? ¿Veinte? ¿Treinta? Dependiendo de su edad, quizá incluso más, aunque hay muchos jóvenes que no ... alcanzan los cinco. Lo ha comprobado numerosas veces Julia Sevilla, directora de los proyectos sobre paremias –enunciados breves que transmiten mensajes que incitan a la reflexión– del Centro Virtual Cervantes y catedrática de la Universidad Complutense de Madrid.
Ella lleva media vida dedicándose a preservar este tesoro lingüístico y lamenta que «los refranes viven momentos difíciles. Los mayores los emplean cada vez menos (muchos han fallecido) y los más jóvenes apenas los utilizan o conocen». No ayuda, además, la mala fama que injustamente se han ganado estas frases, al ser considerados, por muchos, «vulgares, de pueblo o fósiles lingüísticos».
Para Sevilla es al contrario, son como cápsulas del tiempo que «nos permiten conocer una sociedad que existió y que transmitió la sabiduría que adquirió por la experiencia del día a día». De hecho, que muchos refranes hayan perdurado durante generaciones manifiesta y justifica su valor.
En otros casos, los refranes se adaptan a los tiempos, surgiendo así paremias más 'modernas' como 'Quien madruga, centrifuga', refrán que ha comenzado a popularizarse con la subida de la luz este 2021, porque poner la lavadora a las horas centrales del día puede salir muy caro; o 'Dios los cría y ellos se contagian', que retrata el contexto de la pandemia que vivimos desde 2020.
«Es un juego que se conoce como desautomatización y que responde a la alteración de un refrán existente para crear otro», aclara Sevilla. Lo mismo ha ocurrido con otros como: 'Nadie sabe lo que tiene hasta que ordena su cuarto', 'Ojos que no ven, gabardina que te roban', 'El que ríe el último no entendió el chiste' o 'Haz mal y no mires a cual'. Algunos de los cuales tienen una motivación más cómica que moralizante, dicho sea de paso.
«Lo interesante de los refranes es que son muy versátiles y hacen que sea fácil y atractivo jugar con ellos, motivando su cambio y evolución», considera la catedrática. Sin embargo, ironizar con ellos no es suficiente para conservarlos. Por eso, desde el Instituto Cervantes y la Revista 'Paremia' (la primera revista española y la segunda del mundo dedicada a la conservación y estudio de los dichos) buscan despertar el interés por estos enunciados, especialmente entre los más jóvenes.
— ¿Cómo?
— Hace un año abrimos un perfil de Instagram llamado @revista_paremia y, desde entonces, realizamos una actividad con universidades que está siendo muy fructífera. Les pedimos a los profesores que inviten a sus alumnos a que nos manden paremias que conozcan, junto con una breve explicación de la misma y una fotografía que la ilustre. Es un buen aliciente, porue a los jóvenes les encanta hacer fotos y hay algunas realmente buenas. De hecho, está funcionando tan bien que ya no solo recibimos refranes de estudiantes españoles, sino también de italianos, ingleses, rumanos, mexicanos ¡e incluso vietnamitas! — cuenta Sevilla con emoción. También organizan charlas en institutos y convocan premios, entre otras iniciativas.
Asimismo, la especialista anima a los adultos a recopilar los que conozcan. «Tenemos una gran riqueza en nuestra lengua que a veces no sabemos valorar. Si queremos preservar los refranes, publiquemos los que sepamos en internet, pues hoy en día lo que no está en la red parece que no existe». Otra alternativa es enviarlos a la revista Paremia a través del correo: paremia@gmail.com.
Puede que algunos ya no se consigan recuperar del olvido pero, como versa el refrán: 'Más vale tarde que nunca'.
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