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Ilustración: Martí Ferrer
Una palabra tuya bastará para sanarte: así te daña el lenguaje negativo

Una palabra tuya bastará para sanarte: así te daña el lenguaje negativo

El rumiar pensamientos catastrofistas, además de ser contagioso, es bastante común | Afortunadamente hay técnicas para cortar con él

Viernes, 14 de febrero 2020

Cuando a uno no le da la vida porque tiene un retraso de trabajo espantoso, que al final va a resultar una pérdida de tiempo porque el inútil del jefe te tiene manía y tu compañero es un vago ... , y el día comienza con una maldición por el terrible atasco de los viernes (¡a ver si este zote arranca ya!) porque no llegas a nada... hay un problema.

Quizá muchos. Pero sobre todo uno que nada tiene que ver con el entorno, sino con uno mismo. Uno que consiste en cómo construimos el relato vital a través de las palabras que elegimos para expresarnos. Por ejemplo: el inicio del artículo tiene 65 palabras y 23 son negativas. Y podría pasar por el relato mental de un currito apurado un día cualquiera.

Ahora que la crispación verbal crece alentada por entornos como el de las redes sociales, ahora que el discurso del odio contamina la política, los expertos en psicología del lenguaje alertan de la necesidad de parar para tomar conciencia del lenguaje.

¿Cree que esto no va con usted? Haga el ejercicio: llénese el bolsillo izquierdo de su pantalón cada mañana con un puñado de clips y póngase como reto ser más consciente de qué le dice a los demás y qué se dice a sí mismo a lo largo de un día. Cada vez que 'cace' un pensamiento negativo pase un clip al otro bolsillo y antes de irse a dormir cuéntelos. Se sorprenderá para mal.

«No hay espacio para la amabilidad, ni con uno mismo ni con los demás, cuando la realidad es que esta actitud vital es garantía para alcanzar una buena existencia»

Luis Castellanos. filósofo y asesor táctico del lenguaje

Este es uno de los ejercicios que Luis Castellanos, filósofo y Asesor Táctico del Lenguaje, que ha dedicado su carrera a estudiar la influencia de las palabras en el bienestar mental, hace a los grupos a los que asesora. «No habitamos las palabras; las usamos sin ser conscientes de su carga real. Vivimos a un ritmo frenético que no nos permite parar, en una especie de 'invida', de no vida. No hay lugar al silencio y, sobre todo, no hay espacio para la amabilidad, cuando en realidad esta actitud es garantía para alcanzar una buena existencia», valora el pensador, que acaba de publicar su tercer libro, 'El lenguaje de la felicidad' (Paidós).

Raquel Huéscar, psicóloga general sanitaria, del centro 'En bienestar', también comulga con la idea de que la negatividad está más presente en nosotros de lo que pensamos. Para poner remedio recomienda «primero tomar conciencia y después tomar distancia». Como ejercicio propone «escribir lo que se nos pase por la cabeza y releerlo más tarde (decirlo en alto nos permite escucharnos), incluso grabarnos notas de voz en el móvil para oírlas luego. Puedes llevarte sorpresas», advierte.

Cabe pensar que nuestro cerebro es un pequeño adicto a lo malo. Y en cierto modo lo es. Las amenazas y las emociones negativas traducidas por la amígdala nos han mantenido a salvo del peligro en nuestra evolución. Pero la interpretación de esta emoción («fue un susto» o «es terrible lo que me ocurre») depende de que reforcemos más unos circuitos u otros. El origen de todo puede estar en el nuestro propio. «El que exagera es porque, probablemente, aprendió de niño que el mundo es un lugar en el que hay que ir con cuidado».

«Cuando estás triste, lo más probable es que lo que te vega a la cabeza sean recuerdos, vivencias o sensaciones en ese sentido. Pero eso no quiere decir que sea real. A veces, estamos muy convencidos de algo y no por ello estamos en lo cierto»

Raquel Huéscar. Psicóloga general sanitaria. centro 'en bienestar'

Esto, que puede ser hasta una condición personal, puede llevar a lo que Castellanos llama «rumia mental», esto es, el recrearse constantemente en preocupaciones. Lo peor es que pueden ser reales o no. Recuerda el pensador vasco que solo le ha dado un consejo a su hijo en la vida: «No te fíes de tu mente». En efecto: nos engaña. «Las emociones secuestran nuestro comportamiento. Cuando estás triste, lo más probable es que lo que te vega a la cabeza sean recuerdos, vivencias o sensaciones en ese sentido. Pero eso no quiere decir que sea real. A veces, estamos muy convencidos de algo y no por ello estamos en lo cierto», ejemplifica por su parte Raquel Huéscar.

Quien quiera mejorar su bienestar mental debe comenzar por desterrar palabras extremas. «Las generalizaciones y exageraciones suelen ser lo más dañino». Véase: nunca, siempre, jamás... terrible, horroroso... 'no tengo salida', 'no valgo'. Castellanos, por su parte, más que palabras, enumera conceptos: culpa, excusa, queja, crítica y mezquindad. «Tenemos que trabajar cada día nuestra talla moral porque será nuestro legado individual y colectivo», sostiene.

Si después de todo usted cree que o no tiene remedio o, por contra, no se ve reflejado en nada de esto, sí que debería tener cuidado con algo en lo que coinciden los dos expertos: la forma de dirigirse a los niños. «Las palabras que nos dicen en la infancia se convierten en nuestros pilares», recuerda Castellanos, y con ellas comenzamos a construir nuestra realidad.

Huéscar va más allá: «Con nuestras palabras les otorgamos sentido y significación a lo que sienten, a cómo son, a lo que hacen y al contexto. Sería interesante poder mostrarles un mundo al alcance lleno de posibilidades que les permita superar la adversidad, con una imagen positiva y ajustada de sí mismos». De lo contrario, el riesgo real del lenguaje negativo es verse abocado, en los casos más graves, a la depresión y la psicoterapia. Palabra.

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