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¿Ya has pensado de qué te vas a disfrazar estos días? ¿De superhéroe, pirata, payaso, bruja, princesa, león, bombero... o quizás de alguno de los personajes de las series y películas más vistas de la temporada? Si es así, ganan por goleada 'La casa ... de papel' y 'El juego del calamar', sin olvidarnos de los recientes Juegos Olímpicos, el concurso para elegir al candidato español a Eurovisión o el documental protagonizado por Giorgina Rodríguez que, a buen seguro, protagonizará muchas de las parodias que se verán por las calles hasta el martes, día en el que se entierra la sardina y se da por finalizado el Carnaval.
La cultura popular y las modas de cada momento suelen servir de inspiración para elegir el atuendo con el que salir a darlo todo en una de las fiestas más esperadas tanto por los pequeños de la casa como por los adultos, sobre todo después de dos años de sequía carnavalera. Pero, ¿por qué nos gusta tanto disfrazarnos? «Porque durante unas horas podemos vivir una fantasía, vestirnos de lo que queremos e interpretar un personaje sin ser juzgados por nadie. En este sentido, disfrazarnos nos resulta liberador porque, además, lo hacemos en un contexto concreto de cierto descontrol en el que podemos hacer bromas o expresar ideas que no estarían socialmente aceptadas en otras circunstancias», explica Rocío Sánchez, psicóloga en la clínica gaditana Alter Ego.
Chicos que se visten de chicas, ser el malo de la película durante unas horas, luchar contra el crimen como una superheroína con capa o dejar a un lado el traje y la corbata o el papel de 'madre perfecta' para vacilar a los amigos vestidos de lentejuelas no solo está socialmente 'permitido' estos días sino que se aplaude y se jalea, «de ahí que los carnavales sean unas fiestas tan populares y queridas en general. En otras palabras: me permito, permitirme», resume la psicóloga Elena Daprá. Esto no significa que a quien no le gusta disfrazarse sea una persona que vive inhibida o que no diga lo que piensa. «Suele estar más relacionado con sus propios temores y experiencias vitales. Como en todo, hay a quien le gusta y a quien no», aclara Rocío Sánchez, que es de las que 'no'.
Ahora bien, la elección del disfraz tampoco suele ser una decisión tan inocente y arbitraria como pensamos. «Es algo mucho más profundo –argumenta Elena Daprá–. El atuendo que nos ponemos estos días tiene que representarnos de alguna manera, tener una conexión... O bien literal, porque nos sentimos identificados con lo que representa, o metafórica. Casi nada es casual, todo es más bien causal. Por ejemplo, a los más pequeños les encantan los superhéroes porque, de alguna manera, representan muchas de las cosas que les entusiasman y con las que sueñan. De hecho, es muy complicado convencerles para que se vistan de algo con lo que no se sienten identificados. Otras veces, el disfraz se elige por contraposición, para experimentar lo contrario. Es relativamente habitual que personas muy buenas ese día quieran vestirse del Joker o de un personaje maligno para cambiar de rol».
El Carnaval es una celebración de la tradición cristiana que viene de largo y «siempre se ha entendido como un espacio de tolerancia en el que cada uno vive su fantasía con libertad antes del periodo de recogimiento que suponía la Semana Santa hace años. Los pobres podían disfrazarse de ricos, las mujeres de hombres poderosos... No hay ideologías, por eso siempre ha sido una fiesta con mucho predicamento entre las clases menos afortunadas: mujeres, trabajadores y esclavos», explica la socióloga y profesora en la Universidad de Deusto, Arantxa Rodríguez.
Despojado ahora de ese halo religioso, el espíritu de los carnavales sigue siendo el mismo: «unos días de libertad y cierto descontrol que nos sirven como válvula de escape para olvidarnos de las cosas que nos preocupan en nuestra vida diaria. Además, es una fiesta que puede disfrutar todo el mundo porque no entiende de edades, ni de clases sociales. El ser humano es social por naturaleza y este tipo de celebraciones refuerzan nuestros vínculos», añade la experta, que se disfrazará de la niña de la curva.
Arantxa Rodríguez está convencida de que «los Carnavales de este año van a ser especialmente explosivos» después de tanto tiempo de contención y normas. «Con todo el tema de la pandemia, tenemos más necesidad que nunca de socializar, de liberarnos... Y estas fiestas pueden funcionar como una válvula de escape de todo lo que hemos ido acumulando», desliza la socióloga bilbaína.
A juicio de la psicóloga Elena Daprá, que se vestirá de Harley Quinn, la alegría va a ir por barrios. «Habrá gente, sobre todo los más jóvenes, que los vivirán a tope y otros a los que todavía les costará mucho salir a la calle con tanta gente».
Para ir en grupo: Las series de televisión son una fuente inagotable de inspiración para elegir los disfraces, sobre todo los grupales. Este año arrasarán 'El juego del Calamar' y repetirán los personajes de 'La casa de papel', según un estudio de tendencias publicado por la web de anuncios Clasf.es.
Infantiles: Superhéroes, animales, princesas y piratas siguen siendo los favoritos de los más pequeños, aunque este año irrumpen con fuerza los personasjes de Star Wars, sobre todo Baby Yoda, y los Pokemon.
Los favoritos de las mujeres: Personajes de películas como Harley Quinn, Maléfica o Wonder Woman son una apuesta segura. Este año se suman The Mandalorian y la gimnasta Simon Biles.
Los favoritos de los hombres: Joker, Batman, Hulk o Spiderman ocupan los primeros puestos entre los disfraces más demandados, sin olvidarnos de clásicos como Mario Bros, Jack Sparrow, John Snow o Son Goku.
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