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Debemos la imagen del paciente recostado en un diván a Freud. De hecho, cuesta imaginar ningún otro contexto donde citar esa especie de sofá. Al parecer, el padre del psicoanálisis eligió este mueble por dos motivos: porque, reclinado, el 'enfermo' podía bucear en su pasado sin tener que soportar el escrutinio del profesional y porque el propio Freud reconoció sentirse incapaz de aguantar la mirada de sus pacientes ocho horas al día. Aunque no espere encontrar divanes en todas las consultas. Woody Allen y sus neurosis cinematográficas también han contribuido a ofrecer una imagen del psicólogo que poco tiene que ver con la realidad actual, aunque el humor de sus recreaciones pueda ayudar a entender un poco más un tema tan serio como el hecho de encontrar al profesional adecuado que nos ayude con nuestra salud mental.
Hay varias clases de psicólogos por el estilo o la orientación terapéutica. El más conocido es el citado psicoanalista (freudianos, lacanianos...), que, resumiendo y simplificando mucho, indagará en su pasado para encontrar el origen del problema y neutralizarlo así desde la base. Lo refleja Allen en 'Bananas' (1971), donde su personaje le cuenta al terapeuta: «Supongo que me llevaba bien con mis padres. No me pegaban mucho. Creo que durante mi niñez me pegaron una sola vez. Me empezaron a pegar el 23 de diciembre de 1942 y pararon a finales de la primavera del 44». Sin embargo, la escuela del psicoanálisis ha cedido terreno a la cognitiva-conductual, más centrada en la identificación de los síntomas de la dolencia con vistas a eliminarla o al menos a encontrar recursos para convivir con ella sin quebraderos de cabeza. Es la que goza actualmente de mayor respaldo científico. Un ejemplo con las fobias; si le dan miedo las arañas, no indagará en cuándo se originó ese miedo, sino que le enseñará la forma de hacerle frente la próxima vez que se tope con una. Algo que le vendría muy bien al protagonista de 'Misterioso asesinato en Manhattan' (1993), que se encuentra un muerto en un ascensor y grita: «¡Claustrofobia y un cadáver! ¡El colmo de un neurótico!». También hay psicólogos sistémicos, humanistas... ¿Cómo saber cuál es el más indicado?
Pilar Jiménez, psicóloga habilitada para el ejercicio de la Psicología Sanitaria que trabaja en Global Psicosalud y en un centro de Sanitas en Alcorcón, anuncia que «la siguiente ola –en referencia al coronavirus– va a ser la mental, con lo que cuanta más información tengamos mejor será». En primer lugar, aconseja olvidarnos de esta clasificación en base a la orientación terapéutica para hacer nuestra elección: «Se trata de una información que no conocemos en profundidad y que no nos va a servir como criterio de búsqueda por la complejidad que implica entender cómo nos podría ayudar cada uno». En su lugar recomienda rastrear en función de la edad, de si lo necesitamos para un hijo, es decir, un psicólogo infantil, o si se trata de un adolescente, un adulto o una persona mayor. También podemos decidirnos en base al problema que tengamos, es decir, buscar un terapeuta de pareja o un sexólogo, un especialista en adicciones, para atender a alguien que atraviesa un proceso canceroso, o el estrés laboral, la ansiedad... «En la mayoría de gabinetes psicológicos hay un amplio ramillete de profesionales donde elegir, suelen cubrir todos los rangos o tipos. Y si no sabemos muy bien qué nos pasa, mejor elegir uno basándonos en nuestro segmento de edad, que él sabrá dónde derivarnos».
Juan Castilla Rilo, psicólogo clínico, experto en inteligencia emocional, psicología positiva, coaching y gerontología, aclara que «evidentemente, al ser una situación delicada, solemos fiarnos del boca a boca de conocidos o amigos que han 'oído hablar de uno muy bueno' o de alguno que conocen por experiencia propia, y si bien este requisito es muy importante, hay que saber si dicho psicólogo está especializado en nuestra dolencia». Explica Castilla que todo psicólogo tiene conocimientos y herramientas para trabajar cualquier patología psicológica, «pero se especializan más en unos cuadros, unas edades o unas técnicas que nos diferencian unos de otros». En cualquier caso, tranquiliza a los más suspicaces al señalar que si un profesional «no se siente preparado para tratar un caso concreto, su deontología le va a 'obligar' a rechazar o derivar el caso a otro compañero más adecuado a la situación del paciente».
Otra de las ideas equivocadas que se tienen cuando nunca se ha necesitado un psicólogo es que encontrarás la solución a tus problemas en un par de sesiones. «Es muy habitual, –confirma Jiménez–. Pero hay que saber que va a ser un proceso largo, que llevará tiempo y dinero, no se puede llegar pensando que vendrás dos veces, hay que asumir cierto grado de compromiso». Como lo tenía el personaje de Allen en la cinta futurista 'El dormilón' (1973): «No he visto a mi psicoanalista en doscientos años. Era un freudiano estricto y, si le hubiese visto durante todo este tiempo, ahora estaría casi curado». Prosigue Pilar Jiménez: «Y si el paciente cree que la cosa no funciona y quiere cambiar, no es buena idea marcharse sin más, pueden quedar heridas abiertas. Lo mejor es comentarlo al profesional para cerrar el tratamiento y reorientarle».
