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Dice un refrán castellano que a nadie la amarga un dulce. Pero va a resultar que el dicho no es del todo cierto. No porque haya personas a las que no les atraigan estos manjares –es raro por una cuestión evolutiva: los dulces suelen asociarse a alimentos calóricos, justo los que necesitaban nuestros antepasados evolutivos en tiempos en los que no tenían asegurado el sustento; en el lado contrario están los sabores amargos, asociados a alimentos en mal estado, de ahí que los rechacemos más–, sino por algo mucho más sorprendente: las opiniones políticas.
Cuentan los expertos en estas cuestiones que la polarización política se ha incrementado hasta un 30% en los últimos años. Es decir, los votantes de un partido sienten cada vez más aversión por los votantes de las formaciones rivales. Basta con ver lo que pasa en Estados Unidos o en nuestro país. ¿Pero qué tiene esto que ver con los dulces? La respuesta la tiene un estudio en la universidad sueca de Linköping publicado en la revista 'Personality and Social Psychology Bulletin' que demuestra que el enconamiento político puede cambiar el gusto de nuestro chocolate preferido. O por lo menos, hacer que nos guste menos si quienes lo comen no son de nuestra misma cuerda.
«Nos distanciamos de productos completamente neutrales si son del agrado de personas que tienen opiniones políticas que no nos agradan», aseguran. Para comprobarlo, pidieron a 800 voluntarios que puntuaran ocho marcas de chocolate y que revelaran sus inclinaciones políticas. A continuación, se les dividió en dos grupos. A uno de ellos se le dijo el chocolate que le gustaba a la facción rival. Al otro, la marcha preferida por su propio bando. Volvieron a preguntar y el resultado fue que el chocolate que gustaba a los opositores políticos se había vuelto mucho menos atractivo mientras que las variedades preferidas por los correligionarios gustaban todavía más. «Lo importante no es tanto si te identificas con lo que a tu propio bando le gusta, sino si evitas lo que le gusta al bando contrario», añaden.
Los investigadores compraron también que el enconamiento político no solo se reflejaba en las papilas gustativas. En otro estudio enseñaron a 600 participantes fotografías de personas ataviadas con ropa formal pero con las cabezas tapadas. Se les pidió a los participantes que dieran su opinión sobre el diseño, el color y si les gustaría comprarla. Como en el experimento anterior, también se les cuestionó sobre sus opiniones políticas. Hecho esto, volvieron a mostrarles las fotografías. Esta vez, con las caras al descubierto. Eran de conocidos políticos suecos. La situación cambió de forma radical: lo que antes parecía elegante ya no lo era tanto si no compartían ideología.
Hasta las donaciones solidarias se ven afectadas por nuestras inclinaciones electorales. En este caso, los investigadores de la universidad nórdica reclutaron a 1.200 personas para comprobar si también la disposición a donar dinero a organizaciones benéficas cambiaban. Efectivamente, lo hacían: los participantes eran menos propensos a donar dinero a organizaciones que, según les dijeron, eran las preferidas por sus oponentes políticos.
¿Por qué hacemos algo tan ilógico? Por mantener una imagen coherente de nosotros mismos, dicen los investigadores. Curiosamente, lo que los participantes en estos experimentos no sabían es que según el mismo estudio, a todos ellos les gustaban las mismas variedades de chocolate –y las mismas organizaciones benéficas– antes de mezclarlas con la política.
Dejando a un lado los rifirrafes políticos, es bien sabido que el chocolate negro es más saludable que el chocolate con leche. Un estudio de la Escuela de Salud Pública TH Chan de Harvard asegura que consumir la variante más rica en cacao puede estar asociado a un menor riesgo de padecer diabetes tipo-2. En un estudio con 192.000 participantes, encontraron que quienes consumieron al menos cinco porciones de este chocolate por semana mostraron un riesgo 21% menor de sufrir esta enfermedad. En el caso del chocolate con leche, contribuía al aumento de peso, uno de los factores que aumentan el riesgo de diabetes. Una advertencia: el consumo de chocolate de los participantes era muy inferior al de la media nacional estadounidense, por lo que los resultados no serían aplicables cuando la ingesta es muy elevada. Vamos, no se pasen con el chocolate negro.
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