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El número 10 de Downing Street, sede del Ejecutivo británico y residencia oficial del primer ministro, es eso que suelen llamar una casa con carácter. Entre sus numerosas peculiaridades está la aparición relativamente habitual de ratones, propiciada por la antigüedad del inmueble y por la proximidad de parques. Tampoco suelen faltar por el entorno las ratas, algo que no es tan raro si tenemos en cuenta que por la tranquila calle Downing suelen aventurarse incluso los zorros. Los británicos, tradicionales en tantas cosas, también lo han sido a la hora de abordar el problema de los roedores que se instalan en un edificio tan ilustre: hay constancia de 'gatos del Gobierno' desde tiempos de Enrique VIII, pero fue hace un siglo cuando se empezó a presupuestar una pequeña cantidad (un penique diario en 1929) para mantener a un cazador de ratones eficaz. Ese es el origen del puesto de Ratonero Jefe del Gabinete de Su Majestad, por el que han pasado once o doce ejemplares, según quién haga las cuentas. El actual, Larry, acaba de cumplir diez años en el cargo, con la peculiaridad de que ha sido el primero en ostentar ese título tan rimbombante de manera oficial.
La historia de Larry tiene un punto dickensiano, porque era un animal callejero, el nivel más bajo del escalafón gatuno, hasta que lo acogieron en el refugio de Battersea. De ahí, en febrero de 2011, pasó a compartir la casa con David Cameron, que era el humano que mandaba en aquel momento. Su debut en el cargo no fue fácil, porque al bueno de Larry, quizá intimidado por su nuevo ambiente, le reprochaban su «marcada falta de instinto asesino»: tardó 65 días en capturar su primer ratón y, como un funcionario cumplidor, lo depositó ante las secretarias del primer ministro, que se lo agradecieron con unos sonoros chillidos. Cuentan que, hasta entonces, solo había utilizado las zarpas con el sufrido mobiliario de la casa y con una periodista de la cadena ITV a la que se le ocurrió cogerlo en brazos. Dicen también que los visitantes institucionales no le han caído muy bien, con la probable excepción de Obama, y que se echó una buena siesta bajo el coche de Trump.
El ratonero jefe más famoso fue seguramente Peter III, conocido como Pedro el Grande, que ocupó el puesto de 1947 a 1964, mientras pasaban por allí cinco primeros ministros. A raíz de una aparición en la BBC, cosechó una buena base de fans en Italia, EE UU y, lógicamente, su propio país, donde se suscitó un debate acerca de su salario, que se consideraba demasiado escaso para brindarle una alimentación saludable. Un funcionario respondió así a la carta de un ciudadano preocupado: «Los ratones que Peter está contratado para capturar no son solo 'beneficios extra': se pretende que sean su comida básica. Los emolumentos de Peter no están pensados para alimentarle. Si así fuese, lo mantendrían ocioso». El flemático servidor público detallaba también en su misiva que, en una ocasión, el gato le había dejado una paloma muerta sobre la mesa: «Aunque algo masticada, estaba sin comer, lo que sugiere que no sufre desnutrición».
Cuando Peter III murió, se recibieron condolencias de todo el mundo. El gobernador de la Isla de Man ofreció para el puesto un ejemplar de la raza local, caracterizada por la práctica ausencia de cola, asegurando que tenía «nueve vidas garantizadas, como mínimo». La gata se llamaba Manninagh KateDhu, pero la rebautizaron como Peta, y su debut en el cargo fue venturoso, porque le subieron el sueldo a trece libras por año, más del doble que su predecesor: la justificación, un poco clasista, fue que los anteriores mininos eran de origen obrero, mientras que Peta procedía de «ambiente diplomático». La ratonera pija resultó ser en realidad un animal pendenciero, que no se llevaba nada bien con el gato siamés de Harold Wilson, y su comportamiento doméstico dejaba mucho que desear, así que le brindaron una jubilación anticipada en una casa de campo. La relevó Wilberforce, de quien se suele recordar que Margaret Thatcher, en un raro momento de cordialidad, le trajo una vez una lata de sardinas de un supermercado de Moscú.
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