Borrar
Las diez noticias imprescindibles de Burgos este lunes 20 de enero
Mikel Casal
¿Por qué somos tan cotillas?

¿Por qué somos tan cotillas?

Interesarse por la vida de los demás y hablar a sus espaldas es una forma de socializar que se da en todas las culturas. «Crea cohesión de grupo, pero puede ser destructivo»

Sábado, 10 de abril 2021

¿Diría que los españoles somos cotillas? ¿Usted cree que lo es? Tómese unos segundos para pensarlo. Probablemente la respuesta a la primera pregunta sea un sí y a la segunda un no. Eso dijeron las mil personas encuestadas en 2017 en una consulta sobre el cotilleo en nuestro país. El estudio no es científico –lo hizo la empresa Nueva Pescanova para una de sus campañas de publicidad– pero los resultados son gráficos: el 87% de los encuestados reconoció que los españoles «somos cotillas», sin embargo, solo un 20% se incluía en ese saco. Más o menos chismosos, la realidad es que nadie se libra de haber hablado de otro a sus espaldas –ojo, no siempre mal– y que en cuanto oímos eso de '¿te has enterado de que…?' nos entra una inevitable curiosidad.

Tanto es así que, de media, se dedican unos 52 minutos al día a cotillear (¡casi una hora!) y es lo que hacemos durante el 65% del tiempo que dura una conversación, según las conclusiones de varias investigaciones con más o menos ciencia detrás. Eso sí, debemos diferenciar entre el cotilleo social –que busca saber– del cotilleo malintencionado o el rumor, que pretende dañar.

Un mito muy extendido es que las mujeres somos más chismosas que los hombres, pero en la práctica no hay grandes diferencias entre ambos sexos. Así lo expuso un estudio de la Universidad de California en 2019, que igualmente señaló que las personas con bajos ingresos o con menor nivel educativo no cotillean más que las de las clases sociales más altas. No hay brecha de género ni económica, pero sí de edad, ya que este mismo estudio puso en evidencia que los jóvenes suelen 'poner a caldo' a los demás con más frecuencia que sus mayores. ¿Le sorprende? Será porque el humorista José Mota nos ha dejado en el imaginario colectivo al personaje de la Vieja 'l Visillo.

El personaje de la Vieja 'l Visillo' creado por el humorista José Mota. RC

Tanto este análisis como la encuesta española destacaron también que dedicamos más tiempo –y disfrutamos más– a cotillear sobre gente allegada (amigos, conocidos, compañeros de trabajo o familiares) que sobre personas externas a nuestro círculo cercano (famosos, políticos...).

Al buscar un motivo para tal costumbre, algunos expertos, como el antropólogo británico Robin Dunbar, plantean que habría surgido como una manera de fomentar las relaciones sociales a medida que las poblacionales de nuestros antepasados fueron creciendo. Por ejemplo, así como hay grupos de primates que dedican hasta un 20% de su día a cultivar sus vínculos sociales acicalándose unos a otros, la especie humana, tras el abandono de la vida nómada, el aumento de las sociedades y el desarrollo del lenguaje buscó una alternativa para mantener dichas alianzas. De este modo, la fórmula 'yo te acicalo, tú me acicalas' pasó a convertirse en 'yo te cuento, tú me cuentas', con el fin de fomentar la cohesión de grupo a través del intercambio de información.

La clave está en cómo gestionamos esta rutina que practicamos casi sin darnos cuenta. «Cotillear es útil cuando nos sirve para tener un momento gracioso y de unión con otras personas», expresa la psicóloga clínica Elena Daprá, pero se convierte en algo tóxico e insano si se hace con ánimo destructivo, por morbo o para sembrar rumores malintencionados, e incluso falsos, sobre alguien que no nos cae bien.

¡Ojo al dato!

65%

del tiempo que dura una conversación lo podemos pasar cotilleando (que no criticando), según un estudio del antropólogo y biólogo británico Robin Dunbar.

50%

de los cotilleos de los españoles son sobre circunstancias de personas de su entorno (familiares, amigos, conocidos, compañeros de trabajo...). Los cotilleos maliciosos ocupan solo un 5% del tiempo de conversación, aunque su impacto social es muy negativo.

Afortunadamente, los chismes maliciosos son los menos frecuentes –solo representan un 5%, según la encuesta de Nueva Pescanova–, pero el impacto que tienen socialmente es muy negativo y pueden dañar gravemente la imagen de una persona. «Los cotilleos se tienen que basar en hechos. El rumor solo se apoya en una opinión o creencia y suele empezar con un 'me han dicho que…'. Ante esta situación, habría que buscar la fuente de dicha información antes de difundirla, porque puede ser muy destructiva», advierte Daprá.

