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Óscar b. de otálora
Bilbao
Jueves, 24 de diciembre 2020, 00:16
La Navidad tal y como la conocemos puede que no existiera nunca. Las imágenes que estos días nos rodean fueron elaboradas a lo largo de la historia, tejiendo una red con mentiras y hechos ciertos. Desentrañarlos es como retirar capas de una cebolla. La profesora de la Universidad de San Dámaso, experta, entre otras lenguas, en arameo y hebreo, y arqueóloga en Israel, Cayetana Heidi Johnson nos guía en este viaje a través de la historia. «Los hechos reales existieron hace más de 2.000 años. De ello hay sobradas evidencias. Otra cosa es cómo nos han llegado hasta la actualidad», argumenta.
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Celebrar el Día de los Inocentes puede ser la mayor inocentada de la Navidad. Después de todo, la matanza de niños ordenada por el rey Herodes y que se conmemora en ese día jamás se produjo. «No existe ninguna evidencia histórica de que se hubiera cometido una masacre de esas características», explica Cayetana Heidi Johnson. «Además, quien ha relatado la vida de Herodes, presentándolo como un psicópata y un asesino que mató a su mujer y a su hijo, es el historiador Flavio Josefo, que vivió en aquellos años. Si hubiese dispuesto del dato de la muerte de niños, sin dudarlo lo habría introducido en sus libros, pero no lo menciona». En opinión de la experta, se trata de un relato casi canónico y que forma parte de la mitología universal en el que se anuncia el nacimiento de un rey que derrocará al emperador o del hijo de un monarca que acabará con su padre. La mitología rebosa este tipo de historias.
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¿Existió la estrella de Belén? Según Johnson, «la arqueoastronomía, que estudia la relación de culturas antiguas con el cielo, ya ha comprobado que en las fechas en las que se produjo el nacimiento de Jesús sí tuvo lugar un evento astronómico especial. No se sabe si se trató de un cometa o de una nova. Kepler, en 1614, ya escribió que algo había sucedido y en los documentos chinos o babilónicos de la antigüedad también aparece una referencia a un fenómeno extraño». Además, estos días se ha repetido la conjunción de Saturno y Júpiter que también, según los expertos, tuvo lugar hace ya más de 2.000 años.
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El símbolo de la estrella, fuese una nova o un cometa, ha sido más importante en la historia de lo que parece. Es algo más que un mero adorno. En 1853 se desencadenó la Guerra de Crimea después de que robasen el símbolo de la Basílica de la Natividad, en Belén. Este episodio con la estrella de Belén fue el detonante que llevó a la confrontación bélica un largo conflicto religioso entre ortodoxos, apoyados por Rusia, y católicos, que fueron defendidos, entre otros, por Inglaterra y Francia. Murieron más de 150.000 soldados, entre ellos, los jinetes de la ya famosa carga de la Brigada Ligera.
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La cifra real de Reyes Magos se desconoce. Según la experta, «los monarcas serían en realidad magaunos, los sacerdotes del zoroastrismo persa que se dedicaban a interpretar los movimientos de los astros. Para ellos el universo era importantísimo dentro de su sistema de creencias y estaban siguiendo un evento estelar que, como ya hemos visto, había sido detectado en distintos lugares del mundo», indica la experta. Una de las figuras más carismáticas de las distintas leyendas sobre los sabios de Oriente es la de Artabán, un cuarto sacerdote que inició el viaje siguiendo la estrella pero no llegó puesto que se dedicó a ayudar a los necesitados durante el trayecto. Él llevaba piedras preciosas a Belén, pero las gastó en obras de caridad. Artabán sí aparece, por ejemplo, en la película de Ben Hur.
