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HIGINIA GARAY
¿Sabes que eso 'inexplicable' que le pasa a tu peque es estrés?

¿Sabes que eso 'inexplicable' que le pasa a tu peque es estrés?

Lo manifiestan de forma distinta a los adultos

Solange Vázquez

Miércoles, 13 de septiembre 2023, 18:18

Cuando se tiene un bebé –vienen sin manual de instrucciones, eso ya lo sabemos–, a los padres nos 'nace' un instinto especial para saber qué le pasa (eso sí, se va entrenando, porque al principio nadie entiende nada). Y esa conexión con los pequeños nos ... saca de apuros en los primeros compases de su existencia, cuando aún no hablan y su manera de transmitirnos que algo no va bien es a menudo incomprensible para nosotros... Más adelante, los niños y niñas se esfuerzan en 'copiar' nuestra manera de mostrar estrés, pero, claro, como no les sale, manifiestan esos nervios de otras maneras que nos despistan.

«Ni ellos tienen la capacidad de relatar qué les sucede ni los adultos sabemos muchas veces identificar el problema», resume Patricia Vega, profesora del Máster en Psicología General Sanitaria de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) y experta en planes de prevención del suicidio. Es decir, la tormenta perfecta. «Estos días hay muchos críos estresados por la vuelta al cole, por ejemplo, pero se trata de un estrés 'bueno', adaptativo. La adaptación a ciertas edades no es agradable, pero, si se hace bien, esta etapa pasa enseguida», tranquiliza la experta. El problema puede aparecer cuando el estrés que sufre un pequeño no es del 'bueno', el que les ayuda a enfrentarse a desafíos como partidos o exámenes, y cuando además se alarga en el tiempo.

¿Cuánto tiempo debe transcurrir para que empecemos a preocuparnos? Según informes de Unicef, han de pasar al menos «unas semanas». Para la experta, más que atender al criterio del tiempo que el niño o la niña lleva con indicios de que algo no va bien, hay que fijarse en si ese problema que no acabamos de identificar «está provocando algún tipo de reacción en el cuerpo». A continuación, dos ejes que nos pueden dar pistas de que nuestros pequeños sufren estrés.

Cambio en la conducta, aunque sea para bien

Un giro en su comportamiendebe ser siempre motivo de análisis. Debemos hacer de 'detectives' para dar con la causa y atar cabos. Según Vega, las razones más frecuentes del estrés en los peques son: pasar muchas horas lejos de sus progenitores, cambios en su entorno (divorcio, un cole distinto, la llegada de un hermanito, la pérdida de algún ser querido), acoso escolar, presión en casa para obtener buenos resultados, autoexigencia elevada, saturación por exceso de actividades... Ante cualquier circunstancia de este tipo, el menor va a presentar algún cambio de hábitos, aunque a veces ni siquiera nos parecen mal y por eso el estrés pasa desapercibido.

«Un ejemplo. Algunos, de repente, empiezan a hacer muchísimo deporte y a cuidar la alimentación. A lo mejor nos parece estupendo, pero puede ser indicio de que está estresado porque nota falta de control en su vida... y, si el control no se tiene, siempre se acaba buscando», explica la experta. Así que ojo con esas actitudes 'buenas' (abandonar aficiones –incluso los videojuegos–, menos ganas de ir a la calle, dejar las chuches...).

Distintas formas de pedir ayuda: irse a los extremos

La mente estresada de un peque tiene sus maneras de pedir ayuda. Comer mal, alimentarse en exceso, dormir poco o hacerlo mucho... Es decir, irse a los extremos. Puede parecernos ilógico, sí. Otro ejemplo: hay muchos niños que presentan muchísima energía e hiperactividad y que están agotados en realidad. En los niños las cosas no 'cuadran' como en los adultos, de hecho suelen darse auténticas paradojas. Tal y como afirma Vega, cuando a un niño o niña se le diagnostica estrés, muchos padres y madres se sorprenden y piensan: '¿Tan pequeños pueden tener estrés?'. Pues sí, pueden sufrir algunos tipos de estrés, aunque en edades muy tempranas (hablamos de meses), suele estar motivado por falta de cuidados o por estar separados de los padres. «Pero sobre los 10 años ya se ven muchos que están saturados y sufren ansiedad», apunta la psicóloga, quien considera que ahora es un diagnóstico bastante frecuente: «Antes no se medía, pero hoy creo que hay más casos por una doble razón: tienen menos calle y menos tiempo con la familia».

Líneas rojas que advierten de un estrés muy grave

Los expertos de Unicef advierten de que cualquier síntoma del estrés, sostenido en el tiempo, requiere ayuda especializada. Pero hay un ramillete de señales que son para hacer sonar todas las alarmas, porque indican un nivel de angustia tan elevado que puede resultar insoportable: retraimiento, reserva e inmovilidad, miedo en presencia de otros, mutismo, preocupación extrema y constante, agresividad, voluntad de dañar a otros, confusión o desorientación.

PISTAS

  • A partir de los tres años Mayor necesidad de estar cerca de los cuidadores, regresión del comportamiento, cambios en los hábitos alimenticios o del sueño, aumento de la irritabilidad y la hiperactividad, temores intensos, rabietas y llantos más frecuentes, según Unicef.

  • De 4 a 6 'Pegarse' a los adultos, regresión del comportamiento, dormir o comer mal, mal humor, dificultad para concentrarse, disminución de exceso de la actividad, pérdida de interés por el juego, deseo de asumir papeles de adulto, mutismo o ansiedad creciente

  • De 7 a 12 Retraimiento, preocupación por otras personas afectadas por un acontecimiento concreto, cambios en los patrones de alimentación o del sueño, temores exacerbados, agresividad y agitación. Unicef también alerta de un deterioro de la memoria y la concentración, síntomas físicos/psicosomáticos (fatiga, dolor de estómago y de cabeza, mareos, boca seca... que son comunes a todos los chavales con estrés, independientemente de su edad), juegos repetitivos y sentimiento de culpa.

  • De 13 a 17 La ONG apunta como principales síntomas la tristeza intensa, preocupación excesiva por los demás, sentimiento de vergüenza y culpa, mayor cuestionamiento de la autoridad y asunción de riesgos, agresividad, comportamiento autodestructivo y sensación de desesperanza

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