No más cotillas que otros

Los rumores han encontrado en el anonimato de las redes sociales un caldo de cultivo ideal. Sin embargo, la psicóloga señala que «las redes no han potenciado el cotilleo (que ya existía antes del desarrollo de esta tecnología), simplemente lo han facilitado». En su opinión, lo que sí ha fomentado esta costumbre es la pandemia, por la falta de socialización, pues observar la vida de los demás, aunque sea a través de una pantalla, nos da una falsa sensación de mantener el contacto social.

Otra de las razones que destaca la especialista sobre el cotilleo que hacemos en internet es que nos sirve de referencia. «Los humanos tendemos a compararnos con otros, nos gusta saber cómo de bien o mal les van las cosas a los demás respecto a nuestras propias circunstancias. Si lo tomamos desde la admiración, nos puede servir como modelo para mejorar personalmente, pero si lo hacemos desde la envidia es autodestructivo», alerta.

Sobre si en España somos más cotillas que los ciudadanos de otros países, a la luz de la encuesta de Nueva Pescanova se aprecia que los españoles no solo nos consideramos cotillas a nosotros mismos, sino también a los extranjeros. Así, un 32% afirmó que los portugueses, italianos y franceses están igual de interesados por los cotilleos que nosotros, mientras que más de un 30% señaló que los ingleses y los alemanes son incluso más cotillas.

«Hay que saber distinguir los cotilleos, y las opiniones que estos generan, de la realidad y los hechos, sin convertirlos en nuestras creencias»

Elena daprá

Anna Stratton, una canadiense que reside en nuestro país junto a su novio español, comparte con este periódico su visión al respecto y dice que, en su experiencia, «en España la gente es tan cotilla como en Canadá y hay gente más o menos cotilla en ambos sitios. La principal diferencia que yo veo es que los españoles tienen una forma de cotillear muchísimo más dramática, moviendo las manos, usando las expresiones faciales, cambiando el tono de voz… Así que cuando alguien te cuenta en España que tal chica ha dejado a su pareja, por ejemplo, te da la sensación de que es algo mucho más interesante que si te lo contasen en Canadá».

Daprá añade que a lo mejor en otras culturas se airea menos esta costumbre, o se cotillea por motivos diferentes, pero se hace igual. Pone el ejemplo del contenido que se consume en la televisión: «En Norteamérica triunfan programas sobre desentrañar los crímenes al más mínimo detalle o sobre cómo la gente renueva sus casas, y aquí esos temas no generan tanta audiencia».

A nosotros lo que más nos engancha son las discusiones y polémicas de 'Sálvame' (Telecinco), programa que nació con el objetivo de comentar en clave de humor el 'reality' más visto de la televisión española 'Supervivientes' (Telecinco) y se ha convertido en la gallina de los huevos de oro de la tele. «Que los 'reality shows' triunfen se debe a que nos dan lo que pedimos. Si esos programas no tuviesen tantos espectadores, desaparecerían», afirma Daprá. En prensa, los periódicos sensacionalistas no están tan arraigados en nuestra cultura como, por ejemplo, en Inglaterra o Alemania, pero las revistas semanales más leídas en nuestro país son las del corazón.

Entonces, ¿el cotilla tiene remedio? «Lógicamente, es mejor que cada uno se centre en su vida y no en la de los demás. De hecho, las personas que se sienten satisfechas y felices cotillean menos. Pero si lo hacemos, hay que recordar que el cotilleo nos puede servir para pasar un rato entretenido y distraernos en un momento dado, pero que no debemos dar a nuestras opiniones el peso de la realidad, ni tampoco utilizar este medio para hacer daño», concluye Daprá.

Ejemplar del tomo I de la primera edición de 'La Regenta', de Leopoldo Alas 'Clarín', con ilustraciones de Juan Llimona y grabados de Enrique González Polo. Mario Rojas

Cotillas en la historia y la cultura

En 2005, la conservadora Lisa Schwappach-Shirriff descubrió unos textos del antiguo Egipcio que en esta civilización ya se cotilleaba, incluso de temas que nos resultan muy actuales, como la fama o la homosexualidad, lo cual demuestra lo de lejos que viene eso del cotilleo.

El orador romano Cicerón, en el siglo I a. C., también escribió sobre esta costumbre y las precauciones que se debía tener ante ella.

Asimismo, la ficción se ha valido de cotillas para entretenernos. Yago, el personaje de la tragedia 'Otelo' (1622), de William Shakespeare, ciego por su amor hacia Desdémona, se dedica a promover mentiras sobre ella hasta que su marido, Otelo, acaba asesinándola.

La novelista británica Agatha Christie también creó, en su novela 'Telón' (1975), un personaje que se dedicaba a contar habladurías para enfrentar a la gente, lo que desembocaba en crímenes violentos.

Por su parte, el escritor zamorano Leopoldo Alas 'Clarín' plasmó en 'La Regenta' (1885) la capacidad de los cotilleos y la hipocresía para destruir reputaciones y condenar a sus víctimas a la marginación social.

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

burgosconecta ¿Por qué somos tan cotillas?