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Cuando los persas asánidas tomaron la Basílica de la Natividad, en Belén, en el 614, respetaron el edificio pese que arrasaron el resto de la ciudad. El templo dedicado al nacimiento de Jesús, y levantado por Constantino y Santa Elena, fue respetado puesto que los soldados procedentes de Persia encontraron unos mosaicos en los que veían a unos hombres representados como ellos, con sus mismas ropas y sus características físicas. Eran los Reyes Magos. «Probablemente vestirían con una túnica corta, unos pantalones no muy largos y un gorro frigio». Según la arqueóloga, la representación de los sabios como reyes con corona o mantos de armiño no surgiría hasta la Edad Media
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«Lo más probable es que este tipo de representación del nacimiento que ahora se encuentra en todos los hogares tenga su origen en la costumbre de levantar pequeños altares con figuritas que desde la antigüedad se venía realizando, por ejemplo, los lararios romanos dedicados a los dioses familiares», asegura Johnson. El belén, tal y como lo conocemos hoy, fue creado por San Francisco de Asís en 1223. Es el biógrafo de este santo, Tomás de Celano, quien cuenta como ese año, en el pueblo de Greccio, San Francisco realizó una representación del pesebre en una cueva. Su intención era elevar la pasión religiosa de los aldeanos. Por esta razón Greccio está hermanada con Belén.
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Para Cayetana Heidi Johnson, la cueva es la imagen que más se puede ajustar al lugar real del nacimiento de Jesús. «En esa zona era muy normal residir en cuevas. Entre otras cuestiones, porque debido a la inercia térmica son lugares calientes en invierno y frescos en verano. Más o menos, los habitantes de estas cavernas las organizaban para poder disponer de habitaciones, despensas, etc...». La Basílica de la Natividad, añade la experta, se eleva sobre una red de cuevas que forman un auténtico laberinto subterráneo.
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Según Cayetana Heidi Johnson, el viaje de María y José a Belén y su posterior huida a Egipto está relacionado con eventos históricos que tuvieron lugar en la época del nacimiento de Jesús, aunque con menos carga dramática. En principio, los padres de Jesús viajaron a Belén para empadronarse, ya que desde Roma, la metrópoli, se había ordenado realizar un censo de todos los ciudadanos de Judea de cara a organizar la recaudación fiscal. Su posterior viaje a Egipto podría no ser una huida, tal y como se ha relatado históricamente, puesto que Herodes no había ordenado la matanza de niños. «En aquellos años, Egipto era algo parecido a lo que hoy sería Estados Unidos, era una zona floreciente en todos los aspectos. Allí existía una fuerte comunidad judía. Puede que José y María viajasen hasta allí para hospedarse con algún pariente porque la tensión mesiánica era evidente dados los prodigios alrededor del santo nacimiento», explica la arqueóloga. Todo Oriente Próximo y Egipto estaban conectados por la 'Vía Maris' entre otros caminos, la vía del mar, una ruta comercial existente desde la Edad de Bronce. «Era una ruta habitual, con todo tipo de facilidades», explica Johnson.
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La fecha real del nacimiento de Jesús es una incógnita, ya que no aparece reflejada en ninguno de los textos canónico. «Si se decidió que fuese el 25 de diciembre fue por una cuestión de liturgia. Ya estaba establecido que la Anunciación a la Virgen de su embarazo fue el 25 de marzo. Por lo tanto se retrocedió nueve meses y se llegó al 25 de diciembre». En el Concilio de Nicea, celebrado en el 324, fue cuando se decidió de forma oficial ese día como la fecha real del alumbramiento de Jesús.
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Una teoría extendida sobre la fecha de la Navidad es que se trató de utilizar una fiesta pagana, el denominado 'Sol Invictus', en la que los romanos festejaban el solsticio de invierno. En opinión de Johnson, la situación es la contraria. «Fue el emperador Aureliano, en el año 274 d. C., quien trató de neutralizar la nueva religión emergente al elevar el 'Sol Invictus' como culto imperial para asentar su poder». La experta recuerda que entre 132-135 se produjo la rebelión judía de Bar Kojba, en la que los romanos aplastaron a sus enemigos, tanto judíos como cristianos. Para intentar acabar con la veneración no imperial, levantaron un templo a Afrodita en el Gólgota y el bosque de Adonis en Belén. «Si tomaron esa decisión fue porque el culto a Jesús ya estaba instaurado».
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