Ilustración: Irrimarra

«En la mondon venis nova sento»... Al habla con la comunidad del esperanto

VIVIR ·

La lengua internacional no es una reliquia del pasado: reactivada por internet, sigue abriendo las puertas del mundo a miles de personas

Miércoles, 9 de septiembre 2020, 19:04

Si nos ponemos a leer un diario de hace un siglo, es muy probable que no tardemos en toparnos con el esperanto. En la España de los años 20 y 30, la lengua creada a finales del XIX por el oftalmólogo polaco Lázaro Zamenhof se ... encontraba en plena ebullición: había llegado la hora de dar forma a un nuevo mundo, nuestro mundo, y muchos deseaban que fuese más libre, humanitario y unido que el anterior. El esperanto se presentaba como una herramienta ideal para acabar con las desigualdades y las barreras que separaban a unas personas de otras, de modo que en los periódicos proliferaban las convocatorias vinculadas a su expansión: los ateneos esperantistas organizaban cursos, conferencias, veladas artísticas, excursiones, y los sindicatos fomentaban la enseñanza de aquella lengua que impulsaba a la humanidad hacia el futuro. Emilia Gastón, hija de intelectuales aragoneses, se convirtió en la primera hablante 'nativa' de esperanto del mundo, criada en una familia que empleaba ese idioma en su vida cotidiana.

Publicidad

Está claro que aquella visión idealista no cristalizó: las desigualdades y las barreras siguen aquí, tozudas ellas, y el esperanto no tiene la presencia con la que soñó Zamenhof. Y, sin embargo, sería un error catalogar esta lengua como una reliquia del pasado, ya que sigue siendo utilizada por miles de personas y atrae constantemente a nuevos hablantes. A sus connotaciones humanistas hay que sumarles dos rasgos singulares: por un lado, resulta muy sencilla de aprender, ya que está diseñada específicamente para ser fácil; por otro, abre las puertas de una comunidad amigable y global en la que la nacionalidad se vuelve un dato accesorio. «Una parte (una amplia mayoría, me atrevería a decir) de las personas que se acercan al esperanto lo hacen atraídas por su imagen de lengua de amistad por encima de fronteras y por interés por conocer el mundo desde otra perspectiva más auténtica y menos convencional. También hay personas que se acercan por curiosidad, pero creo que una cierta idea general de interés por el mundo nos une a todos los hablantes», explica José Antonio del Barrio, presidente de la Federación Española de Esperanto.

Resulta muy difícil estimar cuántos de esos hablantes hay en España, ya que no existen censos y, hoy en día, se ha vuelto mucho más habitual aprender esperanto por libre. «Podríamos estar en el orden de unos pocos miles: más de dos mil con un nivel siquiera básico y no más de diez mil, pero ni yo mismo lo sé con seguridad», admite Del Barrio. Las nuevas tecnologías, lejos de apuntillar al esperanto, han propiciado una llamativa reactivación: «Yo digo en ocasiones que internet fue creado para los esperantistas. Mientras que generaciones previas tenían que ingeniárselas para crear y mantener contactos con personas de otros lugares o para acceder a material creado en esperanto, ahora esas posibilidades están a un clic de distancia. Cualquiera puede encontrar un esperantista en cualquier país del mundo por medio de las redes sociales, o escuchar canciones o ver vídeos en esperanto en YouTube». Antes, la vía habitual para aprenderlo era acercarse a un círculo esperantista, pero hoy miles de jóvenes lo aprenden a través de la plataforma Duolingo, incluso desde rincones del planeta donde jamás ha existido un ateneo.

«Encontré el amor a través de esta lengua. Es el idioma de mi casa, en el que pido la sal»

CARLOS PESQUERA

En Duolingo empezó a aprender Carlos Pesquera, un sociólogo santanderino de 31 años, que tenía el esperanto como cuenta pendiente desde sus tiempos de universitario: «Me atraía la idea de que su base es racional, de que no importa cuál sea tu cultura o idioma materno para aprenderlo mejor, de que no hay un grupo que lo hable mejor solo por nacimiento... Pero lo principal es que es el mayor símbolo de humanidad posible: decides dedicarle tiempo a algo cuyo objetivo es romper con todas las barreras, acercarte a las personas considerando solo que son tan humanas como tú», explica. El símbolo no tardó en convertirse en algo más tangible: en 2016, cuando no llevaba ni un año con el idioma, Carlos viajó en bici por toda Europa usando Pasporta Servo –una red de anfitriones esperantistas– y acudió al Congreso Internacional de Jóvenes Esperantistas de Breslavia (Polonia). Allí conoció a Katharina, alemana, y por eso mismo está respondiendo ahora desde Hamburgo: «Yo encontré el amor a través de esta lengua. En casa hablamos en esperanto en exclusiva, a menos que estemos con familia. Yo ya hablaba alemán y ella ha aprendido español, pero ya teníamos el hábito de hablar en esperanto y es más justo: si utilizáramos el idioma de la otra persona, habría una desigualdad innata. El esperanto es el idioma de mi casa y, cuando tengamos hijos, serán hablantes nativos de esperanto, pero también de español y alemán».

