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«Mi hija mayor es de enero y yo elegí que así fuera porque me puse de parto un 31 de diciembre. A las 23:20 tenía ganas de empujar y le dije a la matrona que si la niña estaba bien yo prefería que fuera la mayor de la clase y no la pequeña. Para mí que naciese en enero ha sido toda una ventaja, porque cuando la mayoría de los niños empezaron en el aula de dos años con pañal, chupete y casi sin hablar, yo no me tuve que preocupar de nada de eso». Este comentario realizado por una madre en una de tantas páginas web dedicadas a la crianza representa a grandes rasgos lo que opinan muchos padres sobre el 'efecto del mes de nacimiento' en la vida académica de sus hijos. Por regla general, cuando se le pregunta a un padre o una madre si prefiere que su vástago sea de los mayores o de los benjamines del curso, la respuesta suele ser siempre la misma; de los primeros.
No cabe duda que venir al mundo durante las primeras semanas del año garantiza a esos niños una serie de ventajas respecto a los compañeros de clase nacidos, en algunos casos, con casi doce meses de diferencia, sobre todo durante la etapa de Educación Infantil (3-5 años) y el primer ciclo de Primaria (6-8 años), «donde esas desigualdades son más evidentes. Pasada esa etapa, las diferencias se mitigan», precisa la neuropsicóloga y profesora de la Universidad Oberta de Catalunya (UOC), María José Acebes.
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Pero no todo es blanco o negro. La «brecha emocional y física» que suele separar a los alumnos de un mismo curso durante los primeros años de colegio tiene muchos grises. «La capacidad de aprendizaje de un niño no depende de que haya nacido en enero o en diciembre, lo que ocurre es que el sistema educativo español, como pasa también en otros países, organiza los cursos por año natural de nacimiento (del 1 enero al 31 de diciembre), lo que hace que en una misma clase se mezclen niños con niveles madurativos muy diferentes, tanto a nivel emocional como intelectual. El problema no es tanto que el alumno en cuestión sea de noviembre o de diciembre sino que muchas veces ese niño no está preparado para lo que se le quiere enseñar simplemente porque no le toca», lamenta Laura Requena, docente e investigadora de la Facultad de Educación de la Universidad Complutense (Madrid).
«Once meses de diferencia entre dos alumnos del aula de tres años, por ejemplo, es un tercio de sus vidas. ¡Cómo no se va a notar! Aunque no se puede generalizar, porque cada niño madura a su ritmo al margen del mes en el que nace, es verdad que los de finales de año parten con cierta desventaja desde el punto de vista de las habilidades motoras y de control de la conducta. En cualquier caso, se trata de una diferencia de madurez y no de capacidad intelectual», insiste María José Acebes.
No obstante, son muchos los estudios que señalan que el mes de nacimiento sí influye en el rendimiento académico de los alumnos. Una investigación realizada hace unos años por un grupo de trabajo británico ('Cuando has nacido importa') apunta a que los resultados de los mayores de la clase son, en general, mejores que los de los benjamines. Una conclusión similar a la arrojada por un informe realizado en 2015 por especialistas de la Universidad de Extremadura (UEX) en el que se señalaba que los niños venidos al mundo en los meses de noviembre y diciembre tenían hasta un 85% más de posibilidades de repetir curso que los nacidos en enero y febrero del mismo año. Una diferencia que, sin embargo, se diluye en la edad adulta donde apenas hay diferencia entre los logros profesionales alcanzados por los mayores de la clase y los nacidos en el tercer trimestre, según concluye otro estudio realizado por varias universidades suecas en 2013.
David tiene el ejemplo del llamado 'efecto por mes de nacimiento' en su propia casa. Su hijo mayor es del 30 de diciembre y el pequeño, del 4 de enero.
–¿Se nota la diferencia?
–Mucho, sobre todo en la etapa de Infantil. Lo primero que llama la atención es la diferencia física entre unos y otros. Cuando el mayor empezó en el aula de tres años, muchos de sus compañeros le sacaban media cabeza como poco. Desde el punto de vista del aprendizaje no tenía ningún problema, al contrario, iba muy bien, pero era mucho más inmaduro que la mayoría de sus compañeros para otras tareas. Cuando la profesora les pedía que llevasen algo a clase, nunca se acordaba de decirlo. A veces le costaba interiorizar las rutinas de la clase, abrochar y desabrochar la bata, coger las pinturas, organizarse en el comedor... Justo lo contrario de lo que le ha ocurrido a su hermano, que parece el padre de la clase.
Para rebajar el efecto que supone esta brecha de nacimiento entre los alumnos de un mismo curso, los expertos coinciden en la necesidad de reclamar una «educación personalizada, que se adapte a la madurez intelectual y emocional de cada niño, y no al contrario», señala Requena, también coordinadora nacional del Defensor del Profesor. Una demanda con la que muchos expertos en este campo están totalmente de acuerdo. «Nuestro sistema de evaluación marca unos objetivos generales que deben cumplir todos los alumnos de un mismo curso sin tener en cuenta el momento madurativo en el que está cada niño. Los logros académicos a unas edades tan tempranas deben evaluarse de manera individual no colectiva», señala la neuropsicóloga María José Acebes .
Al margen de las diferencias cronológicas, otro de los factores que más influyen en el desarrollo de los niños es el entorno sociocultural en el que crecen. «La estructura familiar, la escolarización temprana o la estimulación favorecen su crecimiento madurativo e intelectual. El desarrollo de las habilidades sociales, por ejemplo, se aprenden en relación al discurso paterno», concluye Requena.
Deportistas de élite Varios estudios relacionan el mes de nacimiento con una mayor o menor probabilidad de convertirse en deportista de élite. De hecho, casi la mitad de los futbolitas profesionales que juegan en la Liga española nacieron en el primer trimestre del año.
Huesos más fuertes Pero no todo son desventajas para los más pequeños. Una investigación de la Universidad de Essex (Reino Unido) asegura que gozan de una mejor condición cardiovascular y unos huesos más fuertes debido a una mayor exposición de sus madres a la vitamina D durante el embarazo.
Sacar ventaja de la desventaja Aunque los benjamines de la clase parten con una clara desventaja psicomotriz y de madurez respecto al resto de sus compañeros, sobre todo en la etapa de Infantil, esas diferencias también les animan en algunos casos a esforzarse más para no quedarse atrás.
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Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
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