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CARLOS BENITO
Domingo, 19 de julio 2020, 00:02
En alemán, el nombre de Fucking no tiene mayor trascendencia, pero en inglés es algo así como la madre de todas las palabrotas, apta para referirse al acto sexual y también para añadir una carga grosera a cualquier otra expresión. Por eso el pueblo ... austriaco de Fucking, con un centenar de habitantes, se ha convertido en destino habitual de los turistas británicos, que se parten de risa retratándose delante de sus letreros. Algunos no se conformaban con eso y los robaban: cada cartel costaba 300 euros a las arcas municipales, y una vez llegaron a llevarse en una sola noche los cuatro que había, así que desde 2005 Fucking utiliza un modelo antirrobo asegurado con acero y hormigón. En 2009 tuvieron que adoptar otra medida de seguridad: instalaron cámaras para disuadir a los británicos de, en fin, filmarse 'fuckeando' ante el nombre del pueblo. Miedo da lo que puede pasar cuando los españoles se enteren de que en Austria existe otro pueblo llamado Pölla.
Lo de los nombres de pueblo que divierten mucho a los hablantes de otras lenguas tiene una gran tradición (en Alemania están Kagar y Repente, que han dado lugar a tantas consultas a Google Maps sobre «cómo ir de Repente a Kagar»), pero a veces no hace falta salir del propio ámbito idiomático. En la localidad inglesa de Conisbrough, los vecinos de Butt Hole Lane estaban ya un poco hartos del choteo a cuenta de su dirección, algo así como el Callejón del Ojete. Para colmo, cuando pedían servicios a domicilio, muchas veces los tomaban a ellos por los bromistas. Y, en fin, también llegaban hasta allí turistas estadounidenses (lo de 'butt' es una cosa más bien yanqui) que se sacaban fotos con las nalgas al aire ante la placa de la calle. En 2009, los residentes decidieron cambiar el nombre por Archers Way, el Camino de los Arqueros, que suena más noble pero menos sugerente. En Shepshed, otro pueblo inglés que cuenta con su propio Butthole Lane, consideran que los de Conisbrough son unos flojos por haber reculado tan dócilmente ante la presión del qué dirán.
La toponimia políticamente incorrecta tiene a veces una dimensión que excede con mucho las risas del 'caca-culo-pedo-pis'. El caso más evidente son los esfuerzos realizados en EE UU para erradicar de sus mapas la palabra 'nigger', término ofensivo para referirse a los negros que hoy se considera atroz y casi impronunciable, hasta el punto de que muchos prefieren hablar de «la palabra con ene» para evitar mencionarla. «Es como una obscenidad», se horrorizó el secretario de Interior que, en los 60, ordenó desterrarla de todos los topónimos del país. Había un montón, como Nigger Head Mountain o Dead Nigger Creek, y en muchos casos, a falta de nombres alternativos, se decidió sustituir el término despectivo por 'negro', que con el tiempo también ha acabado sonando muy mal.
El nombre del pueblo burgalés de Castrillo Matajudíos estuvo a punto de provocar más de un síncope. La cosa resultaba desafortunada por partida doble, ya que el topónimo original era probablemente Castrillo Mota de Judíos, en referencia a una comunidad sefardí que habitó el lugar. En 2014 se sometió a referéndum la posibilidad de recuperar aquella denominación perdida hace siglos, con 29 votos a favor y 19 en contra. Hoy Castrillo Mota de Judíos luce orgullosamente un escudo con la estrella de David y está hermanada con la localidad israelí de Kfar Vradim, pero el cambio ha supuesto algunos disgustos con la cartelería: antes de rebautizar el pueblo, les robaron los dos letreros con el viejo nombre; después, los nuevos indicadores han sido objeto de ataques por parte de neonazis, a los que mandaríamos a Kagar si no fuese porque allí tampoco tienen por qué aguantarlos.
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