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A Elena Fernández le pusieron un 4,95 en el último examen de Historia de Bachillerato, lo que le impedía presentarse a Selectividad. «¿Qué diferencia había entre un 4,95 y un 5?, se pregunta esta joven asturiana, que ya ha acabado la carrera. Tras ... reclamar, su profesor le subió las cinco décimas. «Y en Selectividad tuve un 9,75 en esa materia», recuerda satisfecha. Los estudiantes ya no van a sacar nunca más un desmoralizante 4,9 ni sentir la humillación de llevarse a casa un 0, pero tampoco el orgullo de lucir un 10 en el expediente. La nueva ley de educación (Lomloe) suprime las calificaciones numéricas en la enseñanza obligatoria.
No es que los escolares vayan a pasar por las aulas sin que les examinen sus conocimientos. El debate es cómo debe ser la evaluación. La nueva ley la define como «global, continua y formativa», un proceso que no se resume en un número. Los expertos en pedagogía avalan este cambio de rumbo pero consideran que tienen que servir para que las familias aprendan a fijarse en la información que les ofrecen las notas, no en la cifra.
«Estamos confundiendo evaluación y calificación. El proceso de aprendizaje se evalúa, un examen se califica», destaca Sylvie Pérez, psicopedadoga y profesora de la Universitat Oberta de Catalunya. «La evaluación no es solo poner notas. Es un proceso planificado en el que se utilizan diferentes instrumentos y estrategias que implican muchas pruebas, exposiciones orales, trabajos en grupo e individuales para establecer en qué avanza el alumno, sus dificultades, qué debe reforzar...». Mide el progreso con un objetivo «formativo»: identificar y reforzar sus puntos débiles. Un examen concreto de una materia sí admite una calificación numérica, aclara Sylvie Pérez, que indique el nivel de logro conseguido. Pero no tiene en cuenta la progresión del escolar o sus dificultades. Las notas con número son necesarias en la Selectividad, por ejemplo.
«Mi hijo ha sacado dos sietes, un ocho, un cuatro y tres dieces». Padres y madres suelen hacer resúmenes de ese tipo cuando hablan del rendimiento escolar de los escolares. «Es que no es lo mismo un 7 que un 8,5, sí nos interesa saber el número», opina Tania Ruíz, que tiene dos hijos escolarizados en Primaria en un colegio de Valencia. «El problema es que las familias se quedan solo con el número. Y, en ocasiones, el 5 de un niño revela mucho más esfuerzo y progresión que el 9 de otro», añade la docente catalana.
En Cataluña ya se ha dado el paso de quitar las calificaciones numéricas. Los docentes pueden poner a los alumnos 'Adquisición excelente', 'Adquisición notable', 'Adquisición satisfactoria' y 'No adquisición'. «Vimos que no tenía sentido cuantificar del 1 al 10 como se hacía hasta ahora, ya que por sí mismo no proporciona información», argumentan desde la Dirección de Educación Infantil y Primaria de la Generalitat. «¿Qué quiere decir que un niño tiene un 5, que sabe la mitad de uno que tiene un 10? La evaluación no es solo un instrumento de certificación, sino también de orientación», defienden.
«Pero los padres siguen preguntándonos 'sí, sí, pero eso, ¿qué nota es?'», cuenta la pedagoga catalana. Sylvie Pérez considera que este cambio que introduce la Lomloe es una «oportunidad» para que las familias dejen de mirar el número y se fijen «en la progresión y las dificultades» de sus hijos. A la vez, obligará al docente a «ofrecer más detalles de los aprendizajes del alumno» y detectar qué falla en sus clases y establecer «estrategias de mejora».
Muchos colegios ya incluyen en las notas explicaciones concretas. Apuntan, por ejemplo: 'Completa correctamente sumas y restas pero falla en multiplicaciones' o 'Necesita reforzar conceptos de distancia y tiempo'.
La ley educativa permite mantener los tradicionales insuficiente, suficiente, bien, notable y sobresaliente. «Pero la idea no es cambiar los números por un aprobado o un suspenso, sino sustituirlos por una explicación de hacia dónde tiene que ir ese niño con problemas, y generar un plan de acción que le ayude a su correcto aprendizaje», explica la profesora de Didáctica de la Matemática en la Universidad de Valladolid, Belén Palop, cofundadora del movimiento docente 'Sin Notas', que aboga por un modo «más eficaz» de evaluar que simplemente utilizar los números. «¿Qué sucedería si, en lugar de devolverle al alumno y a la familia un examen con una calificación de 7 sobre 10, le diéramos una sola frase como 'Ya está adquirido el concepto de multiplicación y ha automatizado las tablas salvo 7 por 8'? ¿De verdad pensamos que la familia o el propio alumno prefieren una información incompleta y que no da ninguna indicación sobre cómo mejorar a esta frase? ¿No tiene mucho más sentido intentar cambiar a una cultura de 'qué puedo hacer para mejorar'?», anima esta profesora universitaria.
Palop apunta que a estudiantes, profesores, familias y Administración «nos atraen las calificaciones numéricas» porque parecen «concretas, claras, comparables y ordenables». Se pone un examen y concluimos con un número entre 0 y 10 que mide el conocimiento del alumno sobre el tema.
Pero calificar con número no es un sistema tan objetivo como puede parecer desde fuera. La herramienta que usamos «está mal calibrada», matiza Palop. Y pone un ejemplo: «Todos estamos de acuerdo en que entre un 9 y un 10 la distancia es muchísimo más pequeña que entre un 4 y un 5. Eso significa que las marcas en nuestra regla no están a la misma distancia unas de otras. Y hacer medias y arrojar una cifra con dos decimales es hacerse trampas al solitario», concluye.
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