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Lo dijo Charles Bukowski, tan prolífico en frases magistrales: «Lo más importante es lo bien que camines a través del fuego». El escritor, tan dado a los excesos, resumía en esta máxima la idea de que el ser humano debe aprender a avanzar en medio ... de condiciones adversas, superando las llamas. Y hay épocas que nos dejan un poco churruscaditos. O con quemaduras graves. Ahora mismo, al iniciarse este 2022, olemos todos un poco a humo. Hasta los optimistas. Así, los psicólogos indican que mientras que 2020 fue el año del 'susto' de la pandemia y de luchar contra ella a brazo partido y 2021 se convirtió en el de la resiliencia, 2022... es el año de la resignación. ¿Es bueno resignarse? Dos psicólogas analizan este sentimiento, nos explican cómo hemos llegado hasta este punto y nos ofrecen consejos para evitar que el tercer año de pandemia nos queme del todo.
2020
En marzo de 2020 se inició el confinamiento domiciliario. Había mucho miedo, pero también fuerza y espíritu de lucha. Estábamos 'frescos' aún: hacíamos pan en casa, teníamos la mirada puesta en el desconfinamiento, seguíamos los avances de la vacuna... Era un ir hacia adelante. Según explica Aida Rubio, psicóloga clínica y coordinadora de este equipo de especialistas de Therapychat, todos tenemos una reserva de recursos para afrontar los problemas, que es como un depósito de gasolina. Y en 2020 empezamos a tirar de él. «Son recursos emocionales, hormonales y de neurotransmisores que se van agotando cuando tenemos que adaptarnos a nuevas situaciones», indica.
2021
Pasa el año 'horribilis'. Qué bien, ¿no? Siguen sucediéndose oleadas del covid e ingresamos en esa 'nueva normalidad' tan anormal. Seguimos, pues, gastando recursos. El depósito sigue bajando: nos instalamos en la resiliencia (¡la palabra de 2021!), esa capacidad de resistir las adversidades mediante la flexibilidad.
2022
2022 empieza como terminó 2021. Con una sexta ola hipercontagiosa que ha dinamitado las previsiones, los planes familiares -las Navidades en casi todos los hogares han sido para olvidar- y la moral de la gente. Las frases más oídas son 'ya me da todo igual', 'paso de hacer planes, ¿para qué?, 'esto no va a terminar nunca', 'estamos perdiendo nuestra vida'. ¿Qué denotan? Que nuestro depósito de recursos para afrontar las adversidades está con el pilotito rojo y empezamos a pensar que resignarse es lo mejor.
«No, no lo es. Aunque casi todas las emociones son útiles, como la tristeza, la resignación nunca es buena. Hay que cambiar la resignación por aceptación. Resignarse es sentirse impotente, que no tienes el control y adoptas una postura pasiva. Esto genera ansiedad e incluso ira o ganas de saltarte las normas. Si te resignas, te quedas con un pie en el pasado. La aceptación, sin embargo, aunque también implica dejar pasar las cosas que no puedes cambiar, te desvincula emocionalmente: sabes qué controlas tú (y te haces responsable) y lo que no (y lo aceptas). Es una emoción positiva: entendemos que hay limitaciones, pero miramos al futuro», explica Rubio.
Para Mónica Dosil, la resignación va unida a la desesperanza. Y esto puede causar dos efectos: «Llevarnos a tener una sintomatología depresiva, que no es una depresión, pero es echar boletos para ella, o a una depresión en sí -alerta-. O bien a que caigamos en el 'sálvese quien pueda' y hagamos triquiñuelas para seguir con la vida porque creemos que esto no acaba».
Estos son algunos consejos de las expertas para no caer en esa resignación tan poco útil.
«Hay que abandonar los 'debería' ('debería' poder ir de vacaciones, 'debería' poder salir de fiesta...) y ser más benevolentes con nosotros mismos», apunta Rubio. La forma en la que hablamos (incluso a nosotros mismos) importa: un lenguaje más positivo ayuda mucho.
Es muy importante para afrontar lo que venga. «Buena alimentación, una rutina de sueño adecuada, ejercicio, respetar el tiempo de ocio, mimarnos...», repasa Rubio.
Si hay algo que tenemos que repetirnos, es que «esto es temporal». «Vale, sí, ya se alarga mucho, pero es temporal, no eterno. No debemos poner fechas a nada, pero debemos huir de tremendismos», aconseja Rubio.
Mónica Dosil aconseja ser organizado, pero solo con lo controlable, con lo que sí esté a nuestro alcance más inmediato.
«Gastamos mucha energía en quejarnos. Y, para quienes escuchan las lamentaciones todo el día, también es demoledor», censura Dosil.
A estas alturas de la pandemia ya deberíamos estar acostumbrados a adaptarnos. Hemos hecho un máster. Pero aún nos falta rapidez a la hora de cambiar: «Nuestro estado mejorará si acortamos los plazos y somos más camaleónicos».
Ya soncasi dos años de covid y cada vez estamos más débiles psicológicamente porque «vivimos en un estrés adaptativo constante». Según la psicóloga Aída Rubio, al haber 'gastado' nuestra reserva de fortalezas emocionales, cualquier estresor (motivo de estrés) nos hace daño. Es decir, estamos más desprotegidos. Ella lo ve en el 'boom' de gente que acude a la consulta con problemas de depresión y ansiedad y dice no saber por qué. «Estamos sobrecargados y eso hace que nos desbordemos... y nos sorprende, pero es normal», señala.
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