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Hola Santi. ¿Por qué no haces un dibujo? Dibuja un niño». «¿Esto son deberes?». « Me llamó la atención el comentario, porque a los chavales normalmente les gusta dibujar». Antonio Labanda, psicólogo educativo, le entregó una hoja en blanco y un lápiz, y observó. «Hizo un dibujo muy pequeño, sin apenas detalles, y en la parte de abajo del papel. El trazo, fuerte, y la mandíbula apretada al dibujar». Tres pistas, tres alarmas: «Impulsividad, introversión, cansancio». Luego le preguntó a Santi quién era el niño del dibujo y qué le pasaba: «Tiene 4 años y está triste porque no tiene tiempo para jugar... por los deberes». Santi, que tiene 6 años, dibujó lo que no había dicho nunca a sus padres: «Acababa de empezar segundo de Primaria en un colegio nuevo y mostraba dificultades de aprendizaje, además de una conducta retraída y temerosa. Supimos que en el otro colegio se le había exigido mucho, se acostaba tarde porque tenía que hacer los deberes y cuando no los llevaba hechos le castigaban. Siendo un niño con dificultades en la lectura y en la escritura y con déficit de atención, las tareas escolares las vivía como un castigo, con ansiedad y con culpa». Así que el psicólogo propuso a la familia y a la tutora del nuevo centro darle más tiempo para hacer los deberes y disminuir la dificultad. «En el segundo trimestre se le vio más feliz, más comunicativo y participativo».
Esos cuatro trazos gruesos que hizo Santi tuvieron el efecto de una llamada de socorro para el ojo experto de Antonio Labanda. El psicólogo les pide que pinten «porque el dibujo es libre». Y revelador. «Se les dice que dibujen una familia o un niño. No se les dice 'dibuja a tu familia', pero es lo que hacen. Y entonces ves que al hermano lo han dibujado a un tamaño mucho menor que al resto. E incluso te dicen: 'A mi hermanito no lo dibujo porque es tan pequeño... Mejor no lo pinto».
Y no es casual: «Es un indicador de que hay celos. Esa conducta puede ser patológica o no serlo, pero te da una idea de que ahí hay algo». Igual que podríamos encontrarnos ante «un pequeño dictador» cuando el niño se retrata a tamaño gigantesco.
El dibujo –«a lápiz, porque los colores distorsionan la imagen y puede que no veamos rasgos como la fuerza que imprimen al lápiz o si han borrado mucho»– sirve de brújula para saber por dónde empezar a indagar. «Te ahorra preguntas directas. Imaginemos que los padres de la niña están separados, pero la menor dibuja una familia con papá, mamá y ella en medio. De entrada nos indica que al menos no está sufriendo por esa separación».
Igualmente revelador es «cuando solo dibujan a uno de los padres. Que falte la figura paterna o la materna no es demasiado bueno». Sucede otras veces todo lo contrario, que el chaval dibuja a una familia de quince personas: «Cuando un crío es adoptado a veces dibuja grupos grandes, lo que denota que no tiene una figura de apego, que es algo muy importante. El caso contrario es el niño que sí tiene interiorizadas sus figuras de apego y está muy integrado en su seno familiar. Ese dibuja una familia centrada, todos cogidos de la mano».
Explica el especialista que es importante no dar nada por supuesto, como, por ejemplo, que si una niña dibuja a un señor, ese necesariamente es su padre. «Puede ser su tío, un amigo de la familia... Yo les pido que numeren a cada persona y luego me digan quién es cada uno». Lo de numerar es porque «el orden en el que dibujan es, normalmente, el de la importancia que le conceden a cada uno. Y suele ser habitual que los niños dibujen antes al padre o la madre que a su hermana».
– ¿Y ellos, dónde se colocan?
– Normalmente en medio de ambos progenitores, aunque a veces lo hacen al lado de uno. Es muy habitual en familias donde el padre trabaja hasta tarde que el niño le pinte en primer lugar, antes que a la madre, e incluso a un tamaño más grande que al resto. Para ese chaval el padre es casi más como un amigo con el que juega mucho pese a que le ve poco. Aunque igual le pides un año después que haga el mismo dibujo y pinta antes a la madre, eso varía. Hay épocas en las que están más apegados a una figura que a otra y no tiene mayor importancia».
Además de a quién dibuja, del tamaño y el orden, hay otras cuestiones igualmente reveladoras, como que borren continuamente –«indica inseguridad»– o el lugar del folio donde pintan: «Hay veces que se retratan pequeñitos, en una esquina, como cuando los animales se encuentran mal y buscan el rincón... Otros hacen el dibujo en la parte superior, lo que es indicativo de persona imaginativa; y, cuando dibujan en el centro, se asocia con un buen equilibrio de las emociones».
Las relaciones intrafamiliares son especialmente reveladoras a través del dibujo, pero no solo eso.
– ¿Qué dibujaría un niño que está sufriendo bullying?
– Quizá a alguien con sangre, con una herida... Algo físico. Eso ayuda a ver por dónde hay que profundizar.
Pero, antes de ponerle a dibujar, casi con seguridad el chaval habrá dado otras 'pistas': «Cuando el niño está raro, callado... es síntoma de que algo ocurre, de que tiene alguna dificultad, y el dibujo es una forma rápida e interesante de empezar a buscar», señala Labanda.
Una vez que tienen el lápiz en la mano, empieza la 'búsqueda': «Me interesa que después del dibujo me digan un nombre y la edad que puede tener. En el caso de la familia se puede preguntar quién es el más bueno, o que elijan quiénes serían ellos en caso de poder ser un miembro de esa familia, o que si la familia se va de viaje pero todos no caben en un coche quién de ellos se quedaría fuera...».
El Test de la Figura Humana, que así se llama esta herramienta de diagnóstico, se utiliza normalmente hasta los 14 años. A partir de esa edad, advierte el psicólogo Antonio Labanda, deja de resultar tan útil. «No hay una regla exacta, pero es verdad que los dibujos de un niño de 7 u 8 años son más proyectivos, es decir, están menos contaminados. Un chaval mayor puede retratar en lo que pinta dibujos de un cómic, por ejemplo, y así queda más encubierta su personalidad». Tampoco es una técnica especialmente utilizada con críos muy pequeños. «Un chaval de 4 años probablemente haga un círculo con dos ojos, y poco más. Es un dibujo normal para su edad, pero, al ser tan simple y carecer de detalles, es poco representativo y poco se puede sacar de ahí. A esa edad la herramienta no es el dibujo, son los juguetes». A partir de 5 años sí es habitual y, además de información a nivel emocional, «permite identificar habilidades cognitivas, motrices...».
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