Cerebro, boca y corazón

Ese equilibrio entre hablantes, independientemente de su procedencia, interesa especialmente a Vicente Manzano-Arrondo, sevillano, de 57 años y profesor de investigación del comportamiento humano en la Universidad de Sevilla, especializado en el estudio de la opresión. Su trabajo sobre este fenómeno en el ámbito académico le llevó a detectar «una enfermedad social que consiste en sentirse culpable porque uno no nació en Nueva York o Londres y, por tanto, no tiene el inglés como idioma materno». En 2016 se puso a estudiar esperanto y, diez meses después, participó en unas jornadas interculturales en Polonia. «Allí me encontré hablando con un inglés y un alemán. Ambos son más altos que yo y provienen de dos estados potentes, ricos e influyentes. En la universidad sabemos por experiencia que los congresos en inglés los controlan los anglohablantes, igual que ocurre en los congresos en alemán con los germanohablantes. Pero me di cuenta de que, en aquella conversación de casi una hora, la situación había sido 100% horizontal, de que nadie estaba por encima de nadie». Como parte de sus investigaciones, Vicente ha entrevistado a esperantistas que dominan también el inglés, de países tan diversos como Benín, Irán, Rumanía, China o España: «Todos me responden lo mismo: el inglés les ha servido para encontrar un trabajo, pero no les genera pasión. El esperanto no les ha traído ni un euro, sino sentido en la vida, una red de amistades de lujo y alegría. Uno me decía: 'Mi cerebro habla suahili; mi boca, inglés; mi corazón, esperanto'».

Publicidad

«En unas jornadas me encontré hablando con un inglés y un alemán y me di cuenta de que, con el esperanto, nadie estaba por encima de nadie»

vicente manzano-arrondo

Al charlar con esperantistas van surgiendo con toda naturalidad topónimos inesperados, como si la lengua hubiese abolido también las distancias geográficas. Saioa Escobar, de 35 años, y Javier Alcalde, de 42, son profesores y se conocieron en 2012 en un curso que organizaba la Asociación Catalana de Esperanto en su ciudad, Barcelona. Cuatro años después, se casaron, y su domicilio se ha convertido en un nudo más de una red que envuelve el planeta entero. «Gracias al esperanto tenemos amigos en lugares como la República Democrática del Congo, Canadá, Polonia o Japón y hemos visitado en profundidad Corea, Túnez o Eslovaquia, en viajes que tienen que ver poco con el turismo convencional, porque te integras en la comunidad», detallan. Saioa colabora con un orfanato del Congo regentado por esperantistas y Javier pudo realizar una investigación académica en el campo de refugiados de Calais gracias a contactos con hablantes de esta lengua.

¿Cuál es la última conversación que han mantenido en esperanto? Nuestros interlocutores no necesitan esforzarse en hacer memoria. Vicente ha estado hablando hace un rato sobre la reparación de una bicicleta. Javier ha mantenido un debate con varios amigos sobre las relaciones entre Rusia y Ucrania. Saioa ha respondido a un mensaje de un profesor canadiense, al que está ayudando a traducir del griego antiguo al esperanto una obra de Procopio de Cesarea, historiador bizantino del siglo VI. Y Carlos y Katharina... bueno, ellos hablan en esperanto todo el tiempo: «Es el idioma en el que pido la sal, pregunto dónde están las llaves o deseo todo mi amor».

Publicidad

Cuatro frases en esperanto

  • «En la mondon venis nova sento» La propone José Antonio del Barrio, el presidente de la federación: «Va a parecer un poco institucional, pero me quedo con el inicio de 'La espero' ('La esperanza'), un poema del doctor Zamenhof que se ha convertido en el himno del esperanto: 'Un nuevo sentimiento ha llegado al mundo'. Se puede considerar como un anuncio de esperanza y continúa siendo válido 130 años después».

  • «Faru la bonon! Sed faru ĝin bone! (kaj ĝuu!)» Es la frase que elige Vicente Manzano-Arrondo. «La utilizo como firma. '¡Haz el bien! Pero hazlo bien (y disfruta)'. Esa sería la traducción literal. Más directa al sentido, adaptándola con ritmo al español, yo diría 'haz bien el bien y pásalo bien'».

  • «Mi spektas videon» «Como español, me encanta esta frase», comenta Carlos Pesquera, que aporta un toque de humor a este pequeño repertorio de expresiones en esperanto. «Significa 'miro un vídeo', pero, como generalmente no pronunciamos bien la diferencia entre uve y be, suelo acabar diciendo 'mi spektas bideon', es decir, 'miro un bidé', lo cual no es tan entretenido pero resulta más gracioso».

  • «La nepoj vin benos» «O, lo que es lo mismo, 'vuestros nietos os bendecirán'», aclaran Javier Alcalde y Saioa Escobar. «Es una frase muy conocida de un poema clásico de Zamenhof, que hace referencia a la idea de que el activismo esperantista no necesariamente tendrá un resultado inmediato, sino que, como todo cambio revolucionario, es una cosa que necesita de varias generaciones. Es una frase que nos gusta y que aplicamos más allá del ámbito estricto del esperanto a cualquier buena acción que de alguna manera tiene presente a las generaciones que vendrán. Es decir, la idea de extender la empatía no solo a todos los habitantes actuales del planeta, sino también a los del futuro».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas

Publicidad