Una vez que tengamos decidida la persona, viene cerciorarse de que el profesional es lo que dice ser. Juan Castilla explica que un psicólogo clínico «debe cumplir unos requisitos formales y oficiales para ejercer la labor clínica de manera legal. Debe disponer del grado de psicología (antigua licenciatura universitaria) y tener el título de Especialista Sanitario –en total son 6 o 7 años de estudio como mínimo–. Además, ha de estar en posesión de un número de colegiado perteneciente a un colegio oficial de psicólogos del territorio español, y estar al corriente de las obligaciones que esto conlleva». Castilla aconseja exigir esos requisitos previos, «aunque la mayoría de psicólogos tienen a la vista de sus pacientes esa información». Pero si no está visible se recomienda pedirla, añade Pilar Jiménez, «porque el profesional al que nos dirigimos está obligado a darnos su número de colegiado. Y si lo preferimos, podemos llamar al Colegio provincial para preguntarlo con su nombre y apellidos».
La psicóloga avisa de que de esta manera evitamos el intrusismo que por desgracia puede encontrarse en esta profesión: «Te encuentras a gente que se publicita como sexólogo sin ser psicólogo solo porque ha hecho un curso de terapia sexual. También ocurre con la de pareja y con algo muy de actualidad como es el 'mindfulness', «que está muy de moda y que como enfoque terapéutico es muy potente, pero hay alguno que con un cursillo pretende impartirlo centrándose sobre todo en la parte de la meditación, cuando se trata de algo mucho más profundo».
El filme 'Desmontando a Harry' (1997) sirve para introducir otra de las confusiones habituales. Cuenta en la consulta el protagonista: «Han pasado años, yo entonces iba a un psiquiatra, ahora voy a otro, y seis psiquiatras más tarde, y tres mujeres, aún sigo sin tener mi vida amorosa solucionada». El error reside en que aunque habla de psiquiatra se trata del psicólogo: «Un psicólogo nunca podrá medicar – explica Castilla–, ya que eso es competencia exclusiva de la medicina (psiquiatras u otros médicos). Aunque los psicólogos conocemos los fármacos porque hay personas que vienen con prescripción médica y farmacológica que puede condicionar la eficacia del tratamiento, y en algunas ocasiones la terapia psicológica puede ayudar a reajustar o eliminar la medicación, decisión que será siempre tomada por el médico que la prescribió». «Lo normal –añade Jiménez– es acudir primero al psicólogo, que él derivará, a no ser que estemos con una sensación de desesperación absoluta, de tristeza, ansiedad, o estrés, y entonces debemos ir al psiquiatra».
En la película 'Annie Hall' (1977), cuenta el paciente que, tras 15 años de tratamiento, le va a conceder a su analista «un año más, y después me voy a Lourdes». Pero no hay que ser tan pesimistas, lo mejor es confiar en el profesional que se ha elegido finalmente. «Atrás quedan muchas ideas preconcebidas sobre nuestro trabajo, las que nos relacionaban con el diván, con aquello de que para ir al psicólogo tienes que estar loco, o que mejor te confías a un amigo, a la familia o o al cura. Son cosas de otros tiempos», dice Pilar Jiménez. Un último dato a saber: a los psicólogos les gusta mantener la 'p' inicial; búsquelo de esa forma.
TIPOS DE PSICÓLOGO
Clínico o sanitario: El más común, atiende en consulta asuntos de salud mental.
Educativo: Para temas de educación, en escuelas, colegios...
Laboral: En empresas, en el área de recursos humanos...
Social: Trabaja con adolescentes problemáticos, inmigrantes, personas sin hogar...
Investigación: Elaboran estudios o informes.
Cognitivo-conductual: Hoy goza de gran soporte científico y experimental, y es el tipo de terapia que más se utiliza. Trata de dar recursos para que desaparezcan los síntomas que provocan el malestar. Por ejemplo, si tienes fobia a los perros, tratarían de que cuando vuelvas a enfrentarte con uno sepas lo que tienes que hacer para no tener miedo.
Psicoanalítico: Se basan en el psicoanálisis emprendida por Freud y se la considera la vieja escuela. Se enmarcan aquí también la escuela lacaniana. Este estilo terapéutico trata de ayudar a la persona intentando acceder a su subconsciente, y a recuerdos que permanecen reprimidos. Siguiendo con el ejemplo anterior, a una persona con fobia a los perros, intentarían ayudarla encontrando el momento del pasado en que se desarrolló ese problema y tratando de entenderlo.
Terapia de la Gestalt: Se centra en el presente sin indagar en el pasado, y en la experiencia de las personas y sus problemas, no en elementos concretos.
Sistémico: Enfocado a las relaciones de la persona que asiste a la consulta y sus grupos de referencia, buscando patrones.
Humanista: Se centra en el ser humano como 'un todo' con factores que condicionan nuestro estado de ánimo. Le considera responsable de su vida y sus actos.
Para niños, adolescentes, adultos y personas mayores.
Para adicciones, enfermedades, de familia, sexólogos...
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Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
Clara Alba, Cristina Cándido y Leticia Aróstegui
Javier Martínez y Leticia Aróstegui
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