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Solange Vázquez
Lunes, 8 de enero 2024, 18:59
Un estudio de la Universidad de Oregon, publicado en el 'Journal of Applied Psychology', reveló que decir amén a tu jefe constantemente y mostrarte servil no sale tan rentable como algunos (pelotas profesionales) creen. Aunque no contradecirle nunca puede ayudarte profesionalmente en un primer momento, ... a largo plazo pasa factura: nos hace más vagos, menos productivos, nos lleva a perder autocontrol y, encima, nos deja exhaustos.
«Agota tu energía y te deja en un territorio en el que, sencillamente, todo vale», asegura el profesor Anthony Klotz, autor principal de la investigación. Atención a este curioso experimento que realizó con 75 empleados chinos: se les pidió que tratasen de mejorar la impresión que sus jefes tenían de ellos. Para lograrlo, podían seguir dos caminos: el del pelota tradicional (todo halagos empalagosos y aceptar todo y más) o el 'autobombo', es decir, presumir de su productividad. ¿El resultado? Los pelotas acababan totalmente agotados. Según avanzaba la jornada, se iban 'cargando' (es lo que tiene fingir todo el rato) y terminaban el día siendo desagradables con sus compañeros y vagueando porque ya no podían más. Sin embargo, los de las 'medallitas' estaban frescos como lechugas (echarnos flores no nos supone tanto esfuerzo).
Lo que no hicieron ni unos ni otros para mejorar su imagen ante el jefe fue optar por el camino difícil: llevarle la contraria cuando no tenía razón. ¿Acaso no es rentable? «La cultura de la empresa marca cómo son recibidas las críticas, si es posible aportar algo, si se pueden cuestionar las decisiones o los procesos... En una cultura sana, tendría que ser posible decir cualquier cosa al jefe sin miedo a represalias», explica Koro Cantabrana, responsable del Instituto del Estrés y experta en el ámbito laboral.
Lo que no es de recibo es criticar por criticar. Eso, desde luego, ningún superior lo lleva bien Si queremos contradecir al jefe, hay que hacerlo siempre de la forma adecuada: «Nada de ir hablando a sus espaldas sobre sus decisiones o la manera de liderar el equipo –recalca Cantabrana–. La forma correcta es hacerlo en una conversación abierta, con empatía y asertividad».
Si vemos que los superiores están equivocados y no hacemos nada al respecto, no sólo demostramos una falta de ética personal y profesional tremenda, también podemos ser partícipes de un desastre mayor (se dice que en el descalabro de una compañía son más importantes los pequeños errores no corregidos que una gran metida de pata). ¿Parece exagerado? Pues he aquí la reflexión de Santiago Iñiguez de Onzoño, presidente IE University, para The Conversation: «Buena parte de los errores que llevaron a distintas instituciones financieras a situaciones críticas durante la crisis de 2007 se debieron más a la carencia de sentido crítico con el análisis y las decisiones que se adoptaban que propiamente a la falta de ética».Es decir, que el mundo se tambaleó porque hubo unos pocos desaprensivos y una legión de empleados que les siguieron la corriente.
Para él, todo buen jefe debe apreciar las ideas de sus subordinados (aunque sólo sea por egoísmo, ya que los buenos resultados provienen de la diversidad), pero, ojo, «el debate no debe implicar la inacción o la demora en la toma de decisiones». «Es necesario mantener un balance entre discusión y velocidad en la implementación de decisiones», advierte. Por eso, si planteamos algo en sentido contrario a lo que los superiores quieren, debemos intentar que no entorpezca el proceso y saber que, seguramente, tendremos que ceder un poco para que se acepte algo de lo que proponemos. Ibon Olazabal, presidente del Grupo Évolus y experto en Recursos Humanos, considera que los jefes «son cada vez más permeables y las nuevas generaciones buscan trabajos donde sea así, donde se les escuche y puedan aportar».
En algunos campos es vital, literalmente, que los de abajo se 'planten' a veces. De hecho, en las aerolíneas tratan de reducir fallos fatales usando técnicas psicológicas para romper la jerárquica tan rígida de los aviones y animar a los subordinados a parar los pies al jefe. Los psicólogos han observado situaciones alarmantes: a veces el copiloto prefería callar antes que señalar un error del piloto. Y estos métodos se están aplicando ya en cirugía. Matt Lindley expiloto, ofrece ahora cursos de formación a médicos e indica que si un novato detecta un posible error debe usar «expresiones desencadenantes» que al superior se le hará difícil ignorar: 'estoy preocupado', 'estoy incómodo', 'esto no es seguro' o 'tenemos que parar'.
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